Ante la crisis de credibilidad de las encuestas, las consultoras se preguntaron como “no caer en la trampa del pronóstico”

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Las empresas que miden la opinión pública pasan por un momento de gloria en algunos aspectos y de calvario en otros. Mientras los gobiernos, las organizaciones y las empresas privadas las utilizan como nunca antes para tomar decisiones, a raíz de las encuestas electorales, empiezan a sufrir un desgaste en su credibilidad.
En América Latina las elecciones de primera vuelta en Guatemala y las primarias en Argentina desataron nuevamente muchas críticas de políticos, medios y hasta organismos internacionales por lo que consideran errores en sus pronósticos. Ellos dicen que no se puede considerar su trabajo como un pronóstico y piden salir de ese rol.
La organización que nuclea a los encuestadores profesionales de la región, Wapor Latinoamérica, realizó este martes un evento en el que instó a algunos de sus socios a debatir “donde le aprieta el zapato” hoy a las consultoras de opinión pública, al decir de su presidente Fabián Echegaray al presentar el panel.
Profesionales que se encargan de hacer las encuestas en parte de la región reflexionaron sobre la situación del rubro, con factores que incluyen una autocrítica pero también un llamado a que se entienda mejor el alcance y la dimensión de los estudios de opinión pública.
Las consultoras entienden que se le pide demasiado a las encuestas, sostienen que los políticos las usan como herramientas de marketing y así desvirtúan sus datos. Agregan que los medios de comunicación utilizan encuadres incorrectos para leer la información de los sondeos y eso también les genera problemas.

El sociólogo Ignacio Zuasnabar, parafraseando a Winston Churchill, dijo que "las encuestas son el peor método para predecir una elección, salvo por todos las demás” (Crédito: CED).
Pero también entienden que hay asuntos que ellos deben solucionar para evitar el descreimiento y el desgaste de la herramienta. Por ejemplo, sostienen que el mundo cambiante al que están expuestos los obliga a repensar los métodos, a ser más transparentes para mostrar cómo trabajan y más efectivos a la hora de comunicar sus datos, para dejar menos margen a la mala interpretación o la lectura equivocada.
En Guatemala ninguna de las encuestas divulgadas antes de la primera vuelta le daba al ahora presidente electo, Bernardo Arévalo, más de 5% de la intención de voto. En Argentina, el candidato más votado en las elecciones primarias del mes pasado, Javier Milei, era ubicado en tercer lugar para la mayoría de los sondeos.
Luego de las elecciones guatemaltecas, la Misión de Observación Electoral de la Organización de Estados Americanos criticó “la falta de correspondencia entre los resultados oficiales el día de la elección y todas las encuestas ampliamente difundidas con antelación” y consideró que ese “divorcio lo ha venido observando la OEA en distintas elecciones”.

poblacion_675.jpg | Comisión Económica para América Latina y el Caribe
La socióloga argentina Marita Carballo, presidenta de la consultora Voices, señaló que “en tiempos de bajo respaldo a las instituciones” y con una valoración menos positiva de la democracia que antes por parte de la ciudadanía, las encuestas también se ven afectadas.
De todas formas sostiene que nadie cuestiona el valor que aporta la difusión de las encuestas a la vida democrática y cívica. “Son altamente reconocidas, sobre todo aquellas sobre el clima político y cambios en los valores en la sociedad”, dijo, pero reconoció que “reciben más críticas las relacionadas con las elecciones”.
Carballo, que también es vicepresidenta del World Value Survey, sostuvo que “muchas veces se pide demasiado de las encuestas”, dado que “son una herramienta que refleja la realidad en un momento determinado” y que “en tiempos cortos pueden producirse cambios” que un relevamiento realizado semanas antes puede no haber llegado a captar.
Para el uruguayo Ignacio Zuasnabar, director de la consultora Equipos, también hay un tema de manejo de expectativas. Pero en vez de considerarlo como un problema de afuera del sistema, el sociólogo hizo un autocrítica y afirmó que es la industria de las encuestas la que muchas veces está cayendo en lo que calificó como “la auto trampa del pronóstico”.
“Nos quejamos mucho de que al final del día las encuestas no son un pronóstico, pero creo que somos nosotros los que nos ponemos en el lugar del pronóstico o no evitando que nos pongan en el lugar del pronóstico”, dijo Zuasnabar.
El politólogo Noam Lupu, profesor asociado de la Universidad Vanderbilt de Tennessee y director director del Américas Barometer (Lapop), consideró que la región está atravesando un contexto político más inestable, con mucha fragmentación y con partidos que no son los mismos de una elección a otra, lo que complejiza mucho entender cómo van a comportarse los votantes.
Lupu cree que también hay problemas de comunicación a la hora de llevar las encuestas a los medios, que hacen caer en interpretaciones incorrectas sobre el alcance de las encuestas y qué capacidad tienen. “Cuando hablan de los datos, los expertos los y los medios, se enfocan mucho en los porcentajes y no hablan de las incertidumbres”, dijo.
Puso como ejemplo lo sucedido en las primarias (PASO) de Argentina. “Los niveles de indecisos eran de 20 por ciento. De eso no se hablaba tanto como del porcentaje que iba a sacar cada candidato. Tenemos un problema de comunicación”, aseguró.
Zuasnabar también señaló como uno de los factores que más complican la credibilidad de las encuestas es el uso “como herramienta de marketing político” que muchas veces hacen los los candidatos. “Tenemos cada vez más campañas de consultores bajo la creencia mágica de que publicar una encuesta (los ayudará). Creencia muy discutible entre quienes manejamos evidencia, pero que no ha sido destrabada por quienes desarrollan las campañas”, dijo el sociólogo, que consideró que ese uso es “muy distorsivo” para los encuestadores.
También calificó como un “rol distorsivo” el que realizan los medios de comunicación y otros agentes al crear “encuadres incorrectos para las encuestas”.
Los encuestadores también marcaron aspectos de sus propios trabajos que pueden mejorar para cambiar esta realidad adversa en la evaluación de las encuestas electorales.
Carballo destacó un trabajo de Wapor que relevó la opinión de 100 expertos de 17 países de la región que trabajan en la industria de las encuestas. Allí, 4 de cada 10 fueron críticos de cómo realizan algunos de sus colegas los trabajos de investigación y señalaron aspectos como “dificultades asociadas con la metodología, inconsistencias, falta de rigurosidad y proliferación de encuestas de baja calidad, donde se priorizan trabajos de campo rápido de bajo costo con afectación de resultados”, dijo la socióloga argentina.
Ese trabajo también detectó críticas de los propios encuestadores a cómo algunos de sus colegas realizan los cuestionarios, con preguntas sesgadas.


