¿Es acertado tener un plan para reemplazar al ganador de las primarias venezolanas?

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Las elecciones no se limitan a los regímenes democráticos. Esta frase es una herramienta que utilizo para analizar y promover la democracia, especialmente cuando se trata de regímenes autoritarios.

En todo el mundo, existe un consenso de que la democracia es el mejor sistema de gobierno y las elecciones son el mejor mecanismo para legitimar a las autoridades. Sin embargo, gobiernos como los de Cuba, Venezuela o Nicaragua, a pesar de ser claramente autocráticos, se autodenominan democráticos y celebran elecciones.

Otra frase a la que recurro con frecuencia es «las elecciones son necesarias, pero no suficientes para considerar a un régimen democrático». Aunque no es algo nuevo, a veces es importante recordar que países como China y Corea del Norte también celebran elecciones.

Recientemente, el presidente Lula Da Silva sugirió en una entrevista que el gobierno de Maduro es democrático porque «en Venezuela hay más elecciones que en Brasil».

En los regímenes autocráticos, las elecciones se llevan a cabo con ciertas características. Mientras que en las democracias existe incertidumbre sobre los resultados, en las autocracias los resultados se conocen de antemano.

Para lograr esto, los autócratas implementan diversas estrategias, como limitar la oferta electoral y la libertad de prensa, asociación y manifestación, y manipular los organismos electorales.

En Venezuela, una autocracia consolidada, se celebran constantemente elecciones bajo estas circunstancias. Una de las herramientas del régimen es la inhabilitación de candidatos, que impide a las personas ejercer su derecho político de postularse a cargos de elección popular.

La Contraloría General ha sido la institución encargada de llevar a cabo estas inhabilitaciones, actuando como un brazo ejecutor del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). No es casualidad que quien hasta hace poco lideraba la Contraloría, impulsando inhabilitaciones como las de María Corina Machado o Freddy Superlano, haya sido nombrado presidente del Consejo Nacional Electoral de cara a las elecciones generales de 2024.

A lo largo de más de dos décadas de chavismo-madurismo, la oposición ha diseñado diferentes mecanismos para coordinar sus esfuerzos y establecer una estrategia unitaria, especialmente en contextos electorales. En este caso, se ha formado una Comisión Nacional de Primarias (CNP) para organizar unas elecciones que se celebrarán el 22 de octubre, con el objetivo de seleccionar un candidato para enfrentar a Maduro en 2024.

Uno de los principios en la conformación de la CNP fue que una inhabilitación ilegal no debería condicionar la participación, ya que las reglas autoritarias no pueden definir un ejercicio democrático. Por lo tanto, Henrique Capriles, María Corina Machado y Freddy Superlano se inscribieron como candidatos.

En la actualidad, y de manera constante en los últimos meses, Machado lidera las encuestas con una amplia ventaja sobre los demás competidores. Capriles y Superlano también figuran entre las preferencias del electorado, aunque a cierta distancia.

Si las reglas del juego fueron claras desde el principio, es decir, que las inhabilitaciones no impedirían la competencia, y si la voluntad popular es tan clara a favor de Machado, ¿por qué algunos candidatos y partidos buscan mecanismos para una posible sustitución de una candidatura inhabilitada?

El argumento lógico es que si no se puede inscribir la candidatura ganadora de las primarias debido a una inhabilitación, se necesita un plan de contingencia. Sin embargo, esto también significa que el gobierno autocrático, y no la mayoría de los venezolanos, seleccionará la candidatura de la oposición.

Este argumento supone que un candidato habilitado, a diferencia de uno inhabilitado, puede competir, ganar, asumir y promover una transición democrática. A aquellos que comparten esta postura, sería conveniente preguntarles: ¿No recuerdan que la oposición ha ganado elecciones con candidatos habilitados y no se les ha permitido asumir? ¿No recuerdan que en 2015 la oposición ganó dos tercios de la Asamblea Nacional y el gobierno desconoció los resultados? ¿No recuerdan que Andrés Velázquez ganó las elecciones en el estado Bolívar en 2017 y los resultados fueron manipulados? ¿No recuerdan que Superlano ganó las elecciones en el estado Barinas en 2021 y luego fue inhabilitado para asumir?

Los regímenes autocráticos tienen un amplio repertorio de herramientas para mantenerse en el poder y pueden utilizarlas antes o después de las elecciones. A estas alturas, sería ingenuo e irresponsable pensar que una posible transición democrática en Venezuela depende de la delegación de una candidatura habilitada.

Para enfrentar a un régimen autocrático se necesita más que un candidato habilitado: se necesita una alternativa real de poder que represente una amenaza, que cuente con apoyo popular nacional e internacional, y que provoque una fractura en la coalición dominante, obligando a los distintos sectores que la conforman a negociar ante la inminencia de un cambio.

En el contexto actual, después de años de despolitización y desmovilización, descartar la candidatura que genera más ilusión y esperanza para adaptarse a las reglas de la dictadura podría significar al menos seis años más de crisis humanitaria y éxodo masivo.

Jesús Delgado Valery es director ejecutivo de Transparencia Electoral

1 COMENTARIO

  1. Completamente nada de acuerdo para sustituir el ganador o ganadora de la primaria,
    muchos candidatos que saben que no tienen ni un 4% de aceptacion no desidan renunciar
    pero algunos de ell0s estan siendo pagados para entorpecer las primarias,
    Muy de acuerdo se necesita un segundo plan para defender al ganador o ganadora de las primarias,
    y no permitir quer hagan lo que han hecho con los triunfo conseguido por la oposicion que despues el gobierno se
    burla de los votantes, todos unidos y a desenmascarar a los opositores impostores

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