¡COLAPSO EN CADENA! La cuarentena no aplana la curva de los apagones en Venezuela

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“Una vez permanecimos 26 horas sin electricidad… Desde hace 15 días más o menos, tenemos cortes de 18 horas diarias y en algunos sectores suman hasta 20 horas sin luz”, relata Alfredo Baptista sobre los apagones en el municipio Junín, en el estado Táchira.

por María Victoria Fermín Kancev | @vickyfermin / Efecto Cocuyo

Este habitante de Rubio tiene una semana sin red Movistar para hacer o recibir llamadas. Para comunicarse con Efecto Cocuyo pudo enviar notas de voz de WhatsApp, que llegaban con retraso por la intermitencia de su conexión a Internet.

Adolfo lleva un registro de cómo se ha deteriorado el servicio eléctrico en los últimos meses. Recuerda que para febrero “los cortes de luz no duraban más de tres horas”. Pero luego comenzaron a prolongarse, así como el sufrimiento de la gente.

“Eso era algo súper light comparado a lo que sucede ahorita”, dice este 15 de mayo, cuando casi se cumplen dos meses de la cuarentena que se impuso en el país por la pandemia del COVID-19.

Y es que la cuarentena en Venezuela por el nuevo coronavirus coincidió con el incremento de las fallas en los sistemas de transmisión de la electricidad, que transportan grandes bloques de energía a largas distancias y en niveles de voltaje muy elevados, utilizando subestaciones y líneas de alta tensión.

Así lo indican los registros de la Asociación Venezolana de Ingenieros Electricistas, Mecánicos y Profesionales Afines (Aviem).

Por las fallas estructurales del Sistema Eléctrico Nacional, que depende en casi 90% del suministro que proviene de las centrales hidroeléctricas del Bajo Caroní, en el estado Bolívar, los apagones seguirán en aumento y afectarán a más estados del país hasta tanto no se tomen medidas integrales, explica un experto de Aviem.

Así ocurrió el pasado martes 5 de mayo. Ese día al menos 10 estados del país, incluyendo sectores de Caracas, se quedaron sin energía eléctrica pasadas las 3:30 pm. Ese día la vicepresidenta de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez, dijo en su cuenta de Twitter que hubo un “ataque” a una de las líneas de transmisión de la troncal 765 KV.

Sin embargo, los expertos de la región andina consultados por Efecto Cocuyo explican que esta falla, que ocurrió al dispararse las líneas de transmisión La Horqueta-Arenosa y Arenosa-San Gerónimo, se debe a la inoperatividad de los equipos que ayudan a compensar los altos niveles de tensión en esas redes. “Por eso no se pueden controlar las sobretensiones naturales del sistema, se disparan las líneas y se producen apagones”, explicó una de los ingenieros eléctricos.

Regiones más afectadas
Táchira, donde vive Adolfo Baptista, es el segundo estado más afectado por fallas de electricidad, de acuerdo con el monitoreo que realiza el Comité de Afectados por los Apagones.

Según este comité, desde que se reportaron los primeros casos de COVID-19 en Venezuela, el pasado 13 de marzo, y hasta el 12 de mayo, este estado fronterizo suma 821 horas sin luz. , que si se cuentan corridas es como si hubieran estado apagados un mes entero.

Pero Zulia continúa en el primer lugar de la lista de estados de Venezuela perjudicados por las deficiencias del servicio eléctrico. En marzo, hubo incremento de 18% de las fallas en comparación con febrero. Y en abril, 16% respecto a marzo. En total, desde el 13 de marzo hasta el 12 de mayo, si se suman todas las horas que han estado a oscuras, alcanzaron un mes y 12 días sin servicio eléctrico.

Para Ramona Suárez, residente del barrio El Marite de Maracaibo, “el mayor problema es la incertidumbre de no saber cuándo ocurrirán los cortes”. Señala que en otras zonas existe mayor control respecto a los planes de racionamiento.

En su casa le temen más a los bajones que a los apagones prolongados. Por esas fluctuaciones se le han dañado cinco electrodomésticos, incluyendo una nevera.

“Los bajones ocurren cada media hora, especialmente después del mediodía. El problema de esos bajones es que, cuando llega la luz, viene una alta carga y hay equipos que no van a resistir. Y a uno no le da tiempo de desenchufar las cosas. Los bombillos amarillos se prenden como si fuera el sol, los ventiladores comienzan a girar rapidísimo…”, describe Suárez.

Por esta razón, en la casa de Ramona tratan de usar un equipo a la vez. Si ella necesita trabajar en la computadora, pide al resto de la familia apagar el resto de equipos eléctricos del hogar.

Ramona es antropóloga y docente de la Universidad de Zulia. Participa en un programa de educación para adultos que está prácticamente paralizado. “¿Cómo se dan clases online si no hay luz?”, razona.

Alquilar su wifi era una alternativa para generar ingresos durante la cuarentena, pero sin energía eléctrica tampoco hay Internet. “A veces puede que tengamos luz pero no hay Internet porque el sector por donde pasa la central de Cantv no tiene electricidad”, explica. Lo mismo sucede con las líneas de telefonía móvil.

La tormenta perfecta
El ingeniero electricista Manuel Guevara aclara que no es la cuarentena en sí misma la principal causa del del incremento de las fallas del servicio eléctrico. Coincide con otro especialista consultado por Efecto Cocuyo al destacar que aunque la demanda del consumo eléctrico ha caído, aún en estas circunstancias el sistema no es capaz de responder en condiciones óptimas.

