CRÓNICA DE UN PAÍS EN DECADENCIA: Un día perdido esperando gasolina, y vendrán tiempos peores

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Doce horas completas en una cola para finalmente escuchar un «se acabó». La improvisación y el despelote dieron paso al reclamo, la viveza y la rabia, al segundo día del nuevo esquema de venta de gasolina. La esperanza por recargar gasolina subsidiada se esfumó para luego escuchar algo más preocupante: esta bomba se va a dolarizar

Víctor Amaya | @victoramaya / TalCual

Los anuncios oficiales tienen consecuencias. En Venezuela terminan generando frustraciones, discusiones, confusiones. El segundo día de venta de gasolina con los nuevos precios anunciados por el régimen de Nicolás Maduros resultó en caos, y anunciando que vendrán días peores cual bola de nieve.

El mensaje desde la cúpula gobernante ha sido claro: todos los venezolanos podrán surtir de gasolina subsidiada en las más de 1300 estaciones de servicio dispuestas para ello que, además, estarían trabajando a full capacidad para «regularizar el suministro», según dijo el propio Nicolás Maduro. La excepción serían las 200 bombas dolarizadas, las «premium», que en el caso de la capital están casi todas sospechosamente ubicadas en el este de la ciudad, cual mapa de la desigualdad socioeconómica ratificada desde el prejuicio del poder.

Cinco de la mañana. Estación de servicio ubicada en la avenida Rómulo Gallegos, frente al barrio La Lucha. Según lo anunciad por el ministro de Petróleo, Tareck El Aissami, debería estar comenzando a operar a esta hora. Una falacia. Ni siquiera los empleados estaban en el lugar todavía. Lógico, por demás, en una ciudad con severos problemas de transporte y, claro, de combustible.

A esa hora ya la fila de carros para surtir sus tanques abarca al menos ocho cuadras, incluyendo las «llaneras». El primero de la fila de los vehículos de cuatro ruedas está conducido por un señor que afirma estar allí desde la medianoche. El puesto 170 se cuenta hasta la fachada del Centro Seguros La Paz, en la avenida Francisco de Miranda, a 1,5 kilómetros de la PDV convertida en objetivo. A las 5:45 am ya la cola va por allí, y continúa pues un par de horas más tarde serpentea por la calle lateral del centro comercial Líder y en las pequeñas calles de Boleíta. Una foto aérea tomada a las 9 de la mañana desde un edificio cercano muestra la espera.

Han pasado casi cuatro horas desde que debía iniciar el espacho de gasolina, pero nada se mueve. os lugares aledaños de ventas de empanadas ya entregaron toda su oferta antes de las 9. Desde la acera de la avenida con sentido este, se mira con envidia cómo la estación de servicio ubicada al otro lado de la vía -justo al lado del antiguo bingo Premier- ha comenzado a operar.

El reloj supera las 8:40 am cuando el carburante fluye en las dos islas de esa estación. «Es la que quedó de ayer», confirma un guardia nacional que permite el acceso a quienes también amanecieron esperando llenar sus tanques. «Cuando se acabe habrá que esperar la gandola», agrega mientras revisa que cada placa termine en 3 y 4, como corresponde al martes 2 de junio. A las 11 de la mañana se terminó el líquido, y nunca llegó la gandola. La gente no quiso abandonar su puesto en la cola.

Mientras tanto, en la larga fila hacia la Rómulo Gallegos comenzó el movimiento pasadas las 11 am, aunque no había despacho aún de gasolina. «Debe ser que la gente se sale», «eso es porque los carros se pegan más», «vainas de la física», argumentaban quienes esperaban. El andar continuó lentamente y sin fluidez alguna desde las 12, cuando por fin la gasolina comenzó a ser surtida. A esa hora, el número 170 iba por antes de la mitad de la avenida principal de Boleíta, entre la Miranda y la Gallegos.

En esa estación de gasolina existen 12 mangueras para atender automóviles en simultáneo, pero los militares encargados decidieron operar tan solo con cuatro, en el mejor de los casos pues durante varias horas hubo una patrulla ocupando un puesto y limitando el despacho a tres «picos». También se le puso tope: 30 litros para los carros particulares, ilimitado para el transporte público y vehículos oficiales. Un uniformado pudo más que la orden de El Aissami, quien el día anterior afirmó: «Nadie puede condicionar la cantidad de litros de gasolina que soliciten usuarios». Donde manda verde oliva no manda ministro.

Pasado el mediodía comenzaron los contrastes. Se supo que la bomba de Montecristo, dolarizada y con cola madrugadora de 1,2 kilómetros, ya había despachado a la mayoría, como cuenta esta crónica de TalCual. Que la de Boleíta Sur nunca más abrió. Que la de Horizonte seguía esperando una gandola que la habilitara -nunca ocurrió, y ahora la cola de carros con placas 3 y 4 se suma a la de 5 y 6 del miércoles llegando hasta casi la Cota mil. Que la de Maripérez tenía una fila hasta Bellas Artes. Que en la de Santa Fe se repetía el escenario de Horizonte. Y así.

