«La dirigencia opositora desde la segunda mitad del año pasado ha venido actuando de maneras difíciles de manejar para la elite gobernante. Empezando por el éxito de la primaria de octubre y la reactivación del entusiasmo de la base de la oposición»
Hay un aforismo atribuido a John Maynard Keynes y que toda persona en los llamados “oficios intelectuales”, sea científico o periodista, debería abrazar. Reza: “Si los hechos cambian, cambio yo de opinión”. Por volver a la siempre pertinente distinción platónica, la idea es que la episteme siempre guíe la doxa. Como he dicho antes en este espacio, la adhesión a la máxima de Keynes es bastante laboriosa cuando lo que se observa es la política y el entorno es uno de mucha arbitrariedad, puesto que hasta las normas mutan de acuerdo a los deseos de los poderosos. El resultado, insisto, puede terminar siendo un eterno palimpsesto. Los hechos que guían la opinión son señales que nos ayudan a visualizar el fenómeno completo. Quienes están familiarizados con mi opinión saben que, a partir de mi mejor esfuerzo en la captación de las señales, mis planteamientos sobre el medio en que nos encontramos los venezolanos suelen ser pesimistas. Tal vez eso pudiera cambiar, por fin.
Tan pronto como la Plataforma Unitaria anunció su decisión unánime de convertir al diplomático retirado Edmundo González Urrutia, quien hasta entonces había fungido como una especie de “cuida puestos” en la tarjeta electoral opositora, en su candidato definitivo, lo primero que pensé es que la elite gobernante haría algo para impedir tal candidatura. Después de todo, cabe esperar que González Urrutia reciba de María Corina Machado, ganadora de la primaria de octubre que le manifestó apoyo, toda o casi toda la intención de voto que por ella ha habido, la cual es, según varios estudios estadísticos, más que suficiente para ganar con comodidad los comicios presidenciales de julio. Es por eso mismo que cuando la profesora Corina Yoris iba a desempeñar ese papel, el poder fáctico actuó para bloquear su inscripción ante el Consejo Nacional Electoral.
Naturalmente, se encendieron todas las alarmas cuando surgió una primera oportunidad para que el chavismo saque de la carrera a González Urrutia. Fue este martes, durante una reunión de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia de la que, de acuerdo con información extraoficial pero brindada por periodistas especializados en la materia, podía emanar una sentencia ordenando la anulación de la tarjeta de la MUD. La sala emitió varios fallos, pero ninguno de ese tenor.
Mientras tanto, estaba por vencer una prórroga para que los partidos con tarjetas habilitadas por el CNE hicieran cambios en sus nominaciones que se vean reflejados en la máquina de votación. En todo ese lapso, los emisarios de Un Nuevo Tiempo y el Movimiento por Venezuela habían tratado de sustituir a Manuel Rosales con González Urrutia, sin éxito y sin explicaciones por parte del CNE, tal como ocurrió con los intentos de inscribir a Yoris. Ya todos los interesados daban por hecho que no se podría, lo cual por supuesto habría sido injustamente desventajoso para la oposición. Ah, pero a última hora sí se pudo. Así que la Plataforma Unitaria se fue a la cama aquel martes soltando un fuerte respiro: con su candidato en el tarjetón y específicamente en las tres tarjetas que se comprometieron a apoyarlo.
Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué los pronósticos fatalistas erraron, al menos por un día? Bueno, me parece que hay varios factores actuando a la vez para producir ese desenlace. En primer lugar, como ya he señalado, la dirigencia opositora desde la segunda mitad del año pasado ha venido actuando de maneras difíciles de manejar para la elite gobernante. Empezando por el éxito de la primaria de octubre y la reactivación del entusiasmo de la base de la oposición por primera vez en muchos años. Luego, los intentos de quebrar la Plataforma Unitaria no han funcionado hasta ahora. Hubo un peligro bastante alto de que sucediera luego de que Rosales inscribiera su candidatura sin el beneplácito de toda la coalición opositora. Pero su renuncia a favor de González Urrutia aplacó las diferencias, por ahora. Creo que esa decisión unánime de la Plataforma Unitaria fue especialmente desconcertante para Miraflores. No quiero decir de ninguna manera que la elite chavista dé por contados sus días en el poder, sino que probablemente no hay consenso dentro de ella sobre cómo proceder ante las sorpresas que ha dado la oposición, lo cual a mi juicio explica secuencias erráticas como el bloqueo a la candidatura de Yoris pero dando una prórroga que resultó en la inscripción de González Urrutia. O esta otra prórroga que permitió al nuevo abanderado opositor figurar en dos tarjetas más.
