Venezuela suma, en noviembre, 4 años en hiperinflación: la segunda más larga de la historia después de la que vivió Nicaragua por cinco años; un proceso económico que ha destruido el poder de compra de los ciudadanos y la capacidad de ahorro.
Por Adriana Núñez Rabascall / vozdeamerica.com
A finales de los 90, cuando Luis Garabito instaló su kiosko de comida rápida en pleno centro financiero de Caracas, sabía que las ganancias no lo convertirían en millonario, pero que le permitirían mejorar su calidad de vida, cambiar de auto y hacer arreglos en la casa.
Hoy, en la misma esquina donde desde hace 25 años sirve perros calientes y hamburguesas, cuenta que el volátil aumento de precios que se ha experimentado en este último lustro lo ha empobrecido. “No me alcanza. Tampoco tengo para mi casa, ni siquiera tengo plata para ahorrar en el banco”, cuenta Garabito, inmigrante peruano, a VOA.
La hiperinflación venezolana ha liquidado el financiamiento bancario. Las tarjetas de crédito son solo rectángulos plásticos que quedaron guardados en las billeteras, pues no pueden costear ni un caramelo.
Mucho menos es posible acudir a la banca a solicitar un préstamo para adquirir vivienda o vehículo. La mayoría de los ciudadanos vive al día, incluso un 94% de la población es pobre, según la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello.
Mientras en Latinoamérica, a excepción de Argentina, todos los países han mantenido inflaciones de un dígito, la que comenzó en 2017, de un 2.600%, tuvo un récord de 1.600.000% en 2018. Luego descendió a 7.300% en 2020 y el año pasado cerró en 3.700 %. Esta economía no sólo ha devorado las expectativas del trabajador, sino también a su empleador.
“La industria se viene descapitalizando poco a poco, porque el dinero que teníamos en bolívares, cada vez que vamos a hacer un uso con ello, ha perdido poder adquisitivo”, advierte Luigi Pisella, presidente de la Confederación Venezolana de Industriales, Conindustria.
El presidente Nicolás Maduro recurrió a una tercera reconversión monetaria, con la que en total se le han quitado 14 ceros al bolívar, en 13 años.
“Más temprano que tarde vamos a lograr un mercado justo, precios justos y acabar con esas distorsiones”, dijo Maduro en entrevista con la televisora del Estado.
Desde el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) hay expectativas de que el país pueda salir de la hiperinflación en febrero de 2022, siempre y cuando el gobierno no multiplique su gasto público entre noviembre y diciembre, como suele hacerlo, para pagar salarios y bonificaciones de fin de año.
Sin embargo, lo que más les preocupa es que en los últimos 8 años el país perdió 80 por ciento de su riqueza.
“Eso no tiene parangón en la historia reciente de la humanidad, tal vez el país que más había caído, al cual ya superamos según nuestras estimaciones, era Liberia, que tuvo 25 años en guerra civil, o los países de Asia Central, cuando colapsó el sistema soviético. Venezuela se parece a una combinación de caída o colapso de modelo socialista y colapso de la industria petrolera”, explicó el economista Ángel Alvarado, fundador del OVF.
De acuerdo con Alvarado, en 2013, Venezuela y Chile eran los países más ricos de Latinoamérica, pero hoy la nación petrolera está lejos de aquel pasado.
“Venezuela pasó de ser un país que lideraba América Latina a ser un país como Angola, como el Congo, a ser un país del África subsahariana”, lamentó.
Otra cifra que retrata la crisis económica es el cierre de 10.000 empresas en las últimas dos décadas, según Conindustria. Ponerlas a funcionar nuevamente no es sólo cuestión de presionar un interruptor.
“Para que nosotros nos recuperemos, [el Estado] me tiene que dar gasolina, me tiene que dar gasoil y electricidad. Mientras eso no ocurra, la recuperación va a ser lenta”, alertó el presidente de Conindustria, Luigi Pisella.
Una de las consecuencias de cuatro años en hiperinflación ha sido la llamada dolarización espontánea, es decir, que la ciudadanía ya no confía en el bolívar, porque su valor es nulo e impide ahorrar. Por ello, adoptó el dólar en su cotidianidad, algo que ha sido aceptado por el gobierno, e incluso, calificado por Maduro como una “válvula de escape”.
De acuerdo con la firma Ecoanalítica, 67% de todas las transacciones en el país se hacen en dólares.