Lula no la tendrá fácil, Por El Nacional

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Jair Bolsonaro prefirió irse a dormir antes que comunicarse con los brasileños para decir lo que piensa sobre los resultados de 50,9% de Luiz Inácio Lula da Silva frente a los 49,1% de él. Esta no es una buena señal, pero el presidente electo confía en que su contendor hará lo correcto y ha dicho que desde ya va a comenzar a buscar la manera de reunificar el país dividido literalmente en dos pedazos.

El Nacional

Este lunes, en horas de la mañana, se habían encendido las protestas en por lo menos 11 estados del país; son los partidarios de Bolsonaro que se niegan a reconocer que su presidente perdió. Pero no les va a quedar más remedio, pues se supone que el sistema electoral automatizado es a prueba de cualquier componenda y las votaciones del domingo se realizaron sin mayores contratiempos. Sin embargo, el mandatario ya habría sembrado la duda, la BBC afirma que durante su campaña mencionó unas 100 veces que el Tribunal Supremo Electoral estaba preparando algunas cosas en su contra.

Lula está en plena incertidumbre hasta que Bolsonaro no hable, pero eso no lo exime de reconocer y pensar en la importante división que existe en el país y asegura que está dispuesto a unificarlo de nuevo. Lo que lo llevó a ganar por apenas 2 millones de votos es precisamente la nostalgia que siente el brasileño de la bonanza y las medidas sociales que permitieron un importante avance sobre la pobreza en el país. Ese puede ser un objetivo común para todos, aunque la situación económica de Brasil no es la misma que a principios de los noventa.

Además del detalle de un rival que no reconoce su triunfo, Lula da Silva debe prepararse para ampliar su base política, pues en el Congreso enfrentará una Cámara de Diputados con mayoría del partido de Bolsonaro. También deberá negociar con muchos gobernadores afectos al expresidente. Quizás tome esta tarea como la primera, pues sin el apoyo del país nada podrá aplicarse de lo que tiene planeado.

Porque esto tiene mucho que ver con la gobernabilidad, un país revuelto es un país difícil de arreglar, que es lo que prometió Lula durante su campaña. Las protestas ya están encendidas desde ahora y lo único que puede cambiar esa situación es Bolsonaro.

Más allá de si Lula da Silva tiene vinculaciones con la izquierda latinoamericana y en ese país pareciera que se libra una batalla contra la derecha, lo que importa aquí es que la mayoría de los brasileños votaron por el líder del Partido de los Trabajadores y tiene unos zapatos muy grandes que llenar, los propios, porque la gente espera que repita la bonanza de años pasados.

Cualquiera de estas cosas que falle, unificar al país o mejorar la situación económica, ponen en una situación muy frágil al gobierno de Lula da Silva que se estrenará, si Bolsonaro quiere, el 1 de enero de 2023.