Luego tenemos otra sorpresa, pero internacional: por primera vez desde que llegaron al poder en sus respectivos países, los actuales presidentes de Colombia y Brasil asumieron posturas críticas de la situación política venezolana. Por mucho tiempo, Gustavo Petro y Luiz Inácio “Lula” da Silva miraron para otro lado mientras se profundizaba la persecución de la oposición venezolana y se ponía a esta todo tipo de obstáculos arbitrarios. Tal vez previendo que la estampida migratoria que afecta a todo el continente, incluyendo por supuesto a Colombia y Brasil por ser vecinos de Venezuela, se agravaría si el proceso de julio no ponía fin a la debacle política venezolana, aquel par decidió que no podía seguir tapándose ojos, oídos y bocas. Cuesta mucho creer que sea casualidad que Lula saludara la cohesión opositora en torno a González Urrutia justo cuando cundieron rumores sobre un posible veto a la tarjeta de la MUD.
Por último tenemos la reanudación de las sanciones de Estados Unidos a la industria petrolera venezolana, principal fuente de ingresos para la elite gobernante, por considerar Washington que no hubo las mejoras en las condiciones políticas de Venezuela que esperaba a cambio de hacer permanente el levantamiento de aquellas medidas. Pero resulta que los norteamericanos lo hicieron con un “ciertas condiciones aplican”. La nueva licencia del Departamento del Tesoro dio un tiempo a las empresas interesadas para que liquiden sus transacciones con Pdvsa y además estableció posibles excepciones para aquellas compañías que así lo soliciten. Si todo esto olía a que la Casa Blanca no quiere trancar el canal que comunica con Miraflores, las últimas declaraciones de Francisco Palmieri, encargado de la Embajada Virtual de Estados Unidos para Venezuela, aclarando que siguen negociando lo confirma.
Pero, un momento, ¿acaso las sanciones no estuvieron por años vigentes, sin producir el efecto deseado por Washington, y de paso con un entorno regional más hostil al chavismo, con los entonces presidentes Iván Duque y Jair Bolsonaro donde hoy están Petro y Lula? Sí, pero cabe la posibilidad de que, luego de saborear las mieles del alivio de sanciones en octubre y la llegada de amigos al poder en los países vecinos, el panorama de otro aislamiento diplomático luzca más indeseable que antes. Agreguen el elemento de una oposición unificada y a todas luces decidida a al menos intentar que el 28 de julio sea una oportunidad para lograr un cambio político. Esa quizá es la diferencia.
De más está decir que las buenas señales siguen siendo pocas. Vemos entretanto la persecución continua de militantes del partido de Machado y otros activistas opositores. La Asamblea Nacional afín al gobierno discute leyes que pudieran acentuar esa persecución. El TSJ quitó a Primero Justicia su tarjeta electoral y sus símbolos, para entregárselos a miembros de una “oposición” que solo lo es nominalmente. Y no obstante… También vemos la apertura de una oficina en Caracas de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional y la autorización del regreso de los representantes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, expulsados en febrero. Señales, señales. Aisladas, pudieran no decir nada. En conjunto, permiten cuanto menos considerar nuevos horizontes.
La oposición no debe bajar de ninguna forma la guardia. Debería prepararse para el peor escenario posible. A lo mejor en los próximos días hay una jugada para impedir que la nominación de González Urrutia llegue al 28 de julio. Pero tampoco descarto que haya otras buenas señales. Tal vez, y esto es un “tal vez” del tamaño de una catedral, y no cualquier catedral, sino la Basílica de San Pedro o, como mínimo la de Santa Maria Maggiore… Tal vez, digo, estemos a las puertas de una transición. Como si estuviéramos en cualquiera de esas iglesias, roguemos que así sea. Yo lo haré o porque, por lo menos, las señales no cambien tan pronto como este artículo sea publicado al punto de que sus conclusiones se vean negadas y haya que agregar una tachadura al palimpsesto.