¿Cómo, por qué y para qué llegó la plataforma unitaria a México?

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Escribo el día 21 de octubre. Es preciso explicar las razones que motivan el título del presente trabajo. A tal efecto, muchos se preguntarán: ¿Representa un hecho fortuito la llegada de la oposición a México para negociar, conjuntamente con la dictadura de Maduro y bajo la mediación del Reino de Noruega, una transición democrática en Venezuela con el respaldo de la comunidad global internacional a dicho proceso?

Por Atilano Linares

La respuesta a la anterior interrogante es un rotundo NO. Evidentemente no es un hecho fortuito, sin embargo buena parte de la oposición no pudo o quiso apercibirse de la forma (mejor forma) en que debía llegar a la negociación y los riesgos de no hacerlo de la manera debida. Y es que como dijo Pedro J. Méndez Mora: «El diseño estratégico y táctico constituye uno de los bloques de la acción política…de más difícil comprensión…en cuanto requiere una gran capacidad para distinguir y abstraer».

En este punto, recién salidos de la Consulta Popular en diciembre de 2020 con la instrucción aprobada de ordenar la salida de Maduro por medio de elecciones presidenciales libres, visto el dilema que después de la consulta al querer popular y por meses mantuvo la oposición acerca si participaba o se ausentaba en las próximas elecciones de gobernadores, alcaldes, consejos legislativos y concejos municipales del 21 de noviembre de este año, el Presidente Guaidó se dispuso revelar en mayo de 2021 el plan denominado Acuerdo de Salvación Nacional (como base de las futuras negociaciones entre las fuerzas democráticas, el régimen y la comunidad internacional) que entre sus principales objetivos contemplaba la convocatoria de un cronograma de elecciones libres y justas: presidenciales, parlamentarias, regionales y municipales con observación y respaldo internacional.

Acá es importante detenerse para decir que no hacía falta un sesudo esfuerzo para deducir que, habida cuenta de la fase exploratoria o etapa de premediación de las negociaciones en México, el Presidente Guaidó estaba enterado del inminente inicio de las negociaciones y haber soltado el Acuerdo de Salvación Nacional simplemente representaba una orientación para el país y la definitiva guía o base para la plataforma unitaria en dichas negociaciones. Ahora bien, una vez resuelto la participación de Voluntad Popular, Acción Democrática, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo (de aquí en adelante G4) en las elecciones regionales sin las condiciones políticas y garantías electorales del caso, dicha resolución significaba la contradicción entre la búsqueda y exigencia de los derechos políticos y garantías electorales para un cronograma de elecciones nacionales y regionales (uno de los objetivos del Acuerdo de Salvación Nacional) y la posibilidad de acuerdo por encontrar dichos derechos y garantías.

Así mismo es. Una vez aceptado el árbitro electoral impuesto y las concesiones unilaterales del régimen por parte del G4, y después de las diferencias públicas de Capriles, Borges y demás integrantes del partido aurinegro con respecto a la estrategia de ejercer el gobierno encargado desde el mismísimo inicio en 2019 hasta la celebración de elecciones libres (gobierno interino que en nombre de los venezolanos preside el diputado Juan Guaidó como consecuencia jurídica del artículo 233 de la constitución) no queda el más mínimo resquicio de duda acerca de que, queriéndolo o sin querer, se puede terminar colaborando con el régimen para acabar con el interinato, bien sea por la incomprensión de unos, por decir lo menos, o por la conspiración en contra de los otros, por decir lo más, poniéndonos en desventaja para discutir los temas uno y dos del memorando de entendimiento y evitar un acuerdo irresoluto en México.

Recuérdese que, el diputado Juan Guaidó fue designado presidente del parlamento, el 05 de enero de 2019, y así quedó investido automáticamente y por una sola vez como presidente interino de la república en la primera hora del día 10 de enero de 2019 ¿Hasta cuándo? Hasta que haya elecciones libres en Venezuela. El estatuto de la transición ,que siguió a la juramentación del Presidente Guaidó, se ha transformado en la mampara del G4 para encapsular al presidente interino y obligarlo a compartir junto con ellos, digo conjuntamente con la asamblea nacional, una función ejecutiva que no les corresponde según el principio de separación y autonomía de los poderes públicos, mandato de la ley suprema, y que solo encuentra justificación en las ambiciones políticas del G4, aunque haya tenido utilidad este estatuto para la representación de la república en juicio, representación por la protección y rescate de los activos de Venezuela en el exterior.

