El 25 de agosto de 2012, la noche se convirtió en día en el poblado de Amuay, a las afueras del Complejo Refinador Paraguaná, cuando una enorme explosión destrozó para siempre a una de las mayores refinerías del mundo y mató a 41 personas, según las cifras oficiales.
por PEDRO GARCÍA OTERO / Caraota Digital
Un Hugo Chávez al que le quedaban siete meses de vida diría, dos días después y desde el lugar de los hechos, en la costa occidental de Falcón, que «la función debe continuar, con nuestros dolores, nuestros pesares y nuestros muertos (…) dice la Biblia: ‘la muerte será absorbida por la victoria’. Todos estos muertos, que se fueron físicamente, resucitan cada día con la victoria de la Patria”. Era, obviamente, un hombre dominado por dos pensamientos: la muerte y ser reelecto en las elecciones que ocurrirían dos meses después.
Lo cierto es que lo que hoy se conoce como «la tragedia de Amuay«, marcó un antes y un después en la historia de la producción de gasolina en Venezuela, y también, de forma explosiva, y tampoco en esto hay ironía, desnudó la corrupción existente en Pdvsa, corrupción que en gran parte tiene que ver con el presidente que agonizaba y su zar del petróleo, Rafael Ramírez, al tiempo presidente de Pdvsa y ministro de Petróleo: su primo, Jesús Luongo, era vicepresidente de refinación de la petrolera, y buena parte de las acusaciones que se han formulado posteriormente, el sector de los seguros de Pdvsa (por el que se ha acusado a otro primo de Ramírez, Diego Salazar) es uno de sus grandes focos de corrupción.
Ramírez afirma ser víctima de una venganza de Maduro, y tanto Luongo como Salazar están hoy en los calabozos de la Dgcim, en Boleíta, pero sobre sus juicios no se sabe nada; Pdvsa nunca percibió un dólar por los seguros de Amuay, y de hecho, un año después y ya con Chávez muerto, Ramírez reafirmaría la versión oficial que se ofreció desde los primeros días: que el incendio fue producto (cuando no) de un sabotaje, lo que impediría que se cobraran los seguros.
Además, la firma reaseguradora de Pdvsa había emitido serios informes sobre la seguridad industrial en Amuay meses antes. Quienes estén interesados en el tema pueden leer este especial de El Pitazo.
Una debacle explosiva
En fin: después de la tragedia de Amuay, la producción de gasolina en Venezuela cayó en picada, algo en lo que coinciden el editor de Petroguía, Andrés Rojas Jiménez, y el exdirector de Pdvsa José Toro Hardy. Si Venezuela, en agosto de 2012, tenía una capacidad instalada de producción de 1,3 millones barriles diarios, hoy produce menos de 50 mil barriles. Y la tragedia de Amuay no fue culpa de un meteorito: su ruinoso estado actual obedece, según coinciden todos los expertos, a la corrupción en la industria petrolera venezolana.
La ruina de la producción petrolera general (de 3,2 millones de barriles diarios en 1999, a menos de 700 mil en este momento, con los dos más grandes booms petroleros de la historia en el medio) tiene su reflejo en la ruina de sus instalaciones de producción de derivados.
Venezuela llegó a ser un importante proveedor de gasolina para el Caribe, e incluso en el año 2012 hubo exportaciones, señala Rojas; mientras Toro Hardy agrega que también prácticamente todos los componentes de esa gasolina se producían en el país, con excepción de uno de los más importantes, éter metil terbutílico (MTBE) que era más barato de producir en el exterior.
Para el año de la tragedia de Amuay, también, las exportaciones de gasolina de Venezuela prácticamente habían cesado, porque la producción venía en descenso y porque ese año, y en medio del último gran boom de endeudamiento para sostener un aparato estatal creado por Hugo Chávez y que ya era insostenible, y unos niveles de consumo que le garantizaran al mismo Hugo Chávez la reelección. en Venezuela hubo un pico récord de consumo de gasolina (una gasolina que, antes y hoy, en la práctica, se regalaba), de 760 mil barriles diarios.
Ese pico ha caído, según fuentes de Petroguía, a 110 mil barriles diarios. Si el dato duele, dentro de la caída general de la economía venezolana, duele más que Pdvsa no pueda cubrir tan menguada demanda: Se estima que su capacidad de producción de gasolina equivale a unos 40 mil barriles diarios.
A la caída por desinversión y falta de mantenimiento del parque refinador se ha sumado la ausencia de los aditivos de combustible, que desde 2012, han ido dejando de producirse en Venezuela y se ha pasado a depender de las importaciones. Desde 2019, y como consecuencia de las sanciones en su contra por parte de EEUU, Venezuela no puede importar prácticamente aditivos para producir gasolina, lo que ha derivado en una merma adicional de su producción. Pero debe recordarse que estos, anteriormente, se producían en el país.
Y así llegamos a 2020, donde, como consecuencia de todo lo anterior y ante la imposibilidad de importar gasolina de Rusia, que venía supliendo la demanda en los últimos meses, el país se ha quedado sin gasolina. Las sanciones a Rosneft, que al mismo tiempo hacen temer a terceros estar en igual situación ante un mercado tan importante como el de EEUU, más la enorme crisis generada por el coronavirus, han frenado las ya escasas importaciones de las que vive el país aproximadamente de 2016.
Nicolás Maduro, en agosto de 2018, habló de dar un subsidio a la gasolina a través del carnet de la Patria, y a quienes no lo tuvieran, cobrarle la gasolina a precios internacionales. Se hicieron las pruebas, que deben haber sido contundentes en cuanto a la inviabilidad del proyecto, porque tras un mes insistiendo sobre el tema, su régimen nunca volvió a hablar de ello.
En ese momento, habló de que Venezuela pagaba «18 mil millones de dólares» por importar gasolina para regalarla (y para que se fuera en contrabando, como buscaba, supuestamente, evitar la medida). Al cierre de 2017, última vez que Pdvsa habló sobre el subsidio al combustible, reportó una cifra de 6,8 millardos, informó Rojas Jiménez.
En resumen, lo que lo lleva a usted a la bomba de gasolina donde se encuentra haciendo cola para conseguir un poco de combustible es una fatal mezcla de corrupción, incompetencia y desidia que puede remontarse mucho más lejos de Amuay: a 2002, cuando Hugo Chávez, con un pito, despidió a 18 mil trabajadores de Pdvsa de un total de 36 mil, como ha señalado muchas veces Toro Hardy. Técnicos que hoy producen petróleo en el mundo entero. Los sustituyó, al sol de hoy, por una nómina de 136 mil personas, en su mayoría de nula formación profesional.
Y si no quiere hacer esa cola, como prometió Maduro, la gasolina se vende, en vastas regiones del país, a precios internacionales y más. Mercado negro del producto del que vivimos durante todo el siglo XX.
Bien lo dicen los economistas liberales: pon a un socialista a administrar el Sahara, y en cinco años habrá escasez de arena…