Durante la celebración de la Santa Misa por los 65 años de Fe y Alegría, el Cardenal Baltazar Porras anunció que la Iglesia iniciará el proceso para la beatificación de los esposos Abraham Reyes y Patricia García.
Prensa CEV
La decisión fue aprobada por la Conferencia Episcopal Venezolana durante su asamblea en enero pasado. Según el Card. Porras, se da porque son “el ejemplo de la fe sencilla que fue también creciendo en ellos.”
El Cardenal Porras comentó durante la liturgia de la eucaristía, que conoció y compartió con Abraham Reyes, y fue testigo de “cómo se llenaba su espíritu y fue creciendo en su fe, su esperanza, la multiplicación de lo que un hombre sencillo y humilde, nos da el ejemplo de lo que cada uno como bautizado tenemos que hacer.”
En esta misa por el 65 aniversario de Fe y Alegría, celebrada en la iglesia San Francisco de Caracas, estuvieron presentes los hijos, nietos y bisnietos de Abraham y Patricia.
Por su parte, el sacerdote jesuita Joseba Lazcano expresó con alegría que la votación en la Conferencia Episcopal Venezolana se hizo de manera unánime y con mucha alegría de que la Iglesia haya tenido esta iniciativa.
Pero, ¿quiénes son?
Abraham Reyes nació en las montañas de Churuguara, en el estado Falcón, en 1917, mientras que Patricia García nació en Barlovento, en Miranda, en 1924.
Unieron sus vidas en Catia, Caracas, y de allí nacieron trece hijos además de atender a otros seis de crianza.
Empezaron a vivir en el barrio 18 de Octubre, encima de lo que hoy es el túnel de La Planicie. Construyeron con sus manos –y con los ahorros de Abraham, que trabajaba de noche en el aseo urbano– una casa de dos pisos pensando en el futuro de sus hijos.
Cuando tenían seis hijos y Patricia estaba esperando ya al séptimo, entregaron su casa al Pbro. José María Vélaz para hacer posible el nacimiento de Fe y Alegría.
En las propias palabras de Abraham, al terminar de construir, juntos, su casa:
Cuando vi aquello tan bonito, yo me hinqué de rodillas y dije: “mira, Virgen Santísima, esto está a la orden”, y recé un Padre Nuestro, que era lo único que yo sabía rezar entonces, para que aceptara la casa… Parece que la virgen me tomó la palabra en serio: cuando el padre (Vélaz) aceptó mi casa, yo comprendí que era la Virgen quien la estaba aceptando. Entonces sentí una gran alegría de poder colaborar con las cosas de Dios, con el servicio. Aquello me llenó de esperanza y de fe.
Además, aceptó la invitación de formar parte del primer grupo de ocho diáconos casados de la Iglesia en Venezuela. Se sentía feliz visitando a los enfermos y llevándoles la comunión.
“La fe es una búsqueda continua de Dios que sólo termina con la muerte. Yo, desde entonces, me siento muy feliz. Yo creo que cuando el hombre se da, es mucho más que dar millones, cosas materiales. Ese corazón ya nunca podrá estar amargado, aun en medio de las penas y las adversidades. Ese corazón está lleno de Dios. A los hombres les hace falta el espíritu de entrega. Uno recibe más cuando da, cuando entrega su vida, que cuando sólo piensa en instalarse. El que sólo se preocupa por amontonar cosas, es un hombre por dentro infeliz, está lleno de cadenas.
Yo amo a la gente sencilla, y le pido a la Virgen que me haga uno de ellos, que sea pequeñito, que sea como una basurita, que sea como el que no vale nada. Que nunca me considere como algo grande porque yo no soy digno. Fe y Alegría es obra de todos: yo lo que hice fue poner mi granito de arena, como otras muchas personas lo están poniendo.
Mira, yo me siento avergonzado de ver lo que Dios hace con uno. Es que uno es nada, un pobre campesino insignificante, y que Dios lo ha llamado. Y yo digo: Dios mío, ¿por qué has hecho esto conmigo?, ¿por qué tantas cosas? Es demasiado lo que nos has dado. ¿Qué he hecho yo, que puse la primera piedra en Fe y Alegría? ¡Cuántos han puesto su piedrita también como yo!“