El chavismo ha apostado por el continuismo en las regiones, donde se cuecen nuevos liderazgos, y ha escogido como candidatos para las próximas elecciones a los mismos gobernadores que rigen los destinos de unos venezolanos en los que el cansancio es cada vez más patente, una muestra de la difícil renovación de sus cabezas más visibles.
Pese a que todavía no se conoce a los candidatos de todas las regiones, pues en los estados con resultados más ajustados el proceso de alargará, en al menos ocho regiones los aspirantes a gobernador serán los actuales mandatarios chavistas.
A ellos se suma un viejo conocido, el veterano Freddy Bernal, que aspirará a ganar el fronterizo Táchira, hoy en manos de la oposición, y Caracas, donde la actual vicepresidenta y ministra del Interior, Carmen Rodríguez, buscará ser elegida como alcaldesa.
Es decir, una decena de veteranos nombres del chavismo, entre los que solo se observa como rostro rejuvenecedor del liderazgo a Héctor Rodríguez, de 39 años, y actual gobernador del céntrico Miranda, llevarán las siglas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y taponarán la posibilidad de conformar una alternativa desde las regiones.
Las regiones, germen de nuevos líderes
Ese bloqueo impide que surjan nuevos nombres en las regiones que azucen el actual panorama pues, tal y como explica a Efe el presidente de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León, «la mayoría» de los liderazgos en Venezuela «provienen de regiones, de su gestión» en las alcaldías y estados.
«Los actores que se convierten en grandes líderes nacionales venían de ser lideres regionales», subraya.
León explica que el presidente Nicolás Maduro copa los estudios y han observado que, en su mejor momento, tras la muerte de Hugo Chávez, llegó a tener una popularidad del 55 %.
«De ahí en adelante, lejos de lo que suele ocurrir, que es un incremento inicial de popularidad y respaldo a un líder en ejercicio del poder, Maduro inicia un desgaste muy rápidamente (…) hasta ubicarse por debajo del 20 %», destaca.
En ocasiones, según los datos recabados por Datanálisis, «tiene 15 %, a veces 14 %, a veces 17 %», pero «en ese entorno del 15 % se ha mantenido en los últimos dos años».
Al contrario de lo que suele suceder, «la caída de Maduro no representa necesariamente la subida de alguien», ni en las filas del chavismo ni en las de la oposición.
Por eso, detalla que, aunque el nivel de popularidad de Maduro «es bajo», actualmente «no hay ningún líder chavista que este retándolo en términos de popularidad».
Acerca del vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, considerado como el contrapeso natural de Maduro dentro del partido, explica que han observado en las encuestas que «no tiene tantos niveles de conexión popular», mientras que el actual presidente del Parlamento, Jorge Rodríguez, «está más abajo».
Los únicos líderes chavistas que «solían tener hace un par de años una popularidad superior a Maduro» eran los gobernadores de Miranda, Héctor Rodríguez, y de Carabobo, Rafael Lacava.
Un partido de difícil ascenso
El PSUV, según explica el politólogo y exmilitante Nicmer Evans, tiene mecanismos de ascenso interno pero «desde una concepción de un partido estalinista, desde la posibilidad de ser parte de una de las corrientes predominantes y ser absolutamente leal y sumiso» a las tendencias que lideran Maduro y Cabello.
«En esta estructura de sucesión, generalmente los tiempos son muy largos. Un joven debe tener mucha paciencia y sumisión para ascender y avanzar», explica.
Ser útil -añade- implica ayudar al «mantenimiento de la preservación y extensión del poder de estas dos corrientes» y «estar dispuesto a hacer cualquier cosa dentro del cargo».
«No importa que esté violando la ley, la constitución o los derechos humanos siempre y cuando puedas satisfacer la necesidad de preservar el poder», comenta.
A su juicio, el origen del divorcio entre el liderazgo chavista y la ciudadanía está en la herencia del poder, ya que «Chávez tenía legitimidad, era un hombre carismático» y «había convencido a la mayoría del pueblo de que su proyecto valía la pena».
Por contra, «Maduro no es el hombre que salió a la calle a convencer a la gente», sino que fue designado y «no ha tenido la capacidad de adquirir legitimidad».
Además, Evans considera que «el clientelismo ya no les da resultado» y no pueden movilizar a la ciudadanía a cambio de ayudas económicas o alimentos, mientras los contrapesos internos no existen porque «los excluyen».
«Entre los exministros de Chávez, muchos, en este momento, no están con Maduro, algunos ya no son chavistas, incluso, son gente que ha levantado la voz», concluye.
Unas voces que parecen no ser escuchadas por el actual liderazgo chavista que no muestra signos de renovación. EFE