La crisis migratoria obliga a Biden a retomar la construcción del muro fronterizo. También anuncian la deportación directa de ciudadanos a Venezuela.
Por un lado, la administración demócrata reveló que planea construir un muro físico en un sector del valle del Río Grande, en Texas, que viene siendo usado como una de las rutas preferidas para la inmigración ilegal.
Por otro lado, Biden y el gobierno de Maduro acordaron reanudar las deportaciones de migrantes venezolanos que no tengan razones para pedir asilo u otro tipo de protección del Estado.
El gobierno de Biden justificó la construcción del muro ante el Registro Federal y “sostiene que hay una necesidad inmediata y aguda que requiere construir barreras físicas” para impedir el ingreso ilegal a Estados Unidos.
Así mismo, advierte que obviará al menos 20 regulaciones ambientales que hoy día impedirían la construcción en esa zona, que también es un corredor para animales que migran entre los dos países.
Cambio de política migratoria
El pasado jueves, la administración Biden trató de restarle importancia alegando que solo está cumpliendo con un mandato del Congreso que viene del 2019 cuando Trump era presidente. Ese año el legislativo aprobó cientos de millones de dólares para la construcción del muro y hasta ahora se ha negado a reasignar los recursos a otros programas.
De hecho, el propio Biden insistió esta semana en que un muro no era la solución mientras que el secretario de Estado, Antony Blinken fue enfático al decir que la administración no ha cambiado de política en torno a la construcción de barreras físicas.
Es cierto que el gobierno no está pidiendo más fondos de los que ya están apropiados para erguir muros. Además, el tramo previsto solo abarca unos 35 kilómetros de los 3600 que mide la frontera entre México y Estados Unidos. Es decir, sería solo un “paño de agua tibia” y que tardará años antes de que sea finiquitado.
Pero sin lugar a dudas constituye un giro de 180 grados frente a sus políticas anteriores que provocará la ira de grupos ambientalistas y promigración que hacen parte de la base del partido.
Migración venezolana
El anuncio en el caso de los venezolanos es muy similar. Ambos países anunciaron este jueves la reanudación de los vuelos de repatriación de connacionales, que estaban suspendidos desde hace más de un lustro tras el rompimiento de las relaciones diplomáticas.
Aunque no se sabe cuál será la frecuencia de los vuelos, se habla de comenzar con al menos uno a la semana. La movida en gran parte obedece a varios factores.
El primero es que en los últimos meses se ha reactivado el flujo de venezolanos a través de la frontera sur. De hecho, según cifras aún no oficiales de la Patrulla Fronteriza, en septiembre fueron arrestados más de 50.000, que equivalen a la cuarta parte de todas las detenciones.
Un aumento impresionante comparado con las cifras anteriores que habían caído durante el primer semestre del año tras el anuncio de una serie de programas para estimular la migración ilegal.
Sin embargo, los escollos que aún existen para acceder a ellos al parecer terminaron desatando el tsunami actual de migrantes que se ha visto exacerbado por la decisión de conceder a los venezolanos un estatus de protección temporal que les permite trabajar legalmente en Estados Unidos por un periodo determinado.
La administración acaba, precisamente, de ampliar ese programa a 500.000 venezolanos adicionales. Aunque la medida solo aplica para los que hayan ingresado antes del 31 de julio, la idea de que volverá a ampliarse se ha asentado entre los venezolanos que ahora corren hacia la frontera antes de que se cierre la compuerta en caso de que los republicanos vuelvan al poder.
Así mismo, esta enorme migración, que también incluye a colombianos y ecuatorianos, se ha traducido en un problema mayúsculo para grandes ciudades del país como Nueva York y Chicago que ahora le exigen a Biden hacer más para detener un flujo que les está costando recursos y problemas de inseguridad.
Deportación de venezolanos
Pero devolver a venezolanos a un régimen socialista como el de Maduro también era impensable hace algunos meses. La salida del senador Bob Menéndez de la presidencia de la comisión de relaciones exteriores de la Cámara Alta habría facilitado esa decisión.
Por Fe y Alegría