El juego de los personajes

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“Lo malo de este teatro dentro del teatro es, en realidad, que junto con la persona, se está inhabilitando la esperanza de unas elecciones primarias, se inhabilita el desagüe por donde el ciudadano ve una posibilidad de salida a sus males; se inhabilita el futuro, la fantasía y la posibilidad de retomar, aunque sea en ínfima parte, una forma democrática de dirimir las crisis. El voto y la elección”.

Con Informacion de La Gran Aldea

Cuando estudiaba comunicación social adoraba las clases de teatro porque era como sintetizar en un solo tema la vida, las palabras, las verdades y las mentiras, las emociones humanas, la verosimilitud y la similitud. De aquellos tiempos recuerdo con especial terneza una obra clásica y objeto de estudios profundos del dramaturgo italiano Luigi Pirandello llamada “6 personajes en busca de autor”.

Se trata de una pieza en la que un grupo de actores se prepara para ensayar una obra del propio Pirandello, “El juego de los papeles (roles, diría más bien yo)”, o en italiano, “Il giuoco delle partibajo la égida de un directorAl comenzar el ensayo, los actores son interrumpidos por la llegada de seis personajes inesperados. El líder de los personajes, El Padre, dice al director que están buscando un autor porque el escritor que los creó no terminó su historia, y que por tanto son personajes incompletos, que no han representado el triunfo que realmente llegaron a tener en la vida propia. El director intenta expulsarlos fuera del teatro para continuar con su propio ensayo con sus actores, pero queda intrigado cuando los personajes comienzan a contar su historia. Cada uno de ellos, seis en total, (el padre, la madre, el hijo, la hijastra, el muchacho y la Madame Pace). Y así transcurre lo que se conoce el teatro dentro del teatro.

(La convención de mostrar el teatro dentro del teatro era una práctica frecuente en el drama isabelino y en Shakespeare, y a menudo sirve para hacer reflexionar al público sobre sí mismo y sobre la fina línea que separa la realidad del espectador y la ficción dramática o viceversa).

“Excluir a actores políticos como ha ocurrido recientemente, y su telón de fondo, se parece un poco a una puesta en escena porque en realidad poco importa la ley”

Pues como les contaba, por aquel entonces me devoraba yo todo el teatro publicado que encontrara en las bien abastecidas librerías de la época. Traigo esta remembranza nostálgica a colación porque en estos últimos días he tenido la extrañísima sensación de estar viviendo una historia ficticia dentro de otra historia real, como hacía Pirandello o Lope de Vega o Shakespeare en algunos de sus dramas o comedias.

Siento por momentos estar viviendo una puesta en escena, a propósito de las elecciones primarias para escoger candidato a unas futuras e inciertas elecciones presidenciales. Y a propósito de las inhabilitaciones e inhabilitados que figuran en la lista de aspirantes a representar la oposición.

Dos inhabilitados de previa data, una inhabilitada reciente. Y supongo que la lista podría seguir ad infinitum, hasta que el “inhabilitador” encuentre a quién habilitar de acuerdo a su gusto y conveniencia. Todo esto por supuesto y en relación a la inhabilitación de una candidata puntera en las encuestas, la representante de Vente Venezuela, María Corina Machado, para bloquearle sus aspiraciones políticas por los próximos ¡15 años! Todo esto a propósito de una sola imagen -criticada por algunos, por cierto- del caricaturista Roberto Weil, en donde algunos contendientes a las elecciones primarias de la llamada oposición parecen salivar de gula ante la inhabilitación de la candidata de Vente.

Le sumo que de paso han salido al ruedo también un par de antiguos militantes del chavismo endógeno (uno de pantaleta negra, para más señas, y otro apellidado como una familia de roedores), a adherirse a la medida y a ratificar su solicitud de inhabilitación de la Señora Machado que, como ya he dicho, casualmente lidera las encuestas. No tan afanados, en cambio, en hacer la misma petición para ratificarle la inhabilitación a los ya inhabilitados de la opereta, Freddy Superlano (sí, el de los titulares la rumba en Cúcuta, militante de Voluntad Popular), y Henrique Capriles (sí, el de las cacerolas de la indignación, militante de Primero Justicia).

Dice la RAE sobre el verbo Inhabilitar1. tr. Declarar a alguien inhábil o incapaz de obtener o ejercer cargos públicos o de ejercitar derechos civiles o políticos. 2. tr. Imposibilitar para algo.

Si desarmamos la palabra, el prefijo ‘in’ indica negación o privación. Y el verbo ‘habilitar’, -que se forma sobre el adjetivo ‘hábil’-, cuyo significado es “apto, dotado de talento”. Inhabilitar… ¡Pero qué verbo poderoso! ¡Qué control sobre la vida y hasta la muerte tiene quién tenga la potestad de inhabilitar!

Es como una varita mágica: la apuntas, y la persona queda congelada, imposibilitada, inhabilitada. Como ponerle mute al control remoto, freeze a una imagen, amarrar a alguien a un árbol, o atar manos y pies, encarcelar, o incluso inhabilitar a otro lanzándolo desde una azotea (y así queda inhabilitado, eso sí, para todo el resto de su muerte).

Inhabilitar, en un país como Venezuela, podría convertirse en la forma más fácil de silenciar todo o a todos, de modificar las voluntades y acallarlas con una sola palabra. Cerrar filas. Desmantelar. Descuartizar al adversario y escoger al cómplice, al coro, a los extras, a los figurantes y hasta al publicista para promover la obra.

Creo haber leído que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela no aborda explícitamente las razones por las que un ciudadano puede ser inhabilitado políticamente. Sin embargo, el Artículo 227 estipula que para ser elegido presidente se requiere ser venezolano por nacimiento, no tener otra nacionalidad, ser mayor de treinta años, de estado seglar, no estar sometido a condena por medio de sentencia firme y cumplir con los demás requisitos establecidos en la Constitución. En otras palabras, solo aquellos que han sido condenados en un juicio pueden ser impedidos de asumir la Presidencia, y hasta ahora, Machado no ha sido condenada.

Y si bien es cierto que la Ley Contra la Corrupción en Venezuela permite la inhabilitación de funcionarios condenados por corrupción, me parece que tampoco es este el caso de la candidata de Vente Venezuela. En suma, digo, que excluir a actores políticos como ha ocurrido recientemente, y su telón de fondo, se parece un poco a una puesta en escena porque en realidad poco importa la ley.

Por si fuera poco, este martes mismo, acabo de recordarlo, hubo un debate público a través de Twitter entre un inhabilitado y el presidente de la República. Se acusaron de afantasmados el uno al otro y viceversa. (Tuve la sensación -seguramente equivocada porque mi mente es fabuladora- de que al inhabilitado candidato muy pronto le será devuelta su condición de ser vivo y políticamente hábil para lanzarse a cualquier cargo).

Lo malo de este teatro dentro del teatro es, en realidad, que junto con la persona, se está inhabilitando la esperanza de unas elecciones primarias, se inhabilita el desagüe por donde el ciudadano ve una posibilidad de salida a sus males; se inhabilita el futuro, la fantasía y la posibilidad de retomar, aunque sea en ínfima parte, una forma democrática de dirimir las crisis. 

El voto y la elección.

En este teatro dentro del teatro, mucho me temo, hay actores -unos regulares y otros pésimos-, hay personajes, hay protagonistas verdaderos, villanos y un director de elenco o varios que impiden desde hace mucho que la obra tenga éxito.