La fuerza de la fe, por Gustavo Tovar-Arroyo

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“Give me heart and give me soul
Wounds that heal and cracks that fix
Tell me all your politik.”
Coldplay ( Politik)

La ingratitud de servir
No hay nada más ingrato que la política. El político puede consagrar su vida a servir, a resolver problemas ajenos, a salvar a una nación de amenazas externas (o internas), puede sacrificar a su familia, puede dedicar cada aliento por mejorar las condiciones de vida de personas a quienes no conoce, puede mejorar la economía de una nación, optimizar los servicios públicos, garantizar seguridad, la educación, la salud o la vivienda de una sociedad, puede incluso ser amenazado, perseguido, encarcelado, torturado por servir a otros, y sin embargo siempre habrá crítica, juicio, insulto y maldición contra él. Siempre. Es ingrato.
Injustamente la actividad política es la más rechazada el mundo.

El espíritu que sueña
La política –ya lo he expresado antes–es una de las labores humanas más nobles y encomiables que existen, permite al ser humano soñar e idear naciones, estados o municipios. Sí, quien hace política –el político– es un soñador, un idealista que anhela “ser”, “hacer” o “tener” un mejor país. Un buen político no sólo sueña, también hace que otros sueñen, que organicen sus sueños e ideales en torno a partidos políticos y a través del voto popular, de la democracia, lleguen al poder y “hagan” realidad sus sueños hasta el punto de “ser” y “tener” una mejor sociedad, y así un mejor país. Un político es –a su modo– enfermero, sacerdote, obrero, maestro, panadero, comerciante, policía y hasta artista; es un soñador.
Un político es un espíritu que sueña en grande.

¿Soñar otra Venezuela?
En Venezuela está prohibido hacer política, es decir, soñar o idear una nación diferente a la miserable y esclavizante visión que ha impuesto el chavismo con sus balas, tanques y cárceles. Quien intenta soñar o idear un país distinto al de ellos es perseguido, encarcelado, torturado o asesinado. Nuestro país está secuestrado por la idea que tienen unos narcotraficantes de él y todo el que pretende “ser”, “hacer” o “tener” una nación libre, no esclavizada como la que el narco ha impuesto, se las ha visto negrísimas: ha sido perseguido, encarcelado, torturado, asesinado o vive en el destierro. Cuando un grupo secuestra el poder como lo ha hecho la tiranía chavista, para conservarlo, se ve obligado a cometer crímenes de lesa humanidad, que son los peores crímenes que la civilización ha conocido a lo largo de su historia. Por eso 5 millones de venezolanos (o más) han huido del país: la situación es irrespirable. Por aspirar un mejor país son aplastados por la tiranía, huyen.
Ir a elecciones en criminales condiciones como éstas es a su vez un crimen.

¿Qué hacer?
Desde la antigüedad, desde los tiempos de las pirámides hasta la fecha, siempre, siempre, siempre, que se ha intentado derrocar a una tiranía criminal como la chavista se ha recurrido a rebeliones populares a veces violentas, otras veces noviolentas y en algunas ocasiones mixtas (violentas y noviolentas). En Venezuela, lo hemos repetido hasta el cansancio, la única manera posible de salir de la tiranía chavista es a través de una rebelión popular mixta que una vez que comience recibirá sin duda el apoyo militar internacional. Es fácil escribirlo y algo no tan fácil realizarlo, pero los políticos (los verdaderos: los soñadores e idealistas) si en realidad anhelan “ser” un mejor país tendrán que organizar y realizar la rebelión.
No es sencillo, no lo será tampoco, pero hay que hacerlo, no hay opción.

La fuerza de la fe
La única unidad posible debe darse entre quienes entienden que la manera de salir de la tiranía es con movilización, protesta, acción insurreccional y rebelión popular. En este momento, aquel espíritu grande que sueñe en liberar a Venezuela conocerá algo de gratitud y reconocimiento político e histórico, porque el pueblo lo que sueña es con libertad, todo lo demás es esclavitud irrespirable, no le sirve. Lo hablé muy largo con Leopoldo López en estos días y lo sentí muy consciente del desafío, noté además que se está organizando para ello: su fuerza es su inquebrantable fe. Me contenta, porque si con alguien ha sido ingrata la política en este tiempo es con él.
Si un político es un espíritu que sueña en grande, también debe ser un espíritu que resiste en grande. Leopoldo ha soñado y resistido, su espíritu –increíblemente– permanece intacto. Pese a aciertos y desaciertos, su sueño se reorganiza, su sueño sigue…
Tiene un único destino: la libertad.