Siempre se supo que había talento. Sin embargo, tras cada evento celebrado durante estas décadas quedaba la sensación de un pequeño o gran fracaso. Nadie dudaba de la calidad, quizás sí del compromiso. ¿Quedaba en evidencia una frágil convicción en que la meta —el triunfo— exigía el compromiso de todos? ¿Se sobrestimaban las capacidades individuales en desmedro del conjunto? ¿Cómo hacer para que encajaran todas las piezas de manera armoniosa? Venezuela parece haber dado con la tecla.
El Nacional
La selección nacional de beisbol —la vinotinto de la pelota— es la sorpresa del V Clásico Mundial de Beisbol, luego de imponerse en sus cuatro juegos del Grupo D y, sobre todo, por sus victorias sobre la poderosa República Dominicana, sobrada de talento, y el siempre eficiente team de Puerto Rico. Y, lo mejor, en el vestuario del equipo nacional hay un ambiente de camaradería contagioso. La sensación de un bloque donde cada ladrillo es importante: en una carrera vertiginosa a home, en un lanzamiento acertado para cerrar el juego. En una breve charla para mantener el enfoque.
Venezuela lleva más de dos años preparándose para el Clásico Mundial de Beisbol, una competencia que comenzó su andadura apenas en 2006 y ha ido ganando terreno en el ámbito deportivo mundial con la incorporación de países a los que se supone, en principio, ajenos a este juego tan nuestro, como Gran Bretaña, Israel, la República Checa, entre otros. Además de los sempiternos rivales del Caribe y los formidables elencos de Estados Unidos y Japón.
En agosto del año pasado la Federación Venezolana de Beisbol tomó dos decisiones para recorrer este camino diferente que sigue ahora la selección: la ratificación de Luis Blasini como gerente, quien cosechó éxitos al frente de Magallanes, y la designación de Omar López, como manager.
López es un grandeliga que por más de 20 años ha trabajado para la organización de los Astros de Houston, uno de los más exitosos equipos de beisbol en la última década. Campeón en la pelota local con Caribes de Anzoátegui, ha dirigido más de 1.000 encuentros en las filiales de las Ligas Mayores y es el actual coach de primera base de los Astros, campeones de la Serie Mundial de 2022. Está donde está por méritos propios y trabajo constante. Atributos indispensables para comandar un grupo de peloteros de altísimo nivel, encabezado por Miguel Cabrera.
Cabrera, en el último año y Clásico de su prodigiosa carrera, es el capitán del equipo. Es el líder reconocido por todos, que admiran sus desmesurados logros, longevidad, e inteligencia para jugar que ya apuntaba desde la adolescencia a lo que ha añadido la madurez profesional de un ícono deportivo. El que da una palmada en el hombro o reprende con autoridad.
Lo demás es playball, que salgan al terreno Altuve y Giménez, Salvador Pérez y Eugenio Suárez, Santander, Peralta, Escobar, Arráez, López y que Martín Pérez, además de lanzar tan bien, vuelva a cantar el Himno.
“Lograremos la mejor representación de Venezuela”, pronosticó en agosto pasado el presidente de la FVB, Aracelis León, persuadido de que no se llega lejos “de la noche a la mañana”. Un equipo de peloteros, técnicos y dirigentes comprometidos enseña el camino de las cosas bien hechas. “Por nuestro país, por nuestra familia, nuestros hijos, por nosotros”, como dijo Cabrera.