La trampita de Maduro

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Nicolás Maduro, el candidato a la reelección en Venezuela, está listo para firmar un acuerdo en el cual todos los aspirantes a la presidencia reconozcan el día de las elecciones el boletín que leerá el Consejo Nacional Electoral.

Por El Nacional

Nicolás Maduro, el candidato a la reelección en Venezuela, también está listo, una vez leído ese boletín, para llamar a “un gran diálogo nacional” en su condición de presidente de la República.

En relación con la propuesta de la firma de los candidatos que Maduro propone, se desconoce si el boletín del CNE ya está redactado, o lo está siendo, 45 días antes de la elección. ¿Una exageración? Solo hay que recordar que no existe ninguna pista, ningún dato oficial revisable, que permita suponer que el 3 de diciembre votaron 10 millones de electores en el referéndum sobre el Esequibo, como anunció el presidente del CNE. Tampoco existió alguna prueba visual -filas en los centros de votación, aglomeración en las calles, votantes en las mesas- que indicara que 10 millones de venezolanos, más de un tercio de los habitantes del país, se movilizaron el 3 de diciembre.

Es perfectamente válido, por tanto, dudar que el boletín que leerá el Consejo Nacional Electoral la noche del 28 de julio o en la madrugada del día 29, como su deliberada tardanza ha operado en procesos anteriores, registrará  pulcra y exactamente lo que ocurra en las mesas de votación. La pregunta que los venezolanos se hacen es si estará Maduro listo para reconocer su eventual derrota.

Lo segundo a lo que también está dispuesto Nicolás Maduro es a continuar siendo presidente después del boletín que leerá el Consejo Nacional Electoral y por eso anuncia que propondrá “un gran diálogo nacional”.

Es cierto que él seguirá siendo presidente, aun en caso de derrota, hasta el 15 de enero cuando se debería producir el traspaso de mando, un lapso excesivo, nunca visto en la historia democrática iniciada en 1958, para que el nuevo gobierno electo asuma el poder. ¿Da eso alguna confianza en el respeto del resultado electoral o es posible imaginar en ese escenario un tiempo de enormes complejidades? En caso de esa eventual derrota, no será el gobierno el indicado para hacer llamados, porque habría perdido el respaldo popular.

El gobierno de Nicolás Maduro firmó el 17 de octubre del año pasado en el Acuerdo de Barbados su compromiso de promover junto con la Plataforma Unitaria opositora “un conjunto de garantías electorales para todos los actores políticos en el venidero proceso comicial presidencial”. Desde entonces, y de manera sistemática, ha hecho todo lo contrario a lo que había suscrito.

Si esas “garantías electorales” existieran no habría ninguna duda -o se hubiera reducido a su mínima expresión- de que lo que los votantes sufraguen el 28 de julio estaría recogido en el boletín institucional que emita el Consejo Nacional Electoral, con el respaldo de la data y las actas de votación mesa por mesa.

Lo que le corresponde decir al gobierno, que se ufana de tener el mejor sistema electoral del mundo, es que reconocerá el resultado que emitan las urnas. Lo contrario es arrojar más incertidumbre sobre este accidentado proceso electoral. Solo la persistencia de las fuerzas democráticas de oposición ha convertido el 28 de julio en la esperanza de millones de venezolanos que abogan por el cambio político, como lo muestran ampliamente los sondeos de opinión y las multitudes que se expresan en las concentraciones de la campaña electoral.