En Venezuela, a pesar de la crisis económica y la menor afluencia de turistas en época vacacional, los vendedores de comida y artículos de playa siguen trabajando en los cayos de la región.

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Los vendedores de comida y artículos de playa no dejan de trabajar en los cayos paradisíacos de Falcón, a pesar de la merma de sus ganancias y a la menor afluencia de turistas en época vacacional.

Con Informacion de La Voz de America

A través de relatos de vendedores y personas que trabajan en la playa, se destaca la belleza del lugar y la experiencia de trabajar en un ambiente tan agradable.

A pesar de la situación económica y los desafíos que enfrentan, como la merma en sus ganancias y la deuda acumulada debido a los costos de transporte y permisos, los vendedores mantienen una actitud positiva y muestran su agradecimiento por tener la oportunidad de trabajar en un entorno tan hermoso.

Estos vendedores ofrecen una variedad de servicios y productos, desde alquiler de botes y trampolines inflables hasta comida, bebidas y artículos de playa.

A pesar de las dificultades, muchos de ellos han logrado mantener sus hogares y cumplir con los gastos básicos gracias a sus ingresos en la playa.

A pesar de la belleza de las playas y los esfuerzos de los vendedores por brindar un servicio de calidad, la situación económica y la crisis en el país son evidentes.

Aunque el gobierno ha anunciado planes para mejorar la infraestructura turística en la zona, la realidad es que las dificultades económicas y los problemas de servicios públicos persisten.

Para Vladimir Ríos, de 39 años, es su fuente de ingresos desde su adolescencia.

“Trabajar en la playa es divertido, chévere”, cuenta a la Voz de América ya desde la orilla, vistiendo camiseta blanca de mangas largas, lentes oscuros, un vasto sombrero de paja y un pendiente dorado.

A sus espaldas, una pareja sonríe mientras ven cómo sus dos niñas se lanzan por uno de sus deslizadores hacia aguas turquesas. Dos muchachos juegan con una pelota de goma dentro de la playa y un septuagenario se tiende sobre la arena para broncearse.

A pocos metros, varios hombres y mujeres con franelas blancas recorren la playa convidando ostras, calamares, pescados fritos, helados, tortas dulces, sombreros, bebidas y masajes a los visitantes.

Vladimir, de piel tostada por el sol y oriundo del estado vecino de Carabobo, define esos servicios como “emprendimientos” y agradece “la suerte” de ganarse la vida en un ambiente que le gusta, si bien sus cuentas no siempre viven “momentos buenos”.

Cobra por tiempo, en divisas en efectivo: 20 dólares permiten usar sus inflables durante media hora, aunque también se declara dispuesto a rebajar sus precios -está abierto a ofrecer 15 minutos de sus servicios por la mitad de la tarifa-.

Su ganancia en la tarde de este jueves era mediana como el volumen de una canción de la cantante Karol G que se escucha desde un toldo cercano: «Ando por ahí/ Con los de siempre, un flow cabrón/ Dando vuelta en un ‘makinón'».

Cuenta Vladimir que este agosto, mes de vacaciones escolares en Venezuela, no ha tenido tan buenos ingresos como hace años. Esta temporada suele trabajar hasta 6 días a la semana.

“Esperemos que tengamos algo (más) de facturación, porque venimos de dos meses anteriores donde la cosa ha estado un poco ruda”, expresa, con tono de fe de cara al fin de semana, cuando las ventas suelen mejorar.

Morrocoy es uno de los destinos turísticos por excelencia de Venezuela, una nación de América del Sur que limita con el Mar Caribe.

Es refugio de centenares de especies de aves y reptiles marinos, como tortugas, caimanes y delfines. Su variedad de peces es amplísima.

El presidente Nicolás Maduro anunció hace 1 año un “plan especial para reacondicionar y recuperar” los poblados de Tucacas y Chichiriviche, desde donde parten lanchas y embarcaciones para llegar en solo minutos a sus cayos.

Tucacas parece haberse congelado en el tiempo, a pesar de las promesas oficiales: aún no exhibe mayores avances en infraestructura, el asfaltado de sus calles o nuevos negocios por lo menos en los últimos 5 años.

Apenas la semana pasada, su comunidad y la de otros poblados de la costa oriental de Falcón, entre ellas la de Chichiriviche, vivieron un apagón de 44 horas que apenas hizo eco en algunas redes sociales.

Osnel Arnias, alcalde del municipio, imputado en 2008 por presunta corrupción, dijo el año pasado que los recursos eran “insuficientes”, pero añadió que sus habitantes veían “inversión y retribución” en proyectos, obras y programas.

“A veces no vendo nada”

Sayín Rojas, mientras, dice que espera vender suficientes helados el siguiente fin de semana para saldar la deuda acumulada con los lancheros que contrató entre miércoles y viernes para poder llegar a su sitio de trabajo, en Boca Seca.

“A veces no vendo nada, es raro cuando uno hace una ventita los días de semana”, dice la nacida hace 43 años en Morón.

Aun cuando vende poco, puede cubrir lo básico en su hogar, asegura. “Por lo menos, uno no se acuesta sin comer, tenemos para comprar un parcito de zapatos, los útiles (de la escuela de su hijo de 14 años), para costear los estudios”, apunta.

Como otros vendedores de la playa, creyó que este mes haría más “platica”, pero admite que el negocio sigue marchando “lentísimo” a solo pocos días de septiembre.

Sayín Rojas, vendedora de helados de los cayos del estado Falcón, en Venezuela, de 43 años, posa para una foto en la playa de Boca Seca.