“¿Qué debe hacer la oposición?, ¿echarse a llorar y lamentarse de su suerte? Ha llegado la hora de trabajar y levantar una verdadera plataforma unitaria que dé orientación y conducción a la oposición. El reto es enorme. Todos deben sumar y preparar a los venezolanos para una etapa que promete ser muy compleja”.
Quizá ha llegado la hora de hablar en serio. De tratar a los venezolanos como gente adulta. La decisión del régimen chavista de cambiar -otra vez- a su Consejo Nacional Electoral (CNE) debe llevar a revisar una serie de factores de manera descarnada para enfrentar los desafíos del futuro. Vamos por partes:
1)El “acuerdo”: se destacaba que el actual CNE era producto de un “acuerdo político”, que al final ha demostrado su fragilidad. Aquella negociación fue encabezada por Henrique Capriles y miembros de la sociedad civil. Un sector opositor la cuestionó, argumentando que debilitaba la “interlocución” con el chavismo y los aliados internacionales, y que no contaba con un mecanismo formal. Sin embargo, los promotores esgrimían sus razones: romper el inmovilismo, dejar atrás una política fracasada, volver al voto y tender puentes con los rojos. Sin perder el control sobre el CNE, el chavismo hizo las concesiones que estimó pertinentes y hoy liquida el “acuerdo”. Queda en evidencia la debilidad de esta fórmula, que no contaba con las herramientas para hacer respetar lo pactado.
2) México: Aquí no existe. Nadie lo nombra. A diferencia del diálogo “paralelo”, tiene memorando de entendimiento, acompañamiento internacional y una agenda que incluye el tema electoral, pero no resuelve. Nadie espera que el nuevo CNE salga de un México sin peso en la opinión pública, congelado y empantanado. Debe recordarse, además, que México tiene como objetivo alcanzar un “acuerdo de convivencia” que cada vez se ve más lejos. ¿Cómo lograr un pacto con el chavismo? Allí queda.
3) El “mejor” árbitro: El CNE ha estado, está actualmente y estará bajo control del chavismo. Hablar del CNE como si se tratara de una poder autónomo e independiente es un despropósito. El actual CNE no ha podido garantizar ni su continuidad, mucho menos iba a ofrecerles garantías a los votantes. El chavismo utilizó a este CNE para las regionales. Cumplida su labor, el Gobierno lo desecha y resuelve dar otra vuelta de tuerca de cara a la elección que sí le importa: la presidencial.
4) El “más malo”: luego de haberla ratificado como rectora, el PSUV envió al Tribunal Supremo de Justicia a Tania D’Amelio, la figura de mayor peso político del CNE. De Pedro Calzadilla se dice que no tenía ni conocimiento ni interés en el sistema electoral, y que tampoco se distinguía por sus habilidades discursivas. Claramente el chavismo necesita otro elenco para la tormenta que viene. No obstante, al margen de los nombres, el problema siempre es el mismo: el CNE ha sido, es y será el brazo electoral de Miraflores. Siendo así, votar no puede depender de la composición del CNE. Nadie vota “por” el CNE. Al menos desde el campo de la oposición, se debe votar por una opción que sepa interpretar los deseos de cambio de las mayorías. ¿Cuál CNE no ha sido “espantavotos”? Sí, precisamente ese es su fin. Debe recordarse que los triunfos electorales más importantes de la oposición -reforma 2007 y AN2015- se lograron con un solitario rector en la directiva. Pero había organización y compromiso político. La clave.
5) Ni-Ni: El chavismo repite incesantemente una gran verdad: “Ni por las buenas ni por las malas” está dispuesto a entregar el poder. Todo lo que hace siempre apunta en ese sentido. No es un bluff ni palabrería hueca. Frente a esto, ¿qué debe hacer la oposición?, ¿echarse a llorar y lamentarse de su suerte?, ¿apelar a mensajes de autoayuda?, ¿dejar todo en manos de unas primarias multitasking, que servirían para escoger al candidato, superar los pleitos internos, y relanzar la unidad?
Sin duda, ha llegado la hora de trabajar y levantar una verdadera plataforma unitaria que dé orientación y conducción a la oposición. El reto es enorme y no puede recaer en una sola persona. Todos deben sumar y preparar a los venezolanos para una etapa que promete ser muy compleja.
En serio: Voto, sudor y lágrimas.