Represión y miedo: armas de un gobierno frágil

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La combinación de pueblo y legitimidad es lo que otorga a los gobiernos democráticos la “auctoritas” política para lograr la obediencia de la población y que ésta acepte las acciones y lineamientos de sus gobernantes. Cuando esos dos elementos están ausentes, como es el caso del gobierno actual venezolano, la única opción para la clase política en el poder de obtener acatamiento social es recurrir a la primitiva combinación de represión y miedo.

Por El Nacional

El miedo es una respuesta del organismo que provoca inacción, parálisis o huida ante un estímulo amenazante. Cuando lo trasladamos al terreno de la política, el miedo se transforma, por parte de quien lo provoca, en una perniciosa herramienta de control social coercitivo porque persigue, en quienes lo sufren, conductas de inhibición y sometimiento, contrarias a lo que debería ocurrir en un ambiente de convivencia democrática. Por ello, la ausencia de miedo hacia el gobierno por parte de la población es uno de los criterios para definir cuándo el primero puede ser considerado legítimo y moralmente justo.

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La clase política actualmente en el poder en Venezuela, ante la cercanía de una coyuntura que considera peligrosa porque implica que la población exprese electoralmente su soberana voluntad, y ante el convencimiento del rechazo generalizado que la actual oligarquía provoca entre los venezolanos, ha decidido recurrir como esperanza artificial al recrudecimiento de la amenaza, el miedo y la represión ante cualquiera que no se arrodille ante el poder. La confesión esta semana de la periodista Maripili Hernández (“Tengo 40 años trabajando en los medios de comunicación y nunca antes había tenido temor de expresarme”) es un termómetro del miedo difuso y generalizado que el gobierno de Maduro está provocando como estrategia de dominación social. Detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, persecuciones, censura y amenazas por doquier son parte, como ya lo había advertido la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, en una sistemática política por parte del gobierno venezolano ante la imposibilidad de lograr obediencia y acatamiento social por otras vías.

Como recurso de dominación social, el miedo puede funcionar por un tiempo porque inhibe. Pero la historia demuestra que su duración y utilidad suelen ser precarias. Si la esperanza de un gobierno se basa sólo en la represión y el miedo, ello evidencia una enorme fragilidad. La fragilidad que deriva de una oligarquía aterrorizada ante la posibilidad de perder sus privilegios, y del miedo a que un gobierno deficitario en legitimidad y apoyo popular sea cada vez más inviable.