Para Guevara la pandemia coincide con dos condiciones adversas para el funcionamiento del sistema eléctrico: la época de más altas temperaturas del año y de mayor recurrencia de incendios forestales que afectan las líneas de transmisión y el recrudecimiento de la escasez de gasolina.

“Si para mí y para tí es difícil conseguir gasolina, también lo es para la gente de Corpoelec. Si llegan a tener los vehículos, les será difícil movilizarse por ejemplo de Valencia a un pueblo que esté a 40 kilómetros de distancia”, ilustra.

Sobre los incendios forestales, el ingeniero recuerda las deficiencias estructurales de la llamada “pica y poda”, que no es otra cosa que desmalezar los corredores eléctricos.

Además, se reduce el volumen de agua almacenada en los embalses, lo que “baja la capacidad de generación de las tres plantas hidroeléctricas instaladas en el bajo Caroní: Guri, Caruachi y Macagua”, y que aportan entre 80 y 90% de toda la energía de Venezuela.

“Si tuviéramos plantas termoeléctricas operativas, en la época de verano estas llevarían la voz cantante”, explica Guevara. Sin embargo, la mayoría estas instalaciones no están operativas “porque no se les ha hecho mantenimiento y porque tampoco hay combustible”.

El también integrante del panel eléctrico del Plan País se refirió a la reciente reactivación de la Planta Táchira que anunció el ministro de Energía Eléctrica, Freddy Brito, el 11 de mayo. El funcionario dijo que “se lograron activar 70 MW”, lo que incrementará la capacidad de energía para la Región Andina.

“Me alegré por la gente del Táchira que ha sufrido tanto y no tengo ningún interés que falle, pero me preocupa que no se cuente con suficiente suministro de combustible”, dice.

Colapso en cadena
Los entrevistados para este reportaje insisten en recalcar cómo la ausencia de electricidad afecta a otros servicios públicos y altera todas las rutinas.

José Monagas, que reside en la parte alta de la ciudad de Mérida, cuenta que viven en un ciclo de siete horas con luz y siete horas sin luz. “Cuando regresa el servicio, pasa cerca de una hora para que vuelva el agua mientras se activan los sistemas de bombeo”, dice.

“Entonces cuando llega el agua todo el mundo sale corriendo a bañarse, a llenar recipientes, a lavar los platos…”, detalla. Una labor doméstica tan indispensable como cocinar para alimentarse también amerita toda una estrategia para su familia, porque sin luz queda inhabilitada la cocina eléctrica y tienen que usar una cocina a gas con una sola hornilla.

Pero el gas tampoco es una alternativa segura en este hogar merideño: “Aquí el gas tarda en llegar muchísimo. Por eso tratamos de usar lo mínimo. Además que aquí el calentador de agua también funciona con gas”.

En marzo, el primer mes de cuarentena, Mérida ocupó el tercer lugar de estados afectados por las fallas eléctricas, de acuerdo al registro del Comité de Afectados por los Apagones.

José, que es un administrador de empresas, señala que en su casa materna viven sus padres y su hermana, que tiene una bebé y una niña de 10 años. Para su sobrina en edad escolar, que llegue la luz significa “ponerse a hacer las tareas rápido”, mientras lucha con la conexión a Internet con su proveedor privado o por datos móviles.

Comprar comida también es una tarea difícil. Sobre todo cuando la luz llega después de las 2:00 pm y comienza una especie de toque de queda en las calles. “¿Pero, en qué otro momento se puede salir si solo con electricidad es que funcionan los puntos de venta de los negocios?”, se pregunta el joven.

Protestar, un derecho y un riesgo de muerte
Pero quejarse de no tener luz puede ser un riesgo en Venezuela. Rafael Hernández, de 21 años de edad, fue asesinado por desconocidos mientras protestaba por las fallas del servicio.

El hecho ocurrió el 4 de mayo en el sector El Campito del municipio Libertador del estado Mérida. El joven fue trasladado en ambulancia al Hospital Universitario de Los Andes, pero ingresó sin signos vitales.

En abril, tres de cada 10 protestas registradas en Venezuela fueron motivadas por fallas eléctricas, precisó el Observatorio Venezolano de Conflictividad. Mérida (115) y Táchira (125) fueron los estados con mayores manifestaciones públicas en demanda de un mejor servicio eléctrico.

El temor a quejarse también lo vive una vecina municipio Antolín del Campo en Nueva Esparta. La isla está en el top ten de los estados del país con más fallas de electricidad.

El 14 de mayo la mujer tenía tres días continuos con una sola fase de electricidad en su casa. Es decir, media casa sin luz. Dos días antes, el 12 de mayo, la interrupción del servicio se prolongó por diez horas seguidas.

Ese mismo día el protector chavista del estado, Dante Rivas, anunció reparaciones en la Planta Juan Bautista Arismendi, que había sufrido daños el 5 de mayo.

En este tiempo la mujer ha perdido comida y se la pasa cambiando los chips de su teléfono a medida de que pierden señal. Escribió a Corpoelec por WhatsApp, un servicio activado recientemente para recibir reclamos. La respuesta, casi automatizada, sigue siendo que a la brevedad restituirán el servicio.

En ese municipio las fallas del suministro de agua potable han sido constantes desde mucho antes de la contingencia por el COVID-19. “Pero ahora no funcionan las bombas. Tengo que subir al tanque, bajar un tobo para llenarlo y subirlo con una cuerda, como en la prehistoria”, dice. Al final agrega: “Pero no pongas mi nombre ahí, porque si te quejas aquí lo meten preso a uno”.