La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2022 muestra que una de las principales razones para el abandono juvenil de los estudios es la poca pertinencia de la oferta académica, junto a la necesidad de trabajar. Además de esto, la desmotivación crece al ver que otras ocupaciones generan más dinero, logrando que el estudio ya no se vea como una herramienta para el ascenso social
Lucía Ramírez| TalCual
“Ninguna carrera me gusta”, confiesa Ariadna Brizuela, una estudiante de un liceo ubicado en Barquisimeto. Asegura que antes deseaba ser médica o abogada, pero ya nada de eso la motiva. Mucho menos cuando a su alrededor tiene a varios vecinos con una profesión pero siguen ahí, “estancados en el barrio pasando el mismo trabajo que los que no estudiaron nada”.
A Ariadna solo le falta un año para graduarse como bachiller, y admite que no sabe qué hará después. “Lo más probable es que haga algún curso, no sé si de peluquería o algo que tenga que ver con la estética. No lo he pensado”. Su objetivo es claro: “quisiera poder encontrar algo que me guste, pero que también me dé dinero”.
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2022 demostró que la razón principal que lleva a los y las adolescentes a dejar los estudios ya no es solo el factor económico, sino la poca pertinencia de la oferta educativa.
En las edades de 12 y 17 años, el 35% de los jóvenes dejó de estudiar porque no lo consideraba importante, en el caso de las adolescentes, la cifra es de un 16%. En las edades comprendidas entre los 18 y 24 años, la cifra es de 17% en las mujeres y 22% en los hombres.
Luis Pedro España, sociólogo e investigador de la UCAB, indicó que la mayoría de los que dejan la escuela más temprano “son varones porque el costo de oportunidad de los jóvenes es más alto. Las niñas también dejan la escuela pero más tarde. Son personas que entran prematuramente al trabajo de manera precaria”.
La Encovi 2022 revela que, además de la falta de interés académico, otra de las razones de peso por las que los y las jóvenes abandonan la idea de estudiar sigue siendo el deseo de encontrar trabajo y, a su vez, de ingresos. La necesidad de encontrar cómo sustentar un hogar impulsa el atractivo de los oficios y hasta del comercio informal.
José Gregorio Afonso, presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela (Apucv) sostiene que en Venezuela los oficios están resultando mucho más rentables que las profesiones. “Muchas veces estos se derivan de la experticia. La gente empieza a ejercerlos sin estudios previos” ni los necesita, explica.
Un problema de base
Parte de el fenómeno generalizado por el que los jóvenes no se sienten atraídos por la oferta académica, obedece a que no tienen una guía desde la escuela. En teoría, los estudios básicos deben desarrollar los talentos naturales de los jóvenes.
Keta Stephany, profesora universitaria e integrante del Foro Cívico, enfatiza que el trabajo de orientar debe ser desde la escuela que, dice, «deben ser capaces de identificar los talentos naturales y lo que les gusta a los estudiantes para que más adelante la universidad pueda captarlos en las distintas áreas que ofrece».
Stephany resalta que la crisis se agudizó en la pandemia, sobre todo en las escuelas públicas porque no se dieron los contenidos pertinentes. «Los muchachos estuvieron dos años sin ver clases y fueron promovidos de año. Entonces llegan (a las universidades) con problemas difíciles hasta en aspectos básicos como la lectura», dice.
A juicio de la académica, muchos jóvenes llegan a la educación superior, en consecuencia, sin tener claro en qué se quieren desempeñar. «El drama de las universidades tiene mucho que ver con la educación básica. Los muchachos llegan sin orientación ni la formación y conocimiento previo que se requiere para las carreras», recalca.
Ahora, más allá de la preparación básica, las carreras universitarias dejan de ser atractivas para los muchachos porque su camino no se muestra relevante y, especialmente, rentable. «Los jóvenes ven que, por ejemplo, un ingeniero recién graduado de una universidad como la Simón Bolívar, que es un título que requiere de mucho esfuerzo, trabajo y dedicación durante mucho tiempo, lo más que consigue es un sueldo de 300 dólares. Lo mismo ocurre con carreras como Medicina. No es que no les gusten las carreras, si no que ven que con los estudios la gente no resuelve la manutención«.
La sombra va venciendo
José Gregorio Afonso asevera que cuando los jóvenes asumen los estudios universitarios sus planes están asociados “con un proyecto personal, familiar y de vida de emanciparse, adquirir autonomía, graduarse para trabajar y comprar su casa, carro y salir de la dependencia de los padres”. No obstante, la realidad del egresado esparce una sombra enorme. «Antes usted se capacitaba para conseguir un buen trabajo que le daba acceso a bienes y servicios que le daban una vida digna. Esto se fracturó porque el trabajo capacitado ha perdido valor”, subraya.
El sociólogo Tulio Ramírez explica que ya la educación no se percibe como el mecanismo ideal y expedito para el ascenso social, como sucedía en épocas pasadas. “Aquí se consolidó en los años 70 una clase media gracias al acceso a la educación que tuvieron muchos sectores de la población, básicamente después de la caída del gobierno de (Marcos) Pérez Jiménez. En ese entonces se construyeron muchas escuelas con facilidades para el ingreso a los estudios a través de mecanismos como becas, transporte escolar y escuelas en cualquier lugar del país”, expone.
Ahora, «los bachilleres no perciben las carreras como una opción que mejore los niveles de vida». Sostiene la afirmación recordando el caso de la carreras de Educación. «El descenso de la matrícula en esas carreras ha sido del 70%. Hay escuelas de Educación que cerraron completamente sus puertas, como la Universidad Católica del Táchira, y la UCV y la UCAB han visto descender su matrícula en los últimos cinco años”, dice.
Expone que los estudiantes ahora buscan carreras cortas u oficios que les permitan ingresar con rapidez en el mercado de trabajo, incluso el internacional si tienen planes de emigrar. “En Venezuela, ser profesional no dista mucho en términos de ingreso de cualquier otro empleado no profesional. Esto ha alimentado esa percepción de que la educación no sea una opción de vida que garantice ciertas opciones”, insiste.
Afonso, desde la Asociación de Profesores de la UCV, explica que los estudios universitarios deberían organizarse por titulaciones que respondan a las necesidades de la sociedad. Pero esto no está ocurriendo de la manera correcta. De allí que haya programas de estudios desactualizados y poco atractivos. Cree que en las universidades privadas hay más flexibilidad para abrir nuevas carreras, mientras que las públicas “tienen el corsé de una política universitaria de muy bajo nivel. No hay discusiones sobre gestión del conocimiento, titulaciones que requiere el país, internacionalización de la educación superior y un conjunto de factores que son importantes”.
Por eso llama al Estado y a las autoridades a favorecer el diálogo con las universidades y escuchar sus requerimientos, “no solo de presupuestos y salarios sino también de orden académico, la posibilidad de abrir nuevos programas académicos de pre y posgrado”.