¿Elecciones urgentes?

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Es obvio que a la dictadura le conviene adelantar las elecciones para este año. Y ya no solo es Cabello quien lo añora y propone desde hace un buen rato, ya sabemos que su triste papel en el alto vocerío gubernamental es ser el más brutal –su signo es el mazo- y entusiasmado cómico para las tareas más sucias. Por ejemplo, para asomar amenazas muy rudas y medir su recepción. Él no sabe francés como los hermanitos Rodríguez. Pero he aquí que el propio Maduro, que ya lo había hecho en varias ocasiones, entró en el juego en días pasados en un breve diálogo televisado con Cabello mismo con sugerencias de ambos sobre el espinoso tema. Compartió el mazo.

El Nacional

Como ya se ha hecho, no vamos a insistir en la flagrante ilegalidad del presunto adelanto que patea aspectos fundamentales de la Constitución, atinentes a la separación de poderes y a la duración del período presidencial. Pero en dictadura dura todo se puede y la nuestra se distingue cada día menos de ese paradigma del horror que es Nicaragua.

Lo que ganaría el gobierno con ese adelanto –se habla hasta de hacerlas este mismo año- es cada vez más claro. El pueblo, ese en que el comandante Chávez juraba haberse convertido mágicamente, parece despertar de un prolongado sueño antipolítico y asumir con fervor el llamado electoral opositor, sobre todo el de la inhabilitada María Corina Machado (ver todas las encuestas). Ese adelanto intentaría cortar a tiempo esa efusión y sobre todo la organización de ese ponerse en pie del país martirizado por la banda gobernante. Que podría ser fatal o por lo menos amenazante para la salud de ésta.

Por lo pronto podría poner en cuestión las primarias mismas, que son un dinamizador estupendo y un legitimador del liderazgo, inhabilitado o no, de un gran NO a la tiranía. De paso digamos que tampoco es estrambótico decir que es una posibilidad el que se llegue a clausurar ese evento, también se dice más o menos torcidamente, lo hizo últimamente un generalote que prácticamente afirmó que eran una excusa para la subversión.

¿Qué hacer ante estas amenazas, estos mazos en manos sin escrúpulos? Por los momentos, guillo, mucho guillo. Y tener siempre a mano la posibilidad de unirse y reinventarse. Que el enemigo tiene sus pecados innúmeros y espantosos, sus contradicciones permanentes y lo persigue el susto de la hora final de toda tiranía.