Jorge Ramos: Por fin, una salida en Venezuela

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Hay un camino a la democracia en Venezuela con elecciones justas, libres y con observadores internacionales en 2024

Jorge Ramos – dallasnews.com

Por fin, después de tantos años de la brutal y criminal dictadura de Nicolás Maduro, hay una posible salida hacia la democracia en Venezuela. ¿Cuál es? Elecciones justas, libres y con observadores internacionales en 2024.

Es un camino minado que no está exento de riesgos. Pero es una posibilidad para la anhelada transición democrática en el país.

Desde que Maduro llegó al poder —por dedazo— tras la muerte del líder autoritario Hugo Chávez en marzo de 2013, miles de disidentes han sido asesinados, torturados o encarcelados. Se trata de “crímenes contra la humanidad”, según un informe de las Naciones Unidas que salió en septiembre de este año. “Nicolás Maduro, y otras autoridades de alto nivel que le prestaron apoyo, fueron los principales artífices en el diseño, implementación y mantenimiento de una maquinaria con el propósito de reprimir la disidencia”, concluye el reporte.

La oposición ha optado, durante años, por emplear distintos recursos para salir de la encrucijada y terminar con la dictadura —marchas masivas y protestas, la imposición de sanciones de la comunidad internacional y la creación de un gobierno alternativo— pero nada ha funcionado hasta ahora. La razón es sencilla: el régimen, con el control del ejército y los organismos de seguridad, ha reprimido con inusual violencia cualquier intento de rebelión. Tumbar a la dictadura por la fuerza, con el apoyo de militares disidentes, no es una opción. Y el sacrificio de los venezolanos —las penurias económicas, la persecución, entre otros factores, han provocado un éxodo masivo que este año llegó a 7.1 millones de personas— ya ha sido enorme.

Así que, al final, fue la valiente presión de la oposición política dentro de Venezuela y las sanciones internacionales las que doblaron a Maduro y lo llevaron a enviar a sus representantes a una mesa de negociaciones en Ciudad de México. Ahí, hace unos días, negociadores de la dictadura y de la oposición —bajo la llamada Plataforma Unitaria Democrática— se pusieron de acuerdo para levantar sanciones y liberar alrededor de $3,000 millones del Estado venezolano que estaban bloqueados en los mercados internacionales. Ese dinero será usado para programas sociales en Venezuela, uno de los países con una de las mayores inflaciones del mundo y en donde más de la mitad de la población vive en pobreza extrema.

Poco después, Estados Unidos autorizó a la empresa petrolera Chevron a volver a operar en Venezuela. Un mejoramiento de la situación económica en Venezuela, y la eventual llegada de un sistema democrático, conviene a una región que ha albergado a millones de refugiados y a Estados Unidos, que está registrando niveles históricos de venezolanos que intentan llegar al país. Además de la reapertura del mercado estadounidense al petróleo venezolano, Estados Unidos intercambió en octubre a dos sobrinos acusados de narcotráfico de la esposa de Maduro, Celia Flores, por siete estadounidenses detenidos en Venezuela.

Todo esto ha tenido que pasar para que se abriera la mera posibilidad de unas elecciones libres y justas en 2024 que puedan derivar en una salida pacífica de la dictadura. “Esa es nuestra exigencia”, me dijo en una entrevista el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, quien aún es reconocido como el líder legítimo de la nación por Estados Unidos. “No estamos mendigando. No estamos pidiendo un favor. Estamos luchando por nuestros derechos. Sabemos que estamos en una dictadura”.

El modelo a seguir en Venezuela puede ser la Nicaragua de 1990, cuando los sandinistas perdieron las elecciones frente a una coalición liderada por Violeta Barrios de Chamorro, o el Chile de 1988, con la celebración de un plebiscito que posibilitó la salida del poder del dictador Augusto Pinochet.

Los venezolanos podrían sacar con votos a Maduro del Palacio de Miraflores. Pero no se le puede permitir a su gobierno organizar las elecciones ni contar los votos. Eso ya pasó en las elecciones de 2013 y 2018, ambas marcadas por denuncias de fraude. Por lo tanto, es necesario que las elecciones presidenciales de 2024 sean supervisadas por organismos internacionales. Y aun así sería muy difícil prevenir que la dictadura use recursos públicos para impulsar la reelección de Maduro. No es una solución perfecta, está llena de peligros y engaños, pero es el único rayo de esperanza que se cuela en la oscura y longeva tiranía bolivariana.

Maduro, quien está muy vulnerable por la crisis económica, dio a entender hace poco que sí aceptaría realizar elecciones, pero con condiciones. “¿Elecciones libres quieren? ¿Justas y transparentes?”, preguntó el dictador. Y esta fue su respuesta: “Elecciones libres de sanciones, libres de medidas coercitivas unilaterales; que las quiten todas”.

Está claro que las sanciones internacionales han golpeado al régimen venezolano y lo han empujado a la mesa de negociaciones. Este es el momento que la oposición ha esperado por casi dos décadas. Pero todas las facciones tienen que unirse y lanzar a un candidato presidencial único. Para eso la Plataforma Unitaria Democrática planea celebrar unas elecciones primarias en 2023.

¿Podría Juan Guaidó ser ese candidato único de la oposición? “La unidad hoy en Venezuela está por encima de cualquier aspiración personal”, me dijo antes de mostrarme una cartulina con los días —398— que según su conteo al momento de la entrevista a principios de este mes, le quedaban a Maduro en el poder. Todos los días la actualiza. “Mi deber es lograr una elección libre y justa”.

Ya veremos quién será ese candidato. Pero, por ahora, lo importante es que existe una posible, aunque lejana, salida democrática en Venezuela. Sí, suena casi imposible. Pero todos los tiranos caen y Maduro también caerá.

¿A alguien se le ocurre otra idea?