El coraje y la determinación de los venezolanos para enfrentar la crueldad y la barbarie son una realidad innegable que el régimen de Maduro no puede ignorar. Aunque la institucionalidad del país aún parece estar bajo su control, el deterioro de las estructuras oficiales es evidente en la resistencia diaria de la tierra de gracia en rebelión.
El 22 de octubre marcó un hito histórico protagonizado por el pueblo venezolano, lo que generó un pánico generalizado en todos los niveles del poder: nacional, regional, municipal y parroquial. Miles de dirigentes chavistas fueron vistos ejerciendo su derecho al voto en centros urbanos y rurales, especialmente en los sectores populares que en algún momento fueron bastiones del chavismo-madurismo. Esta abrumadora participación ha generado un gran debate nacional sobre el éxito del pueblo venezolano y la derrota del socialismo y su máximo exponente, el señor Maduro.
Es imposible describir en pocas palabras los alcances y las consecuencias de este proceso electoral sin precedentes, pero se puede resumir en que la guerra declarada por el régimen contra los venezolanos al privarlos progresiva y aceleradamente de sus derechos fundamentales ha tenido una respuesta inicial por parte de los ciudadanos secuestrados, empobrecidos y humillados. El sistema imperante, claramente inoperante y fallido en todos los aspectos, ha llevado a un resquebrajamiento de la base de apoyo del régimen.
Cada estado, cada municipio, el país en su conjunto y el mundo conocieron los resultados. Surgieron cifras contundentes que han servido de advertencia a muchos alcaldes y gobernadores oficialistas que actualmente ostentan el poder debido a la división de la oposición en las elecciones regionales. Las encuestas que mostraban un rechazo a los partidos políticos y a sus líderes por encima del 80% se reflejaron en el resultado electoral, donde María Corina Machado obtuvo el 92% de los votos. Los intentos de descalificar este resultado como una estafa por parte de los jerarcas y voceros oficialistas solo son acciones mediáticas y efectistas, ya que el régimen ha sido consciente de estas tendencias desde hace meses y no ha podido contener el descontento generalizado en el país.
Más de 2 millones de venezolanos participaron en las elecciones y miles quedaron sin poder votar. Todos, incluyendo los curiosos y los mismos sectores oficialistas, fueron testigos de este fenómeno electoral que marca el desmoronamiento imparable de la revolución socialista y el triunfo indiscutible de la unidad nacional. La contienda en 2024 será entre Maduro y sus seguidores incondicionales y el 90% de los venezolanos maltratados, engañados y estafados. Esto ya no admite discusión y está cuantificado a aproximadamente un año de las elecciones presidenciales.
Los voceros oficiales vociferan, amenazan y se burlan de la tragedia y la crisis que viven los ciudadanos en Venezuela y en el extranjero. ¿Quién puede creer que Maduro pueda recuperarse después de destruir la institucionalidad, la economía y el bienestar familiar? ¿Quién puede pensar que los venezolanos, que han sufrido una sobredosis de patria socialista, seguirán respaldando su propia destrucción y avalando los niveles astronómicos de corrupción? Creo que nadie que se respete a sí mismo, respete a su familia y ame verdaderamente a su patria.
Los venezolanos debemos interiorizar y convencernos de que esta pesadilla tiene los días contados. Tenemos un año para seguir construyendo la mayor unidad posible y para deshacernos de los sectores que están alineados con el régimen y que intentan dividir el esfuerzo del sentimiento nacional a través de organizaciones políticas fraudulentas con estrategias bien diseñadas. Tenemos tiempo suficiente para organizarnos en nuestras comunidades y construir una gran maquinaria ciudadana que derrote de manera contundente a la debilitada estructura oficialista.
Desde esta columna, hago un llamado a la clase política emergente y tradicional consciente para que construyan los puentes necesarios de integración y borren el sectarismo y la segregación en su accionar político. Es importante aumentar los niveles de respeto y consideración hacia cada uno de los venezolanos que están dispuestos a colaborar para alcanzar una gran victoria.
Hay miles de noticias y cientos de publicaciones de analistas que generan opiniones en la gente, por lo que es necesario un enfoque serio y responsable para desmontar toda aquella información dañina, muchas veces proveniente de fuentes fraudulentas.
Un puñado de líderes oficialistas, frente a la pérdida de respaldo popular, actuarán en los múltiples espacios que controlan para tratar de desalentar a quienes los adversan y generar caos en el pensamiento de aquellos que claman por su salida. Es imperativo evaluarlos y enfrentarlos con la verdad para desvanecer sus intenciones maliciosas. La dirigencia visible, bajo una estrategia común, debe responder a cada uno de ellos, siempre atenta a la manipulación y las medias verdades hábilmente manejadas por sus asesores cubanos, quienes también están redoblando sus esfuerzos, ya que la caída de Maduro significa la caída del castrismo en Cuba, que se sostiene gracias a los recursos que nuestra nación les proporciona.
La consigna es seguir adelante hasta el final. Debemos luchar contra el modelo socialista, recuperar la democracia y abolir la influencia cubana que ha sido instaurada por la revolución socialista.