«Son muchas las razones para considerar las parlamentarias del 6 de diciembre como las elecciones más importantes en los 20 años de socialismo bolivariano en Venezuela», ha asegurado el Partido Socialista Unificado (PSUV), el sostén político, junto con los militares, del presidente Nicolás Maduro.
Abel Gilbert / elperiodico
El PSUV no duda de la victoria a pesar del presente de penurias inenarrables. El PIB se derrumbará a finales de año un 32,8%, según la consultora Ecoanalítica. El salario mínimo no llega a los dos dólares. Las remesas que envían los millones de emigrados a sus familias empobrecidas representan la tercera fuente de entrada de divisas al país. En el 2019 fueron de unos 3.400 millones de dólares. Este año caerán un 20%. Celso Fantinel, vicepresidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro), reveló que el sector produce lo mismo que hace medio siglo. «Apenas se logra sembrar para la subsistencia». Maduro parece, sin embargo, referirse a una realidad paralela cuando habla de problemas. Recientemente dijo que el abastecimiento alimentario ha mejorado un 380% desde 2018. «¡Producir es vencer!», señaló durante un acto, y recibió a cambio una salva de aplausos.
«Es un error, increíble a estas alturas, confundir la incapacidad de Maduro de gobernar con la incapacidad de mantenerse en el Gobierno, por malo que este sea», señala el director de la consultora Datanálisis, Luis Vicente León. Una reciente encuesta lo corrobora. Maduro apenas tiene un 17% de aceptación. Al diputado Juan Guaidó, quien se autoproclamó en enero del 2019 «presidente encargado» y de inmediato fue reconocido por Estados Unidos y otros 54 gobiernos, tampoco le favorece ese sondeo de Datanálisis. Hace un año y medio tenía una popularidad del 63% porque «generó una esperanza de cambio». Con el paso de los meses y las derrotas, ha perdido 46 puntos de popularidad. Lo más notable de la encuesta es que un 50% de los venezolanos todavía tienen una buena imagen del extinto Hugo Chávez. «Hay mucha más gente que se siente identificada con su legado que con la gestión de Maduro», señaló León.
El llamado de Capriles
El madurismo es indiferente a semejantes conclusiones y cree contar con sus propios métodos de auscultación del sentimiento colectivo. Por eso no duda en su triunfo. La oposición, en tanto, no solo ha perdido iniciativa: se profundizan sus desencuentros. Guaidó llamó a boicotear las elecciones legislativas. El excandidato presidencial Henrique Capriles, de Primero Justicia, reclamó una nueva hoja de ruta para evitar una nueva frustración. «Debemos escuchar al pueblo en lugar de conformarnos con oírnos entre nosotros mismos, repitiendo una y otra vez las mismas ideas», dijo. A través de un documento, Capriles pidió dejar de seguir «alimentando fantasías» de una salida rápida de Maduro del Palacio de Miraflores. Algunos analistas creyeron encontrar en esas palabras una crítica a la fallida incursión armada de mayo promovida por un sector cercano a Guaidó con el respaldo de exmilitares norteamericanos. Capriles convocó al antimadurismo a alcanzar «soluciones reales y posibles para la gente» sin renunciar al rechazo activo del «régimen más autocrático, represivo, indolente e incompetente de nuestra historia». En ese sentido le pidió a Guaidó y su entorno más radicalizado una «verdadera discusión» sobre qué hacer frente a los comicios. La respuesta, subrayó, tiene que ser superadora de «la resignación y la abstención».
Pero a la vez, Capriles expresó sus reparos hacia el arma más recurrente de Guaidó: las sanciones económicas de la Administración Trump. «Quedarnos sin gasolina no afecta a Maduro ni a su cúpula, sino a quienes tienen que llegar a los hospitales en ambulancias sin combustible, los camiones que transportan alimentos y medicinas». El presidente del partido Avanzada Progresista (AP), Henri Falcón, quien quedó en segundo lugar en las controvertidas elecciones presidenciales del 2018, respaldó la «visión pacífica, democrática y constitucional» de Capriles. La respuesta del «presidente encargado» no presagia un camino unitario de la oposición. Si bien Guaidó hizo saber de su intención de reunirse con Capriles para diseñar una posible acción en conjunto, también denunció que «la dictadura pretende chantajear y utilizar sus mecanismos de corrupción en contra de algunos liderazgos de las fuerzas democráticas para que se unan al fraude (electoral) y colaboren con las intenciones del régimen».
Desencanto en la izquierda
El madurismo quiere crear las mejores condiciones posibles para alcanzar la reconquista del Congreso. El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) suspendió las juntas directivas de los partidos opositores Primero Justicia (PJ), Acción Democrática (AD) y Voluntad Popular (VP), al que pertenecen Guaidó y Leopoldo López. En los últimos días, el TSJ hizo lo mismo con aliados históricos del movimiento fundado por Chávez como el Tupamaros y Patria Para Todos (PPT), cuya dirección había resuelto, al igual que el Partido Comunista, separarse del Polo Patriótico, la actual coalición oficial, de cara a las parlamentarias. «Que rápidos son con las y los revolucionarios y lentísimos con Guaidó», dijo sobre la medida judicial Rafael Uzcátegui, el dirigente de PPT barrido por el dictamen del Supremo.
Mientras tanto, las expectativas de los venezolanos se deslizan por un inagotable tobogán de desdichas. María Gabriela Ponce, investigadora del Proyecto Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), aseguró que el país se ha «retrotraído a los niveles de mediados de los años 80 y 90». Como consecuencia de una crisis que el Palacio de Miraflores atribuye esencialmente a la hostilidad de Washington, un 68% de la población no consume las 2.000 calorías diarias que se requieren.