¡EL CACAS SE CONFIESA! Gustavo Petro: Nicolás Maduro eligió políticas de muerte y una economía fósil

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El candidato izquierdista colombiano, Gustavo Petro, dio inicio a una nueva estrategia de marketing político para alejar su imagen del chavismo. En una entrevista ofrecida a la Revista Semana, el aspirante presidencial criticó la política de Nicolás Maduro a quien calificó como una persona «que está dentro de «la política de la muerte»

Por semana.com

Acotó que el dictador es un elemento conservador que defiende la economía fósil.

SEMANA: ¿Quién es Gustavo Petro?

GUSTAVO PETRO (G.P): Gustavo Petro, en una palabra, es un luchador. Ha sido la característica de mi existencia. No nací en una familia rica ni con comodidades, pero mi papá tampoco, por eso era un luchador, un costeño joven que se vino a estudiar a Bogotá, como muy pocos en aquel entonces.

Él me enseñó el gusto por la lectura. Era un lector diario, cotidiano, tenía una pequeña biblioteca y a partir de esos libros fui construyendo los primeros escalones de mi vida intelectual, me volví matemático bueno.

Por ahí entonces estudié economía en la universidad que pagaba con una baja cuota semestral y logré incluso estar becado a partir de mis buenos niveles de calificaciones.

Esa figura de excelente estudiante se fue articulando a otra, que era mucho más problemática, que eran mis ideas políticas por las que luché y a partir de ellas encontré un mundo, primero en Zipaquirá, donde tuve que trabajar asalariadamente y al final, a partir de allí, me he convertido en un dirigente político de la sociedad colombiana, querido sobre todo por su juventud y por sus clases trabajadoras y obviamente, en cierta forma, excluido por quienes mantienen un nivel de privilegios y corrupción en el país absolutamente abominable y han llevado a esta sociedad a ser una de las más violentas del mundo. Ese es Petro, algo intelectual, algo poeta, algo resistente y un poco terco ante la idea de que se puede cambiar el país.

SEMANA: ¿Recuerda algún poema suyo?

G.P.: Yo escribía poemas, obviamente nunca me los aprendía de memoria, no sé a dónde fueron a parar, porque los regalaba a quien iban destinados, por ahí a algún amor por ahí perdido.

Sí recuerdo poemas, como el de Pablo Neruda que siempre se menciona: puedo escribir los versos más tristes esta noche, pensar que la he perdido… el cielo está estrellado y titilan azules los astros a los lejos…

Me gustaba mucho Pablo Neruda, porque hay como una articulación con el boom latinoamericano. Yo fui joven en el boom latinoamericano, García Márquez, Pablo Neruda, Vargas Llosa y cierto mundo de la nación que se logró dejar influenciar del boom latinoamericano, lamentablemente eso se ha perdido, y era la frase bien construida, la frase inteligente, en la canción, la canción era una especie de poesía cantada que fue parte de ese boom latinoamericano. Ya hoy estamos en otras ondas que no me parece que sean mejores, creo que hemos degradado un tanto el mundo y la vista artística del pueblo latinoamericano y que es hora del resurgimiento de un renacimiento latinoamericano del arte y de la cultura.

SEMANA: A propósito de Neruda y de Chile, hablemos de la elección de Gabriel Boric como presidente de Chile

G.P.: Además porque estábamos en un festejo navideño, pero cayó la noticia ahí mismo, debo confesar que me emocionó. Pablo Neruda fue candidato presidencial en Chile y perseguido, hay películas que cuentan esas historias, García Márquez también tuvo que exiliarse, lo perseguían porque decían era miembro del M-19 y la verdad García Márquez sí era muy amigo de Jaime Bateman, dos caribeños excepcionales que han marcado la historia contemporánea en Colombia. En Chile es como si García Márquez volviera a revivir, pero es Pablo Neruda el que vuelve a revivir, Allende, pero es una historia que no puede quedar en el pasado, no puede ser una nostalgia. Boric representa la juventud latinoamericana.

