“La oposición no sirve para nada”: otra narrativa que nos condena

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“El hecho de que las fuerzas democráticas aún no hayan logrado restablecer la democracia no significa que no tengan en su haber logros importantes. Es cierto que hay mucho que corregir dentro de la oposición venezolana. Es cierto que hay mucho que reclamarle a nuestros dirigentes. Sin embargo, la narrativa de que no servimos para nada no solo es falsa, sino que, más grave aún, nos condena de antemano a la derrota”.

Recientemente, un amigo comentó que “la oposición venezolana no sirve para nada”. Es una expresión que oímos con cierta frecuencia dentro de la propia oposición. A veces, se trata simplemente de una reacción inocua y puntual, que nos sale del alma a propósito de desaciertos y errores que cometemos. Sin embargo, en muchos otros casos, es el reflejo de un sentimiento mucho más denso y profundo que se ha arraigado en nuestra conciencia colectiva, la de la militancia de la oposición, y que ha irradiado hacia una buena parte del país, incluyendo aquella que no se identifica claramente con ningún sector político y cuya relevancia no puede subestimarse. Es un serio problema.

Hemos interiorizado y nos hemos hecho difusores de una narrativa que nos deshabilita política y moralmente: la idea de que no servimos para nada. No es la primera vez que nos ocurre algo así. En sus inicios, le abrimos las puertas de par en par al chavismo al consentir su narrativa de que la Cuarta República había sido un absoluto fracaso y tampoco había servido para nada. Muchos adoptaron esa narrativa y la propagaron. Nos faltó mesura y objetividad para defender, entre los muchos errores y desaciertos, lo que era valioso y defendible en ella, y había mucho. Muchísimo. Ahora nos damos cuenta de cuán equivocados estábamos. La Cuarta República, a pesar de sus defectos, era una versión del país mucho más prospera, inclusiva y democrática, que la actual. ¡Cuántos venezolanos desearían volver a ella!

“La Cuarta República, a pesar de sus enormes y numerosos defectos, era una versión del país mucho más prospera, inclusiva y democrática, que la actual. ¡Cuántos venezolanos desearían volver a ella!”

Ese es el error que estamos cometiendo nuevamente hoy en día. Tirar al bebé junto con el agua sucia. Nadie puede negar que haya habido muchas fallas y equivocaciones en la conducción de la lucha democrática, pero al menos hay dos consideraciones que debemos tener en cuenta para conseguir un juicio más equilibrado sobre lo que somos y lo que hemos realizado:

    1. La excepcionalidad histórica de la situación que nos ha tocado enfrentar. A menudo se compara el liderazgo actual de la oposición con el que tuvimos en otros momentos de nuestra historia, como el de la Generación del 58 que derrocó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Con todo lo extraordinario y valioso que fue ese liderazgo, no podemos equiparar la complejidad de los desafíos de ambos momentos. Las dictaduras del siglo pasado, como las de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, eran dictaduras nacionales, sin articulaciones internacionales de importancia. En cambio, la oposición venezolana y el país en su conjunto se enfrentan hoy a una coalición fenomenal de fuerzas que incluye, entre otros, a algunas de las autocracias más poderosas del mundo y a movimientos irregulares y delictivos que tal vez sean los más activos de la región. Nos referimos a la alianza conformada por Rusia, China, Cuba, Irán, las FARC, el ELN y quién sabe qué otras organizaciones criminales. ¡Nada más y nada menos que eso! Frente a estos actores, no es la oposición venezolana la que no ha sabido cómo actuar, sino que son los líderes y las democracias más avanzadas del mundo los que no han encontrado una manera efectiva de enfrentarlos. En este sentido, el problema de la oposición venezolana no es solo nuestro, es un problema que enfrentan todos los demócratas del mundo en la actualidad.
    1. Los logros políticos de la oposición. El hecho de que las fuerzas democráticas aún no hayan logrado restablecer la democracia no significa que no tengan en su haber logros importantes. Por ejemplo, la atención y consecuente presión de la comunidad internacional, que contribuye a limitar las arremetidas represivas del régimen, se logra gracias a las acciones de la oposición. La creación de un gobierno interino, que obtuvo el reconocimiento de más de 50 países, incluyendo las democracias más fuertes del mundo, fue una jugada extraordinariamente audaz y novedosa. Aunque no logró su objetivo principal, desde el punto de vista político fue un movimiento destacable. ¿En cuántos países con regímenes autoritarios se ha llegado a establecer un gobierno paralelo?, ¿cuál sería la situación política en Venezuela si la oposición no hubiera resistido y hecho todo lo que ha hecho hasta ahora?, ¿no nos encontraríamos en una situación similar a la de Nicaragua o Cuba?

Es cierto que hay mucho que criticar y corregir dentro de la oposición venezolana. Es cierto que hay mucho que reclamarle a nuestros dirigentes. Sin embargo, la narrativa de que no servimos para nada no solo es falsa, sino que, más grave aún, nos condena de antemano a la derrota.