El estrés crónico provocado por la cuarentena puede traer daños fisiológicos y/o psicológicos en los personas.
La fatiga de la cuarentena es real. La experimentan aquellos “que están experimentando la profunda carga del distanciamiento físico y social extremo”, de acuerdo con un análisis de la revista The Atlantic.
“Además de las dificultades económicas que causa, el aislamiento puede dañar gravemente el bienestar psicológico, especialmente para las personas que ya estaban deprimidas o ansiosas antes de que comenzara la crisis”, señala Julia Marcus en el texto Quarantine fatigue is real.
En una encuesta reciente de la Kaiser Family Foundation, citada por Julia Marcus, casi la mitad de los estadounidenses dijo que “la pandemia de coronavirus ha dañado su salud mental”.
Sin embargo, expertos citados por The Atlantic señalan que un regreso prematuro a la versión anterior de la normalidad sería desastroso.
“Pero la elección entre quedarse en casa indefinidamente y volver al negocio como de costumbre ahora es falsa. El riesgo no es binario. Y un enfoque de todo o nada para la prevención de enfermedades puede tener consecuencias no deseadas. Las personas pueden obsesionarse con fuentes poco probables de contagio: el paquete por correo, el corredor o el ciclista en la calle, mientras que subestiman las precauciones, como las máscaras de tela, que son imperfectas pero útiles”, indica Julia Marcus.
Por su parte, la revista National Geographic señala que cuando “un individuo se ve sometido a un elemento estresor de manera continuada su equilibrio interno se ve afectado. Aparece lo que se conoce como carga alostática. Esto significa que el cuerpo trata de recuperarse tras un evento estresante pero no le da tiempo porque el estresor sigue activo, de manera que el cuerpo se acostumbra a vivir con esa sobrecarga”.
“Cuando el cuerpo se acostumbra a la nueva carga, puede generarse un nuevo estado de equilibrio en el que nuestra capacidad para soportar estrés es menor”, señala la revista. ¿Qué quiere decir? Que un evento que antes era para nosotros de bajo impacto puede provocar una reacción estresante mucho más fuerte. Los cambios pueden generar daños fisiológicos y/o psicológicos en los personas.
“Cuando la situación se mantiene por el tiempo suficiente desarrollaremos un síndrome de estrés crónico. Sus efectos: desajuste en los circuitos neuronales que intervienen en la cognición, problemas con la toma de decisiones, generación de ansiedad, y estado de ánimo general afectado. Esto a su vez altera los sistemas neuroendocrino, autónomo, inmune y cardiovascular. Si no se corta esta secuencia destructiva podemos desarrollar toda suerte de enfermedades, desde una depresión hasta ataques cardiacos”, detalla National Geographic en el texto Carga alostática, estrés y soluciones.
El número de casosde COVID-19 en el mundo confirmados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) alcanzó los 4.08 millones, mientras que los fallecidos superan los 288 mil, y hoy por primera vez el continente americano sobrepasó al europeo en número de infecciones.
Tanto Europa como América suman más de 1.7 millones de casos, a gran distancia de los 275 mil de Oriente Medio, los 160 mil de Asia Oriental-Pacífico, los 105 mil del sureste asiático o los 46 mil de África, si bien en muchos países la dificultad de acceso a tests podría significar cifras oficiales mucho menores a las reales.
Entre los países más afectados del mundo, preocupa la rápida expansión del coronavirus en Rusia, que hoy superó a España en número de casos según la OMS, situándose en segundo lugar global sólo tras Estados Unidos.