Él fue hace 10 años uno de los dirigentes estudiantiles, una enorme movilización, que buscaba la educación pública gratuita y en 10 años de convirtió en presidente. Es alguien que si estuviera hoy en Colombia lo hubieran llamado vándalo.

Como presidente creo que va a dar un gran salto en materia de la lucha social, en términos de salud y pensión. Boric tiene la misma propuesta de reforma al sistema pensional chileno que la que yo he presentado. No es que seamos iguales, hay que superar el neoliberalismo como un sistema de ideas dominante en los gobiernos de estos países para abrirle paso a la garantía real y efectiva de los derechos de la gente.

Lo de Boric es no solo una nostalgia que me hizo llorar, obviamente, sino además una apuesta por una contemporaneidad latinoamericana, que hoy tiene que ver con cómo lograr que la sociedad latinoamericana sea una sociedad el conocimiento, de la educación, del equilibrio con la naturaleza. Cerebros y naturaleza son los dos grandes pilares, y pondría un tercero: la sensibilidad. O sea, cerebro, naturaleza y corazón. Esos son los grandes baluartes so los que se puede construir la sociedad latinoamericana.

SEMANA: ¿Qué tiene usted de parecido con Boric?

G.P.: Es una oleada, los pueblos de Latinoamérica entendieron que llegó el momento del cambio.

En la necesidad de superar el sistema neoliberal. Lo que junta a Santos con Uribe, lo que junta Duque con Piñera, lo que junta al conservatismo y al liberalismo es un sistema de ideas. Ese sistema de ideas que ha gobernado en Colombia durante las últimas cuatro décadas y que tomó como ejemplo precisamente ese sistema de ideas de Chile, bajo la dictadura de Pinochet. Lo que hoy rige es lo que se llama el neoliberalismo, que nace en la dictadura chilena.

Boric y Petro lo que están proponiendo es salir de ese sistema de ideas. Boric y Petro lo que están proponiendo es salir del sistema neoliberal. ¿Hacia dónde? ¿Hacia el castrochavismo? No, estamos proponiendo sociedades productivas fundadas en el conocimiento.

SEMANA: Boric es hijo de un movimiento estudiantil y social que derivó rápidamente en una Constituyente, ¿definitivamente usted no considera una Constituyente para Colombia?

G.P.: No, porque los chilenos nunca pudieron salir de la Constitución de Pinochet. Todavía rige esa Constitución, Pinochet si estuviera vivo sería senador. Hay una institucionalidad construida y nacida del régimen de Pinochet.

En Colombia, al contrario, nosotros pudimos, nos costó luchas y los hicimos con fuerzas diversas. Hicimos la Constitución del 91 y derogamos una anacrónica Constitución de 1886. Fue esa juventud, a la que pertenecí, la que derogó la Constitución de 1886.

Nosotros no entramos a un proceso Constituyente, nosotros lo que debemos entrar es a un cambio real del Congreso de Colombia, para que las reformas puedan ser hechas como un pacto ciudadano y puedan aplicar la Constitución del 91 a cabalidad.

SEMANA: La mayoría de líderes de Latinoamérica es de izquierda…

G.P.: La palabra izquierda es muy europea, muy famosa en medios de comunicación de Colombia, pero muy poco aplicable.

Lo que hay hoy no se puede calificar ni de izquierda ni de derecha sino a través de otro prisma político: es la política de la vida o la política de la muerte.

Por ejemplo, un dirigente como Evo Morales nunca se proclamó de izquierda, él es la biografía de un dirigente indígena, pero esto no lo capta una mente europea. Por ejemplo, Pedro Castillo, más que un dirigente de izquierda, es un hombre muy del mundo rural peruano.

Yo lo que diría es que la realidad del mundo político latinoamericano no se puede enmarcar bajo el prisma europeo de izquierda, derecha o centro, se tiene que enmarcar desde la perspectiva posmoderna, que tiene que ver con el filtro político de la vida, como el criterio consolidador de una política.

