El desastre ocurrido en una mina de oro ilegal en una zona remota del centro de Venezuela ha puesto de manifiesto la sensación de abandono que experimentan las comunidades pequeñas y rurales que han quedado excluidas del supuesto renacimiento económico de la capital, Caracas, y otras ciudades del país.
Los habitantes de La Paragua, la comunidad más cercana a Bulla Loca, una mina a cielo abierto donde trabajaban docenas de personas, expresaron su frustración con el gobierno durante los funerales de las víctimas del accidente. Con al menos 16 muertos, este es uno de los peores accidentes en la poco regulada industria minera venezolana, que ha experimentado un auge debido a la disminución de la producción de petróleo. La lenta respuesta del gobierno se ha sentido como una ofensa para aquellos que han pasado años buscando trabajo en las minas.
La comunidad se siente agraviada por las declaraciones del presidente Nicolás Maduro, quien afirmó haber enviado ayuda a La Paragua. Yulimar Soto, una residente de la zona, denunció la mentira del gobierno y expresó su descontento golpeando un vehículo estacionado. La situación se volvió tensa y agentes de inteligencia y policías tuvieron que intervenir.
Según las autoridades, 16 personas resultaron heridas en el colapso de la mina Bulla Loca, que llevaba solo unos meses en funcionamiento. Sin embargo, se teme que el número de muertos sea mucho mayor, ya que aún hay personas atrapadas en el interior. La economía venezolana ha sufrido una profunda crisis en la última década debido a una mala gestión de los ingresos estatales, la corrupción y las sanciones internacionales. Aunque en Caracas se ha experimentado cierta mejoría económica, pocas zonas fuera de la capital se han beneficiado.
La Paragua es una comunidad pobre y polvorienta, con casas y negocios modestos. Los residentes tienen que comprar gasolina a vendedores ambulantes debido a la escasez crónica en la única gasolinera del pueblo. Además, la bolsa de comida que distribuye el gobierno llega con poca frecuencia. La minería es la única fuente de sustento para muchas personas en La Paragua, donde antes solían trabajar en la agricultura.
En 2016, el gobierno estableció una gran zona de desarrollo minero en el centro del país para compensar la disminución de los ingresos petroleros. Desde entonces, ha habido un aumento en la explotación ilegal de minerales como el oro, los diamantes y el cobre. A pesar de las difíciles condiciones y la presencia de bandas criminales, muchos venezolanos siguen acudiendo a las minas con la esperanza de salir de la pobreza rápidamente.
A medida que se llevaban a cabo los funerales en La Paragua, los residentes comentaban sobre los muertos que pasaban frente a ellos. Cada residente parece conocer a alguien que trabaja en la mina. Acompañaron a sus vecinos al cementerio y esperaron junto al río para ver si alguien llegaba en barco desde la mina, tal vez para siempre.
«Sheila Reyes afirmó: «Tengo todas mis amistades allá. La Paragua es un pueblo pequeño, entonces todos somos amigos».