[VIDEO] Jacinto Convit, el científico venezolano detrás de la lucha contra la lepra

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El Dr. Jacinto Convit fue un reconocido científico venezolano que dejó un legado sin precedentes tanto a Venezuela como al mundo. Dedicó gran parte de su vida al estudio de la lepra, para la cual desarrolló una vacuna y derribó muchos mitos, así como para la leishmaniasis, una enfermedad de la que poco se habla, pero cuya prevalencia aún es preocupante.

tekcrispy

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Pero más allá de estas proezas, el Dr. Convit destacó por sus elevados niveles de humanidad en el ejercicio de su profesión. A pesar de un hombre formado en ciencias y con una amplia experiencia, siempre mantuvo un enfoque humanista, procurando que la atención médica para afecciones graves llegara incluso a los más desfavorecidos.

Hoy 11 de septiembre se cumplen 107 años de su natalicio, y aunque su legado sigue presente entre muchos especialistas y venezolanos en general, aprovecharemos esta oportunidad para recordarlo.

Vida personal
Jacinto Convit García nació en la parroquia La Pastora, de Caracas, el 11 de septiembre de 1913, hijo de Flora García Marrero y el español, naturalizado venezolano, Francisco Convit. Estudió sus años de primaria en la Escuela Caracas y continuó su bachillerato en el liceo Andrés Bello, donde destacó en la cátedra de Filosofía y Matemáticas dictada por el escrito Rómulo Gallegos, otro personaje venezolano muy respetado.

El 1 de febrero de 1947, Convit se casó con Rafaela Marotta D’Onofrio, con quien tuvo cuatro hijos: Francisco Convit, un empresario radicado en la capital venezolana; el Dr. Rafael Convit, cirujano plástico que reside en Washington DC; el Dr. Antonio Convit, profesor e investigador de la Universidad de Nueva York, en Nueva York, y Oscar Convit, quien falleció en el año 1978.

Además de su entrega y magnífica labor como médico, el Dr. Convit fue aficionado del hipismo, y llegó a ser propietario del Stud Saltron. Esta distracción fue compartida también por su hijo Francisco.

Trabajos tempranos contra la lepra
Convit ingresó en Universidad Central de Venezuela en 1938 para cursar la carrera de medicina, etapa que también le permitió acompañar a su profesor de dermatología, el Dr. Martin Vega en la atención de los enfermos en la Colonia de Leprosos Cabo Blanco, en el Litoral de Vargas, cerca de Caracas.

En aquel momento, las opciones terapéuticas para las personas con lepra eran prácticamente nulas: solo contaban con analgésicos y aceite de Chaulmoogra, los cuales ofrecían muy poco alivio para su afección. Su pronóstico era el aislamiento, debido también a la acentuada estigmatización de la enfermedad.

Aún así, Vega y sus estudiantes trabajaron arduamente para ayudar a los pacientes aislados, lo que permitió dar con un avance invaluable que marcaría la historia de la humanidad. Tras varios ensayos, identificaron dos compuestos en la Chaulmoogra que, por primera vez resultaron exitosos en el tratamiento de pacientes con lepra.

Tras este hallazgo, la mezcla medicinal pudo aplicarse a más de 14,000 pacientes solo en Venezuela. Y esto no solo implicó una mayor supervivencia y calidad de vida para los antes enfermos, sino también la liberación de su aislamiento médico y la consecuente estigmatización de la enfermedad.

Convit calificó su experiencia en Cabo Blanco como enriquecedora, tanto a nivel personal como profesional, lo cual podría haber sido el detonante de su ideología profundamente humanista como médico. En sus propias palabras:

“Aprendí a cuidar a los pacientes desempeñando labores de médico, juez, odontólogo y consejero, que sirvieron ampliamente para enriquecer mi conocimiento sobre la enfermedad y profundizar sobre el aspecto humano de los enfermos”.

La primera vacuna contra la lepra

Dr. Jacinto Convit sosteniendo un armadillo, animal con el que trabajó en sus estudios sobre la lepra.
Para la década de los 40, el Dr. Convit estaba enfocado en el diseño de una vacuna experimental que permitiera impedir el contagio con la enfermedad, para lo cual trabajó con armadillos, conocidos en Venezuela como cachicamos.

Consciente de la similitud entre las bacterias que causan la lepra y las bacterias que causan de la tuberculosis, inoculó el bacilo de enfermedad en los animales para obtener la Mycobacterium leprae (bacteria responsable de la lepra), y posteriormente la mezcló con la vacuna contra la tuberculosis BCG. De esta forma, obtuvo la primera vacuna contra la tuberculosis en el mundo.

Formación y aprendizaje continuos
El Dr. Convit también se especializó en Dermatología en los Estados Unidos, donde su trabajo también ampliamente reconocido. También obtuvo los grados de Licenciatura y Maestría en Química en la Universidad de Delaware, y posteriormente un doctorado en Ciencias Químicas por la Universidad de Tulane, en Louisiana.

Entre sus tantos logros, podemos mencionar haber sido elegido presidente de la Asociación Internacional de la Lepra (ILA), en 1968 y reelecto en 1973. En la década de los 70, también fue nombrado por la Organización Mundial de la Salud como Director del Centro Cooperativo para el estudio y clasificación histológica de la Lepra.

Convit fue distinguido como Director de la Investigación Panamericana y Adiestramiento en Lepra y Enfermedades Tropicales y también presidió la Revista Internacional de la Lepra, cumpliendo así con su cometido de concientizar sobre la enfermedad.

La Organización Panamericana de la Salud también lo condecoró como “Héroe de la Salud Pública”, por su invaluable contribución a la salud pública en esta región del planeta. De hecho, su extenso trabajo contra la lepra le valió una nominación al Premio Nobel de la Paz en Medicina en 1988.

Una vida dedicada a la atención del prójimo

Pero enumerar sus proezas es una ardua tarea. Por si el avance en el tratamiento de la lepra y la leishmaniasis no hubiesen sido suficientes, también jugó un papel importante en la creación de instituciones claves para combatir enfermedades endémicas, como la Red Nacional de Dermatología Sanitaria y el Instituto de Biomedicina.

Convit falleció el 12 de mayo de 2014 en su ciudad natal, con 100 años de edad y aún trabajando en el sector de la salud, bajo la creencia de que “la vida es demasiado corta”. Y puede que para un hombre con tanto ímpetu y afán por el conocimiento aplicado al servicio de otros, realmente fuera así.

La fundación que lleva su nombre existe aún en la actualidad, y sigue pese a las adversidades, sigue el objetivo con el que fue creada: dar continuidad a los principios y valores que lo encaminaron a lo largo de toda su carrera como médico. el humanismo, la innovación, la humildad, el trabajo en equipo y cómo no, la formación continua y preparación de las nuevas generaciones