Hoy problemas como salvar la selva amazónica o afincar una sociedad del conocimiento son temas que no transmitía la izquierda europea. Son más formas de progresismo, porque el progresismo es más una sombrilla multicolor que puede definir las realidades políticas del hoy. Los 8 millones de colombianos y colombianas que votaron por mí en 2018 no son de izquierda.

SEMANA: Entonces para usted este concepto de izquierda es un poco anacrónico…

G.P.: Sí, es anacrónico. El mundo de la izquierda es mucho más pequeño, que deja problemas también como una visión autoritaria del Estado, un estatismo exacerbado. Entonces esa izquierda existió, pero lo que existe en Latinoamérica es una nueva propuesta que tiene que ver con la crisis climática, con la diversidad social, con la democracia viva.

SEMANA: ¿Qué opina hoy de Nicolás Maduro?

G.P.: Es un tipo que no ha sido capaz de desligar a Venezuela del petróleo, es una persona que está dentro de las dirigencias de la política de la muerte.

SEMANA: ¿Chávez era diferente?

G.P.: Chávez intentó desligar a Venezuela del petróleo, pero fracasó. Fracasó porque lo sustentaba sobre la base de elevar el precio del petróleo, Venezuela se llenó de dólares y quienes vivían allí creían que eso era el cambio y votaban por él, una y otra vez cada vez que hacían elecciones y nadie decía que eran fraudulentas. Pero la perspectiva era vivir del petróleo pensando que así se podía salir del petróleo. Eso es lo que he puesto en discusión en Colombia.

Luego, la imagen de Maduro no es de un líder de izquierda, es un integrante muy conservador de las facciones más regresivas de la política mundial que están tratando de defender que el mundo permanezca en una economía fósil.

Chávez hace parte de un progresismo que no le dio respuestas a América Latina y por eso fue derrotado una y otra vez en elecciones, no Chávez, sino la idea del nacionalismo ligado a subir el precio de las materias primas, pero no salir de las materias primas, que es lo que creo que debe hacer el progresismo hoy en día.

SEMANA: ¿Fidel sí era de izquierda?

G.P.: Él hace parte de otra generación, es la izquierda del poder soviético. Cuba es hija del poder soviético, de la estatización exacerbada y de modelos autoritarios de conducción política. Y creo que se han dado cuenta que no se puede mantener una estructura autoritaria sobre una sociedad que es libertaria, caribeña.

SEMANA: ¿Cuál es el Dios de Petro?

G.P.: Yo tengo una formación católica. En mi colegio público, donde estudié el bachillerato, era regido por curas lasallistas. Y ahí ellos tenían una división de ideas, los viejos eran franquistas.

Y los curas jóvenes estaban metidos en la teología de la liberación. Ellos siempre decían, ¿qué es la teología de la liberación? La opción preferencial por los pobres, desde una visión muy cristiana. Eso a mí me impregnó y siempre vi en este tema de mi acción política una opción preferencial por los pobres.

Y no lo digo como discurso. Cuando me ubico en Zipaquirá, luché por los pobres y cuando estuve en Bogotá Humana, toda la política de Bogotá Humana, de pronto ahí hubo un error, fue priorizar los sectores más excluidos en políticas concretas que fueron eficaces porque o sino no tendría el apoyo que tengo hoy, sobre todo en lo que llaman la media luna bogotana, que es el sur y la parte más occidental de la ciudad y nos desliga un poco de la clase media.

Lo que pasa es que con el crecimiento de la clase media, no fuimos capaces de construir una narrativa que sedujera a la clase media, por eso votaron por Peñalosa, quien destruyó la Bogotá Humana.

SEMANA: ¿Pero va a misa, se confiesa, comulga?

G.P.: No soy practicante, no soy rezandero. En la teología de la liberación lo que importa no es la forma, el rito, sino el compromiso, he visto católicos que se arrodillan y votan por Uribe para que mate muchachos. Yo no creo en estos rituales sino en el compromiso. Jesús ama una trabajadora sexual que va a ser lapidada y es trabajadora sexual porque es pobre y se convierte ella en uno de los pilares del catolicismo. Ese Jesús es un Jesús de compromiso, él logra convencer a los hombres que quieren lapidar a la mujer, ahí está sociedad patriarcal, la sociedad de la injusticia, la sociedad desigual. No es el lapidador el que tiene la razón, es la trabajadora sexual.