Es innegable a estas alturas que hay factores forzando un cambio en la estrategia. Factores que quieren sacar el taburete al Presidente Guaidó no importándoles dejarlo colgado de la brocha (algunos de buena fe e ignorantes de la ley no advierten el enorme daño que puede causarse a los intereses de Venezuela fuera y dentro de nuestro territorio acabándose con el interinato, y los que sí lo saben pero se hacen los tontos parece no importarles ser colaboracionistas del perverso laboratorio comunista). Ya lo dijo en su oportunidad el doctor Román Duque Corredor, palabras más palabras menos, las dictaduras se consolidan cuando acaban con la oposición o, crean una oposición de ficción o, fomentan una oposición en contra de la oposición misma o sea cuando la dividen o, todas las opciones anteriores juntas. No esconde en este sentido el régimen su afán de liquidar el liderazgo y reconocimiento internacional que recibe tanto el Presidente Guaidó, como el gobierno interino y la asamblea nacional, en cuanto ha dividido a la oposición y la plataforma unitaria representada por el G4, por lo que ha puesto de bulto con su participación este 21 de noviembre la franca contradicción con el Acuerdo de Salvación Nacional y el desprecio por la negociación formal, intensa, integral, incremental y pacífica que se adelanta en México y ahora suspendida por la extradición de Alex Saab. Por otra parte, respecto a la participación electoral del G4, este lo hace tarde y mal por lo dividida que se encuentra su oferta electoral. En retrospectiva, el Presidente Guaidó viene hablando a la nación sobre la «organización, movilización y presión en las calles» o, de ir «construyendo capacidades» o, de “todas las opciones están sobre la mesa», como forma de ejercicio de presionar interna y externamente, seguro que la dictadura de Maduro no cedería nunca nada a menos que se lo arrancara, por una gran presión interna de la sociedad organizada y movilizada, con la ayuda global de la comunidad internacional.

Esta es la hora de la UNIDAD pero no la es. No es la hora de la ambición pero la es. La estrategia que debía ser una sola, porque donde hay muchas estrategias para una misma competencia u objetivo no hay estrategia, lamentablemente no es la única. Y ahora mismo, no lo está siendo, no hay una sola estrategia sino que por el contrario hay varias estrategias paralelas, porque hay diferentes creencias, intereses, principios y cultura política dentro de los factores de la oposición que luchan hazañosamente contra la dictadura de Maduro. Cada partido político o sector de la sociedad civil venezolano viene teniendo su propia estrategia y dentro de cada uno de ellos cada dirigente o grupo de personas tiene la suya. Y lo peor de todo lo expuesto, es que estas estrategias -aisladas unas de otras- pierden sin saberlo la dimensión internacional de nuestra tragedia y el conocimiento de la influencia que la geopolítica puede tener en su posible solución. Solo el Presidente Guaidó y el sujeto a quien se tiene confiado o delimitado el diseño de la estrategia están en capacidad de alinear la estrategia nacional con la internacional. En cualquier análisis es evidente lo siguiente: no está funcionando el principio de coordinación de la estrategia y después del 21 de noviembre, sea cuales sean los resultados de los comicios, el presidente Guaidó debe tratar de ordenar las cosas para hacer efectiva nuevamente el principio de coordinación. No en balde, se dice que es más fácil enviar un hombre a Marte que coordinar una estrategia.

No pueden terminar estas líneas sin responder directamente las preguntas del encabezado de este artículo: La primera pregunta, ¿Cómo llegamos a México? La respuesta a esta primera interrogante es: llegamos como resultado de las presiones internas y externas contra el régimen, con la ayuda de la comunidad global internacional y especialmente con la colaboración de los Estados Unidos. La segunda pregunta, ¿Por qué llegamos a México? La respuesta a esta segunda interrogante es: llegamos por el aislamiento del régimen, la ingobernabilidad del país, la ruina económica, la crisis humanitaria compleja y la amenaza de castigo que huelga sobre los responsables por los crímenes de la dictadura. Y la tercera y última pregunta: ¿Para qué llegamos a México? Esta interrogante puede ser respondida luego de habérselo intentando casi todo (y continuamos intentándolo o dicho de otro modo morimos en el intento) como: la intervención militar extranjera con fines humanitarios, la solución militar nacional por el quiebre de apoyo a Maduro y la captura de los criminales del régimen por parte de la justicia penal internacional o estadounidense en particular, y a tal efecto respondemos que la negociación se presenta como la vía más indicada y coherente para una transición democrática, luego de las presiones internas y externas ejercidas desde 2019, mediante una serie de acuerdos que incluyan entre otros elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables, con la supervisión internacional para la ejecución de los acuerdos, a menos que el régimen quiera seguir siendo objeto de más presión interna y más sanciones internacionales.

*Atilano Linares es ingeniero civil egresado de la UCLA, exdiputado del Consejo Legislativo del Estado Lara y expresidente del Mercado Mayorista de Alimentos de Barquisimeto (MERCABAR).