La deficiencia y precariedad de los servicios públicos que labró la administración de los rojos, rojitos retrocedió al país a la ruralidad
Valentina Rodríguez Rodríguez / TalCual
Jorge Montiel vive de caletear agua en Punto Fijo, Falcón, región que registra sectores que no reciben agua por tubería durante meses; Omar Arévalo desde hace unas semanas ensilló su caballo para poder trasladarse al centro de Cumarebo, Falcón, y hacer diligencias; Luz Marina carga troncos para poder cocina con leña en San Antonio (Táchira), tiene cuatro meses sin conseguir gas; y en las adyacencias de la autopista Gran Mariscal de Ayacucho cerca de Barcelona, (Anzoátegui) hace años que queman la basura ante la inoperancia del aseo urbano. Este es retrato de lo servicios públicos en el país potencia de la revolución progresista del siglo XXI.
La deficiencia y precariedad de los servicios públicos del país que labró la administración de los rojos rojitos no es algo nuevo; pero se agudizó estos días de cuarentena nacional, decretada para evitar la propagación del covid-19 en el territorio nacional. También la escasez de gasolina radicalizó más la vuelta al precámbrico.
Según la más reciente encuesta de la Comisión de Expertos de la Salud para hacer frente a la pandemia del coronavirus de la Asamblea Nacional (AN), publicada este 17 de abril, 89% de la población padece fallas en el suministro eléctrico, 73,4% en el de agua, 52,4% el de gas y sólo el 1,6% del país reporta un servicio de transporte suficiente y accesible. En pocas palabras, un colapso total de los servicios públicos.
En burro, en perreras o a pedal
A principios de abril de 2020, los habitantes del municipio Falcón -región donde se encuentra el Centro Refinador Paraguaná, el segundo de su tipo con mayor capacidad del mundo- debían esperar hasta cinco horas para poder conseguir transporte; mientras que los residente de Santa Rosa, en el mismo estado apelaban a caminatas de más de una hora para poder ir a hacer compras a Cumarebo; y en los de Zamora decidieron ensillar caballos y arriar burros para trasladarse a hacer sus diligencias.
Ante la reducida circulación del transporte público por la cuarentena y las dificultades para abastecerse de combustible , las denominadas “perreras” vuelven a surgir como medio de traslado de pasajeros en la entidad.
Al otro lado del país, en Anzoátegui, donde se encuentra la refinería de Jose, el mayor puerto petrolero del país, los camiones ganaderos y de bombonas de gas se han convertido en los autobuses ante las fallas en el transporte a raíz de la escasez de gasolina. En Barcelona, por ejemplo, estos vehículos han sido la solución para los habitantes de diversas comunidades, entre ellas Cruz Verde, El Tamarindo y las tres rutas de El Viñedo; reseñó diario El Tiempo.
Los barquisimetanos desempolvaron y repararon sus bicicletas para poder movilizarse. Calles y grandes avenidas como la Venezuela, Vargas, Morán y Libertador, entre otras, son recorridas en bicicletas por personas que requieren movilizarse, publicó El Impulso. También hay quienes caminan más de tres kilómetros diarios para comprar alimentos o para llevar adelante sus labores. La falta de combustible generó la irregularidad (y en algunas zonas, ausencia) de vehículos particulares y públicos en la entidad.
En la parroquia Los Cortijos del municipio San Francisco (Zulia), con el único servicio que cuentan es con el delivery de agua potable en burros. Una pipa de agua cuesta 80 mil bolívares.
Desde el pasado 20 de marzo no hay estado de Venezuela que no reporte fallas o restricciones en el suministro de combustible. Táchira y Zulia son algunos de los estados que tenían restricciones en el suministro de combustible desde antes de la cuarentena nacional decretada, el pasado 16 de marzo, para evitar la propagación del covid-19 en el país. Ambas entidades fueron las primeras en decretar la suspensión de suministro de combustible, posteriormente indicaron que sólo serían atendidos vehículos de sectores prioritarios: salud, la alimentación, seguridad y telecomunicaciones.
Sin agua no se puede vivir
En Cumarebo, el pasado 6 de abril, tras el anuncio de la suspensión del servicio de agua por tres días debido a fallas en la estación bombeo Hueque a causa de las fluctuaciones eléctricas, muchos apelaron a bañarse en quebradas, según reportó La Mañana. La entidad noroccidental es una de las más afectas por las fallas en el servicio de agua, sumas dos décadas de promesas, racionamiento, acueductos inconclusos y muchos días de sequía.
Cargar agua para es parte del día a día de la mayoría de los falconianos y una forma de ganarse la vida para unos cuantos. Con carruchas, carretillas y carretas salen padres de familia a cargar agua para venderla a domicilio.
Una de las soluciones a la problemática fue la creación de fuentes comunales de agua potable, en ambos sentidos de la intercomunal Alí Primera (Paraguaná).
Una de las principales recomendaciones para evitar el contagio de la covid-19, que hasta este 22 de marzo ha cobrado la muerte de más de 170.000 personas en el mundo, es lavarse las manos con agua y jabón varias veces a día.
A un mes de la cuarentena, 200 comunidades de Iribarren y Palavecino (Lara) agonizaban por falta de agua. Fallas en el servicio eléctrico afectan el suministro del líquido.
En Zulia, residentes del sector Campo Mío, en Lagunillas, en la Costa Oriental del Lago (COL), tienen más de dos años sin suministro de agua a través de tuberías, informó La Verdad. Y un camión cisterna, que era la solución para muchos, en algunas zonas están cobrando 40 dólares por llenar un tanque.
En los 21 municipios del Zulia es constante ver en las calles a los ciudadanos empujando pipas, tobos y cualquier tipo de envase a sitios donde puedan llenarlos y regresar a sus hogares.
La Comisión para los Derechos Humanos del Zulia (Codhez) denunció que en el contexto de la cuarentena por covid-19, desde el 13 hasta el 24 de marzo se reportó que al menos 87 sectores del Zulia ubicados en ocho municipios y 31 parroquias, denunciaron dificultades de acceso al agua potable.
Cocina a fogón
En los pueblos fronterizos de Táchira cocinan a leña y no porque les parezca que así es como se debe hacer un sancocho o porque las pizzas sean más sabrosas: a falta de gas y luz es la opción que les queda. La señora Luz Marina, entrevistada hace unos días por La Nación, indicó que al barrio 5 de Julio de San Antonio desde enero no le llega gas. “Enero, febrero, marzo y abril. Cuatro meses aquí sin gas”.
En Tucacas (Falcón) resolvieron también cocinar con leña por la falta de gas doméstico.
Luz eléctrica, casi una ilusión óptica
Servicio eléctrico continuo, sin parpadeo ni bajones es una rareza en la mayoría de los estados del país. Un cuento de otros tiempos. Si a quienes laboran actualmente en la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar les dio clase la maestra que hace unos días aseguraba en Venezolana de Televisión (VTV) que el Guri era el encargado de surtir «agua a todo el país», esa puede ser una de las razones de la ausencia del servicio, sin olvidar a los chicos de Derwick, por supuesto.
Táchira, Zulia, Mérida, Falcón y Lara no han dejado de reportar fallas y ausencia del servicio en algunas zonas por más de 48 horas, desde que comenzó la cuarentena.
La escasez de gasolina y la cuarentena nacional agudizaron la situación de los servicios públicos y la precariedad en la que está sumido el país, país que gozó por más de cinco años, consecutivos, de la renta petrolera más alta que se haya registrado alguna vez.