SEMANA: ¿Pero Petro ora?

G.P.: No tengo que mostrarlo, uno no ora para que otro se dé cuenta.

SEMANA: ¿Se sabe el padrenuestro?

G.P.: Tampoco lo rezo en voz alta, es que me parece que todo eso es una apariencia, que trata de ocultar la falta de compromiso, porque el compromiso cristiano es otro, no es el que ejerce la sociedad cristiana. Estamos en una de las sociedades más desiguales y es católica, luego hay una falsedad, hay una incoherencia entre leer la biblia y practicarla. Mi vida la he experimentado como un compromiso por los sectores más pobres de la sociedad. La palabra cristiano viene de Cristo y la palabra que yo uso es Jesús, que es el ser humano, el que lucha, el que cambia el mensaje.

SEMANA: ¿Cómo era Petro de niño?

G.P.: Un niño criado en afecto. Me crie en Bogotá, era un niño cachaco, introvertido, jugaba con mis hermanos, con poca vida social, pero me contacté rápidamente con el mundo de Córdoba, Ciénaga de Oro, una crianza con mujeres. Y los libros, que fue lo que me dejó mi mamá.

SEMANA: ¿Se acuerda de sus juguetes?

G.P.: Extralandia, que es una empresa de plásticos, eran ladrillitos, yo hacía casas y edificios, pasaba días haciendo casas. Después jugaba la guerra de los romanos, después en la etapa de preadolescente hacía mapas, llenaba las paredes de mapas, fui bueno en eso pero no lo desarrollé, los mapas me permitieron acercarme al mundo, conocí el mundo fue haciendo mapas, que era una actividad solitaria.

SEMANA ¿Le regalaron pistolas?

G.P.: Sí, pero no me atraían. Una vez disparé un revólver, creyendo que era de juguete.

SEMANA: ¿Cómo fue eso?

G.P.: Eso fue en la casa en Ciénaga de Oro, que eran paredes de bahareque débiles, eso atravesó como tres. El revólver fue al suelo, sonó y todo el mundo salió. Fue un susto muy tenaz, pero no fueron de mi gusto ese tipo de juguetes. A mí me gustaba era ser constructor no jugar a la guerra.

SEMANA: Pero usted se enrola después en el M-19, esa era una organización que usted sabía que usaba armas…

G.P.: Obvio. Esa fue una discusión que nosotros tradujimos en términos teóricos. El M-19 nunca se autodenominó de izquierda y la izquierda siempre vio al M-19 como un bicho raro, porque al usar la simbología de la historia nacional, de Bolívar, de la espada, eso no pertenecía al mundo cultural de la izquierda, de las banderas soviéticas, de Trosky.

Pero una de las discusiones era si la revolución era armada o no. Entonces cuando yo era niño no aparecía la violencia, no la viví, pero si llegó vía relato de parte de mis padres que la vivieron. Yo estaba en una sociedad pacífica, Zipaquirá. Pero viene una discusión mundial sobre si las revoluciones eran armadas o no.

Y en Colombia sucedieron dos hechos: el primero fue la Anapo, de ahí es que sale el M-19, los parlamentarios anapistas, de izquierda, fueron invitados a una configurar una organización armada porque no podían hacer elecciones sin que se las roben. Ellos venían de ser miembros del Congreso, como Andrés Almarales, como Everth Bustamante, ellos del parlamento van a las armas, que es el caso contrario al mío, yo fui de las armas al parlamento. La discusión ahí era que no era posible un cambio pacifico.

Y viene luego, en el 73, tres años después, el golpe de estado en Chile, que es una experiencia de triunfo electoral de la izquierda de ese momento. Y agregaría un tercer elemento que es el triunfo de la revolución sandinista, que refuerza la tesis de que no se puede hacer el cambio sino a través de las armas.

Fuente: La Patilla