La gente almorzó en sus carros, alguna «bala fría» para aguantar. Otros aprovecharon las cocadas, la panadería o alguna cerveza, para refrescar y reponer fuerzas especialmente quienes ya optaban por empujar sus carros para no gastar en encendido. «Yo estoy ya en rojo», decía Wilfredo al agradecer que otros le ayudaran a mover la Ford Escape que conducía.

Entretanto, en la bomba se retiraba la segunda gandola de Pdvsa que repostaba los depósitos. «Es lento porque tienen que esperar que se asiente la gasolina para que los gases se disipen», aventuraba un vecino. Otros le daban la razón, por pura «lógica»» sin más. No pudo determinarse si ambdos cisternas habían llegado llenas y partido vacías. «Capaz echan es un poquito nada más», fruncía el ceño una abuela desde su Esteem.

Y se hizo la tarde. El carro 170 estaba a una cuadra llanera, apenas encarando la Rómulo Gallegos cuando llegó la noticia: cerraron la bomba. Eran las 5 de la tarde, y nadie supo con certeza si se había acabado el combustible o se cumplía, ahora sí, la indicación ministerial.

«Esto quiere decir que ni 200 carros atendieron hoy, además de las motos. Esto no puede ser», se quejó el primero. «Habrá que trancar est mierda para que terminen de pasar a los que estamos desde tempranísimo», espetaba otro. «Todo es porque los militares mantienen su guiso», enarbolaba un tercero. Pero la bomba seguía cerrada.

Así comenzó entonces el momento de mayor confusión y desinformación. Un uniformado dijo que los «rezagados» serían atendidos al abrir el miércoles, «luego de esos 30 carros pasan los que les toca su día». Pero había la cola de placas 3 y 4 aú era mucho más larga que eso.

Otro anunció: «desde mañana esta gasolinera será internacional, sin subsidio», sorprendiendo a más de uno. No había espacio para preguntas, ni para confirmaciones. Esas llegaron después cuando por Whastapp corrió una cadena con un listado de estaciones de servicio que pasarían al esquema dolarizado. Así porque sí. ¿Entonces ya no es por número de placa? No hubo respuesta.

Ahora frente a la estación de la Rómulo Gallegos, con el barrio La Lucha como escenografía, hay dos colas: la de quienes decidieron esperar al miércoles y cumplir más de 24 horas en la brega, y unos vecinos que apelaron a la viveza criolla. «Nosotros nos organizamos los que tenemos placas 5 y 6 que nos toca el miércoles y ubicamos carros desde las 2 de la tarde de hoy», explicaba Beatriz, una de las que estaba en esa segunda fila. «Ya marcamos los carros e hicimos nuestra lista». ¿Y los que quedan del día anterior? «Ah, bueno, yo no sé».

Entre los presentes surgieron organizadores voluntarios que intentaron propuestas, como mantener las dos colas, con listados, y pasar un carro de cada una cuando abrieran el 3 de junio (algunos parabrisas comenzaron a tener escritos nomenclatura como 7-A, el séptimo carro rezagado de «ayer»). La idea naufragó rápidamente cuando se supo que la cola de los vehículos con placas 3 y 4 llegaba todavía casi hasta la Francisco de Miranda.

No hubo acuerdo, ni metodología. La lista que se escribió con las placas perdió protagonismo. Todo se resumió en «si quieres amaneces aquí y mañana vemos», pero las dos colas se mantuvieron, augurando conflicto matutino. Y no sería la única razón.

«Aquí hay gente que está dispuesta a amanecer porque hay subsidio, pero si dolarizan vendrá otro peo porque aunque eso resuelva rápido para algunos, otros dirán que aguantaron fue por no pagar 20 dólares. Y dígame si eso es pa’ siempre y nos obligan a ese precio internacional», comentó Mariela, una vecina de El Marqués que insistía en no perder su puesto.

«Si esto es el segundo día no me quiero imaginar el viernes, con el pocón de gente acumulada», soltó Agustín recostado de su Blazer azul. «Yo me quedaré aquí porque no tengo ya suficiente gasolina para irme a mi casa y venir después. Me jodí», completó Alberto calculando las horas restantes, iracundo.

Por ahora lo único seguro es que en el oeste de Caracas se mantienen las bombas subsidiadas y el este de la capital pudiera irse «internacionalizando», como si los bolsillos tuvieran Google Maps. También, que los tanques se han quedado llenos o, en el mejor de los casos, con la alerta de estar ya en reserva, como la del carro 170 de la cola del martes, que regresó a casa sin surtir y con la luz amarilla y amenazante en el tablero.

Amanecerá y veremos (si llega la gandola).