El programa de alimentos subsidiados creados por la administración de Nicolás Maduro en 2016, no ha logrado resolver en estos siete años las necesidades nutricionales de una familia. Los productos de la cesta CLAP siguen siendo bajos en calidad y con poca supervisión a los estándares internacionales y nacionales
Ahiana Figueroa|@ahianaf|TalCual
Este mes de abril se cumplen siete años de la creación de las llamadas cajas CLAP, el sistema de distribución de alimentos subsidiados a la población de menores ingresos. El esquema ideado por la administración de Nicolás Maduro tiene, en menos de una década, diversas irregularidades que van desde el control de los militares del programa hasta corrupción en funcionarios de diferentes niveles jerárquicos. Más importante aun, es que no llegó a suplir las demandas nutricionales de la población venezolana y en muchos casos sus productos no han sido aptos para el consumo humano.
Por otra parte, los productos son distribuidos por los Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP) de cada calle, barrio o urbanización, que en su mayoría son controlados por afectos al partido oficialista PSUV. Desde este momento, surgen las dudas sobre su eficacia debido a las denuncias de discriminación para acceder al beneficio si no se es partícipe del partido de gobierno.
Más allá de esta situación, analistas han señalado que los productos de la cesta CLAP siguen siendo bajos para las necesidades nutricionales de una familia. Edison Arciniega, presidente del Centro de Estudios Agroalimentarios (CEA), destacó que el número de kilogramos promedio por cada familia que recibe el combo CLAP nunca supera los 9,10 kilogramos y nunca es menor a los 7,6 kilogramos, lo que significa que el beneficio «no marca la diferencia en cuanto a los requerimientos de los venezolanos».
Para Transparencia Venezuela, la implementación de este programa fue «improvisado» y trajo consigo la prolongación de la crisis de alimentos que vivió el país tanto en producción como en distribución. «No tuvo una sostenibilidad económica ni organizacional».
Maduro afirmó recientemente que 7,5 millones de familias venezolanas reciben al menos una vez al mes una bolsa o caja CLAP, es decir, 22,5% de los 33,7 millones de venezolanos, según la cifra oficial del Instituto Nacional de Estadística (INE). Aunque el porcentaje de personas beneficiadas luce importante, también significa poco para un país cuyo umbral de pobreza de ingresos llega al 82% de la población.
Por otra parte, recalcó que desde 2020 se ordenó el cambio total de los productos que integran la caja CLAP hacia la producción nacional. Según sus datos, en 2022 se logró que 95% del contenido de los CLAP sean producidos en Venezuela. Vale la pena resaltar que la importación de artículos para este programa de atención social derivó en graves problemas de sobrefacturación y corrupción, así como bajos estándares de calidad. La caída de productos importados —además— obedeció más a las sanciones de Estados Unidos contra la administración de Maduro, que una intención real del gobierno de darle participación al sector privado.
Dieta desequilibrada
El último informe elaborado por Edison Arciniega, presidente del CEA, indicó que los venezolanos tienen hoy en día una dieta desequilibrada, a pesar de haber aumentado el consumo. Los resultados del estudio dan indicios de que el programa de subsidios no logró cambiar tampoco los patrones de alimentación de los venezolanos.
«Se registró en el 2022 un incremento del consumo de alimentos, concentrado fundamentalmente en los alimentos capaces de generar saciedad (ricos en carbohidratos), no siendo de igual dimensión el consumo de otros tipos alimentarios que aportan fundamentalmente proteínas y micronutrientes», destacó el informe.
Los resultados del estudio señalan un consumo per cápita promedio al mes de cereales que excedió 76,54%y un consumo de carne de res cercano de 1,16 kilos per cápita al mes.
Por su parte, el consumo de carne de aves, fundamentalmente pollo, se ubicó por el orden de 2,21 kg por mes lo cual implica un déficit de 1,99 kg (47,30% de déficit) con respecto al requerimiento per cápita por mes del biotipo nacional, que es de 4,20 kg por mes. Mientras que el consumo de lácteos es de 2,26 kg de lácteos (por su equivalente nutricional en el peso del queso) per cápita por mes, lo cual implica una brecha de 0,16 kg con respecto a los requerimientos.
«Estamos en presencia de una dieta desequilibrada, que aunque incrementó el número de kilos per cápita de alimentos consumidos, lo hizo cumpliendo los patrones sociohistóricos de satisfacción de las necesidades nutricionales del biotipo venezolano, lo que se nos traduce en una disposición estimada de proteínas per cápita al día de sólo 42 gramos, lo que implica un déficit diario de 33 gramos. La pobreza alimentaria proteica es la base de un conjunto de patologías inmunitarias, de regeneración de tejidos y desarrollo de la primera infancia, todas de alta gravedad», recalcó Arciniegas.
Destacó igualmente, que hay una disposición de calorías estimada en 2.500 kcal, lo cual implica un superávit calórico de 300 kcal. Esto apunta a que el consumo excesivo de calorías puede inducir al desarrollo de obesidad, la cual puede estar asociada a un efecto rebote agudo entre quienes vienen de un consumo deficitario, con el consiguiente impacto en el desarrollo de patologías como la diabetes.