Zuasnabar señaló que la realidad de la región es muy heterogénea. “Hay colegas muy rigurosos con los criterios y otros que no. A veces uno mira fichas técnicas que dan ganas de llorar. Hay mucho para mirar de nuestra industria”, dijo el encuestador uruguayo.
Lupu comparte que hay desafíos metodológicos y de transparencia. Aseguró que sería muy bueno para las encuestadoras poder documentar y publicar cómo como llegan de la nada determinada información. “Faltan muchos pasos en eso. Se pone el cuestionario, una ficha técnica muy general, pero los detalles faltan y tenemos mucho para hacer en transparencia”, dijo.
Aseguró que cuesta mucho trabajo generar esa documentación en un contexto en el que cada vez las encuestas salen más caras y eso implicaría más recursos destinados a ser más transparentes. “Pero es necesario invertir en eso”, agregó.
Carballo sostuvo que para generar confianza las encuestas deberían “cumplir con la rigurosidad metodológica” y “ser completamente transparentes”.
Mientras en el ámbito de las encuestas electorales la industria sufre una etapa de descreimiento y críticas, en el ámbito de la investigación tanto académica como para empresas privadas o instituciones públicas y gobiernos, los estudios de opinión pública pasan por su mejor momento, entienden los investigadores.
“El prestigio social de las encuestas tiene dos caras muy marcadas y diferentes. Las encuestas como insumos para comprender la sociedad y tomar decisiones de política pública y acciones privadas cuentan con un enorme prestigio. Veo con enorme satisfacción esta situación”, dijo Zusnabar, que relató como a comienzos de los 90, cuando empezó a trabajar en el área, eran herramientas muy polémicas. “Cuando un decisor tenía que enfrentarse a una herramienta de encuestas para tomar decisiones eran herramientas que tenían cuestionamientos. A nivel académico o periodístico eran miradas con desconfianza”.
“En las últimas tres décadas eso ha cambiado sustancialmente”, agregó. Según dijo, tanto el sector público como el privado las usa “de manera constante” para tomar decisiones.
Lupu compartió el diagnóstico. “Las encuestas académicas o para medir cómo está la sociedad en determinados aspectos están en un momento muy interesante y muy bueno. Hay inovación, nuevos modos de hacer encuestas online. La posibilidad de la inteligencia artificial. Veo proyectos que están usando esas herramientas y haciendo cosas muy innovadoras. Estamos en un momento muy interesante y de muchas posibilidades”, dijo el académico.
El sociólogo uruguayo invitó a los participantes a pensar cómo sería un mundo sin encuestas. “Hay una cosa peor que las encuestas pre electorales: un mundo sin encuestas pre electorales”, dijo, y aseguró que en ese caso los políticos tendrían absoluta libertad para mentir sin ninguna herramienta que los contrastara.
Parafraseando a Winston Churchill y su famosa frase sobre la democracia, Zuasbanar dijo que “las encuestas son el peor método para predecir una elección, salvo por todas las demás”.