«Quedé mutilada»: el calvario de los biopolímeros en tratamientos estéticos en Venezuela

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María Sánchez se mueve lentamente por su hogar, llevando dos bolsas de drenaje colgando de su cintura y una herida de una cirugía reconstructiva, que siguió a una operación para extraer biopolímeros que le fueron inyectados hace una década en Venezuela para aumentar sus glúteos.

La cicatriz que atraviesa su zona lumbar es un doloroso recordatorio de la cirugía en la que se le extrajo el 90% de la sustancia que le fue inyectada en 2006 en una clínica estética a la que acudió por recomendación de una revista.

«Quedé mutilada», dice María, de 50 años, a la AFP. «Pero tuve que asumir las consecuencias». A cada nalga le inyectaron 125 ml del producto que convirtió su vida en un infierno.

Los biopolímeros no encapsulados, a diferencia de las prótesis, se inyectan y se expanden dentro del cuerpo. Bajo esta categoría se incluyen sustancias sintéticas como la parafina o la silicona líquida.

En Venezuela, su uso fue prohibido en 2012, después de años de comercialización masiva en clínicas estéticas ambulatorias, peluquerías e incluso consultorios médicos.

«Lo que sale es aceite», explica el cirujano plástico Juan Carlos Blanco, quien ha atendido alrededor de 50 casos en los últimos cinco años, de los cuales 20 requirieron cirugía, incluyendo el caso de María.

No existen cifras oficiales sobre el número de personas afectadas por este tipo de tratamientos, que incluso han causado muertes documentadas en la prensa. La AFP solicitó sin éxito estadísticas al Ministerio de Salud.

Sin embargo, cada vez más afectados acuden a clínicas y hospitales con dolores crónicos, como María, luego de años de sufrimiento en silencio y, muchas veces, siendo culpabilizados y acusados de «vanidad».

«Fue imponerme un estereotipo, por no sentirme conforme con mi silueta», expresa María, quien pasó 20 días sin poder sentarse después de la cirugía reconstructiva. «Pero era permitido. No es que yo estuviera loca».

Venezuela, un país conocido por fabricar reinas de belleza con la ayuda del bisturí, tiene una cultura arraigada de cirugía plástica.

Entre los tratamientos con biopolímeros, el aumento de glúteos fue el más común, pero también se popularizaron los de senos, pantorrillas e incluso el aumento del pene en el caso de los hombres.

La presencia de biopolímeros activa el sistema inmunológico, que lucha constantemente contra ellos, causando fiebre, hinchazón y dolor.

A María le diagnosticaron artritis, reumatismo y lupus durante dos años, antes de descubrir que el culpable de sus problemas era el químico.

Una conocida, empleada de un hospital público, la refirió a Blanco. «Nunca pasó por mi mente que podría ser consecuencia de los polímeros», dice María.

Las operaciones para extraer los biopolímeros pueden llegar a costar hasta 11.000 dólares.

Es lo que le cobran a Susana, de 39 años, quien se someterá a su tercera operación. Hace 12 años también se aumentó los glúteos y cinco años después, tras su segundo embarazo, comenzó a sentir dolor.

Susana, quien pidió cambiar su nombre debido al estigma que rodea a quienes optaron por estos tratamientos, vive en lo alto de una barriada en los cerros de Caracas y moverse es una tortura.

«No puedo caminar mucho», señala. «Tengo que sumergir los pies en agua caliente».

Los cirujanos coinciden en que es imposible retirar el 100% del material inyectado; aquellos que ofrezcan lo contrario, según Blanco, «están mintiendo».

«Siempre quedará una pequeña cantidad», enfatiza.

La extracción quirúrgica se ha llevado a cabo durante unos cinco años, pero antes la recomendación era no tocar el área afectada.

Susana dice que, después de enfermarse, cometió «el error» de someterse a una técnica similar a la liposucción en 2017. Pagó 3.000 dólares y eso empeoró su situación.

«No podía caminar», recuerda, y una doctora la operó de emergencia en 2019, por otros 5.000 dólares, para extraer «lo que estaba causando daño».

Tiene cicatrices en la parte superior e inferior de las nalgas, amoratadas por las intervenciones.

En esta tercera operación, la especialista «va a extraer todo lo que pueda». «Y me dice que no la odie si me deja ‘plana’ de glúteos. No la voy a odiar, le estaré muy agradecida».