«Esta situación genera que en el país, producto de los desequilibrios asociados a la dieta, se esté activando una incidencia general de patologías sanitarias asociadas a la malnutrición como la obesidad, el retardo de crecimiento y afines».
Mala leche
La falta de control sanitario en el país ha llegado a los productos de las cajas CLAP. La última denuncia sobre irregularidades en los productos ocurrió el pasado 26 de marzo, cuando la Contraloría Sanitaria de Guanare, en el estado Portuguesa, ordenó el cese de la distribución de Atún A, marca comercial del producto que distribuyen en las bolsas de alimentos de los CLAP, en medio de una controversia por la calidad del atún que fue entregado a las familias de esa entidad en febrero pasado.
«El Atún A es cartón molido», se denunció a través de redes sociales y medios de prensa, cuya producción de este alimento está a cargo de la empresa Evalsa, empaquetadora en Portuguesa de este programa.
Esto se suma a las denuncias de los perniles en mal estado distribuidos en los CLAP en las épocas navideñas. La última de estas denuncias ocurrió en diciembre de 2020 cuando los beneficiarios de La Guaira, Guarenas, Guatire y Los Teques, en donde videos publicados en redes sociales mostraron piezas de color verdoso y según afirmaron con «mal olor».
«Los granos que vienen en las cajas son malísimos, no se ablandan nunca», contó Eneida Contreras de 62 años, habitante de la parroquia Petare en Caracas. «Ni hablar de la harina (de maíz precocida) yo la ligo con una harina PAN para poderla comer y no botarla», agregó.
El caso más sonado sobre la falta de calidad de los productos CLAP fue sin duda la leche en polvo de los CLAP que, en realidad, según expertos en la materia, tenía más de polvo que de leche, según demostraron las investigaciones del portal Armando.info. Más allá de las cifras, lo cierto es que los venezolanos recibían productos poco (o nada) nutritivos que llegaban al país provenientes de países como México.
Con base en estudios científicos, el reportaje estableció que las bolsas de leche fabricadas por empresas mexicanas contenían valores muy por debajo de los mínimos establecidos por el Instituto Nacional de Nutrición (INN). Se trataba de sucedáneos de leche pero de ninguna manera leche completa, como reflejaban las etiquetas de los distintos productos.
El reportaje se sustentó en un análisis realizado en el Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad Central de Venezuela (UCV) a ocho marcas de leche producidas en México y distribuidas entre septiembre y diciembre 2017 por los CLAP, ninguna de las cuales cumplía con los parámetros mínimos establecidos por los organismos venezolanos, y menos por los estándares internacionales.
Entre los descubrimientos se tiene que la supuesta «leche en polvo» contenía niveles más bajo de los mínimos requeridos en energía, proteínas, grasas y calcio, mientras que los valores de carbohidratos y sodio superaban con creces los estándares permitidos.
Además, a finales de 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Venezuela resaltó que si bien el CLAP ha servido para complementar entre 10% y 20% la alimentación de base en la población que lo recibe, es importante analizar la posibilidad de aumentar y diversificar la comida que se entrega a través de esa iniciativa. En ese sentido, detalló que hay productos energéticos como pasta, arroz y aceite, pero que debía verse la posibilidad de integrar más nutrientes en esas entregas como las verduras.
Tiempo después, en enero de 2021, la propia FAO afirmó que la oferta alimentaria en Venezuela deja por fuera a 6,5 millones de personas, es decir que 25% de la población venezolana no tiene garantía de su seguridad alimentaria. Señaló en un documento que Venezuela en este panorama muestra un aumento del número de venezolanos subalimentados, con hambre, desnutridos y con poco acceso a los rubros alimenticios.
Pero el «punto sobre las íes» fue la declaración de Mario Lubetkin, subdirector y representante regional de FAO para América Latina y el Caribe, quien señaló que «ninguna política por sí sola puede proporcionar la solución a esta problemática. Es necesario reforzar los mecanismos de coordinación nacionales y regionales para responder al hambre y la malnutrición».
Sabor político
El uso del programa de alimentación CLAP para propaganda política y/o para captar seguidores al partido de gobierno quedó evidenciado cuando en las elecciones del 6D de 2020, los CLAP fueron incorporados a la Red de Articulación y Acción Sociopolítica (RAAS), una instancia que debutó en esa contienda y que, según la narrativa oficial, buscaba coordinar a nivel local «las acciones entre el Estado y las organizaciones del Poder Popular en procura de la mayor suma de felicidad posible de sus pobladores».
En una nota informativa de TalCual, se indicó que la propia plataforma Misión Verdad admitió que la estructura de los CLAP —que funcionan con recursos del Estado venezolano— son usadas con fines partidistas a favor del PSUV. «En estas elecciones, los que componen ese sistema en las comunidades, es decir, las Unidades Bolívar-Chávez (UBCH), los Consejos Comunales y los CLAP, han organizado la campaña electoral del chavismo».
Transparencia Venezuela destacó en un informe que la distribución de los alimentos se realiza según la disponibilidad de los productos de la cesta básica, y lo más grave aun, tiene un componente discrecional: quien no comparta ideología política no podrá acceder a los alimentos. Así lo afirmó en 2016, la entonces gobernadora del estado Cojedes, Erika Farías: «Los CLAP no es para los escuálidos ni para los contrarrevolucionarios».