La madrugada del miércoles pasado, las autoridades venezolanas llevaron a cabo una operación para tomar el control de la cárcel de Tocorón, considerada el centro de operaciones del Tren de Aragua, una peligrosa banda criminal que opera en varios países de América Latina. Sin embargo, a pesar del enorme despliegue de seguridad, varios líderes de la organización lograron escapar a través de túneles subterráneos. El Ministro del Interior, Remigio Ceballos, admitió que Héctor Guerrero, alias el Niño Guerrero, quien es el cabecilla de la banda, no estaba en la cárcel y se encontraba en libertad. Hasta el momento, las autoridades han detenido a 88 miembros del Tren de Aragua.
Esta situación plantea interrogantes sobre el papel del Estado en lo ocurrido y ha generado presión internacional por el paradero incierto de Guerrero y otros líderes de la banda. Países como Colombia, Chile y Perú han denunciado la presencia del Tren de Aragua en sus territorios y han instado al gobierno venezolano a tomar medidas.
El Tren de Aragua es una banda criminal que se dedica a actividades como secuestros, robos, tráfico de drogas, prostitución, extorsión y explotación ilegal de oro. Los miembros de la banda reciben órdenes de los líderes recluidos en Tocorón, conocidos como «pranes». En la cárcel, los líderes tenían el control de todas las actividades, incluyendo piscinas, discotecas, restaurantes, supermercados y hasta una urbanización donde vivían familias junto con sus familiares presos. Además, desde la cárcel dirigían extorsiones, secuestros, robos y asesinatos.
La toma de Tocorón ha dejado al descubierto el caos penitenciario en Venezuela y ha evidenciado la corrupción que existe en el sistema carcelario. Las autoridades han detenido a cuatro funcionarios por complicidad, pero aún quedan muchas preguntas sin responder sobre cómo fue posible ingresar armas y construir túneles sofisticados sin la complicidad de más personas. La sobrepoblación de las cárceles venezolanas y la falta de control por parte del Estado han facilitado la acción del Tren de Aragua.
La fuga de Guerrero y otros líderes de la banda ha encendido las alarmas en los países de la región donde opera el Tren de Aragua. Se teme que estén refugiados en otros países y continúen con sus actividades criminales. La cooperación judicial y policial entre Colombia y Venezuela podría ser clave para capturar a los delincuentes fugados.
En conclusión, la toma de la cárcel de Tocorón y la fuga de líderes del Tren de Aragua han dejado al descubierto la falta de control y la corrupción en el sistema carcelario de Venezuela. La presión internacional y la cooperación entre países de la región son fundamentales para enfrentar a esta peligrosa banda criminal.