Las visitas de los presidentes de Estados Unidos a Venezuela

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Desde 1958 hasta 1990, Venezuela recibió la vista de mandatarios estadounidenses, que pisaron suelo caraqueño y siempre fueron recibidos con afecto de un país, que veía en Estados Unidos su principal aliado.

Durante esas visitas, los sectores extremistas de la izquierda, no pocas veces, se las arreglaron, para protagonizar escaramuzas que no podían competir con las inmensas concentraciones del pueblo, que ondeaba banderas de Estados Unidos y Venezuela

El vicepresidente Richard Nixon (1913-1994) llegó a nuestra capital en 1958, como señalé en uno de los capítulos de este libro. A mediados de los años cincuenta, estábamos en plena Guerra Fría (y a pocos meses de la Revolución cubana) y Estados Unidos buscaba mantener su influencia a la vez que ahuyentar de la región al comunismo.

Los países latinoamericanos habían entrado en una suerte de luna de miel iniciada en la Segunda Guerra Mundial, cuando se alinearon a favor de Estados Unidos contra el Eje. Asimismo, cuatro años antes, ha sido derrocado al gobierno reformista de Jacobo Arbenz en Guatemala, lo cual ha generado un sentimiento antinorteamericano en diversos países, impulsado por los Partidos Comunistas locales.

Electo vicepresidente en 1952 en la plancha que llevó a Eisenhower a la presidencia, Nixon se convirtió en un permanente viajero alrededor del mundo. Había comenzado a desarrollar la labor de embajador de los intereses norteamericanos en 1953 con una prolongada visita a Asia. Pero fue la gira a América Latina la que le trajo más dolores de cabeza. Esta debía durar 18 días (del 27 de abril al 15 de mayo) e incluía inicialmente 8 países.

Los comunistas venezolanos habían preparado una emboscada a Nixon. Apenas se disponían a cantar el himno nacional, una lluvia de insultos cayó sobre él y su esposa. La izquierda no respeto el propio himno nacional venezolano, una vergüenza. El trayecto fue casi una trampa mortal y una pequeña turba se abalanzó sobre su automóvil. Según lo recuerda Nixon en sus memorias: «Me puse prácticamente enfermo al ver la furia en los ojos de los adolescentes, chicos y chicas, que eran poco mayores que mi hija de doce años».

Nixon aprovechó los incidentes de Caracas para presentarse como un héroe y recibir las felicitaciones y muestras de apoyo de los líderes de ambos partidos. Dos años después, aprovechando esta imagen, se lanzaría a la presidencia, siendo derrotado por Kennedy. Volvería a intentarlo en 1968 y llegaría a la Casa Blanca finalmente en 1969, pero el escándalo de Watergate lo obligaría al ostracismo hasta su muerte.

La década de los sesenta fue una época muy difícil y convulsionada en Venezuela donde quedaban todavía los despojos de una feroz dictadura recién derrotada. El presidente venezolano Rómulo Betancourt tomó las riendas de la democracia y se decidió a ejercer acciones dirigidas hacia el progreso y la modernidad del país. En tales acciones se encontraban estrechar lazos cordiales de amistad con los aliados de Venezuela para caminar de la mano hacia el desarrollo de proyectos que generaran bienestar para la ciudadanía.

Entre esos memorables momento de la historia política venezolana se encuentra la visita de John Fitzgerald Kennedy junto con su esposa Jacqueline en diciembre de 1961, la que amablemente aceptaron del gobierno de Betancourt, lo que representó un gran acontecimiento lleno de optimismo y esperanza para los venezolanos.

John F. Kennedy juró como presidente de Estados Unidos el 20 de enero de 1961. Y ese mismo año, uno de los primeros países latinoamericanos que visitó fue Venezuela, el 16 de diciembre.

Argumentando que «aquellos que hacen de las revoluciones pacíficas un imposible hacen que las revoluciones violentas sean inevitables», trató de contener el comunismo en Latinoamérica estableciendo una Alianza para el Progreso.

Trabajó cercanamente con el gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, y el presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, para el desarrollo de la Alianza para el Progreso, como también para el desarrollo de la autonomía del estado libre asociado de Puerto Rico.

Tras su llegada al país, el presidente Kennedy voló en helicóptero, acompañado por Betancourt, a Maracay. Ahí ambos mandatarios visitaron las poblaciones de La Fría y La Morita. «Entregaron varios títulos de propiedad de tierra, como parte del programa de ayuda económica, política y social Alianza para el Progreso para América Latina del presidente Kennedy».

Su mujer habló en español, y alentó a las mujeres, denunciando un mundo desigual que debía desaparecer. La multitud la ovacionó.

Personaje fascinante y contradictorio, John F. Kennedy es uno de los políticos estadounidenses más recordados de la segunda mitad del siglo XX. Tras convertirse en el primer católico que accedía a la presidencia de Estados Unidos, impulsó una política de reformas destinadas a recuperar para su país la primacía mundial, puesta en duda por los éxitos espaciales soviéticos. Sus proyectos políticos quedaron truncados por su asesinato en 1963, un magnicidio cuyos móviles nunca han quedado del todo esclarecidos y que ha dado lugar a múltiples conjeturas. La prematura muerte del presidente (cuya familia ha estado rodeada de un aura de fatalidad, pues diversos de sus miembros fallecieron en circunstancias trágicas) contribuyó a otorgar a su figura un carácter mítico.

En 1978, el presidente Jimmy Carter visita Venezuela. El diario El País de España tituló: “A partir de hoy, los dos países más ricos de América Latina”, en alusión a Venezuela y Brasil.

Con el problema de los precios del petróleo como principal materia de discusión, el presidente norteamericano, Jimmy Carter, iniciaba su visita oficial a Venezuela, primera etapa de su gira de una semana por cuatro naciones de América Latina y África.

En sus conversaciones con el presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, Carter abordaría la cuestión de la caída de valor del dólar norteamericano y su influencia en el precio de los crudos. Venezuela exportaba casi la mitad de su producción petrolífera a Estados Unidos. Carter pronunció un discurso ante el Congreso venezolano, en el que explicó la posición de Estados Unidos en el «diálogo Norte-Sur», y resaltó la responsabilidad de los países altamente industrializados en la ayuda al desarrollo de las naciones del Tercer Mundo.

Fue el segundo presidente norteamericano en visitar Venezuela y durante su estadía, Venezuela y Estados Unidos suscriben un tratado limítrofe que fija las fronteras marítimas del país (Isla de Aves) con los territorios no incorporados de Puerto Rico y las Islas Vírgenes, llamado el Tratado de Delimitación de Áreas Marinas y Submarinas entre Venezuela y Estados Unidos. Miembros de partidos de izquierda, como Liga Socialista, Ruptura y Comité de Luchas Populares protestaron la presencia en Caracas del presidente norteamericano Jimmy Carter y su esposa Rosalyn, quienes se reunieron con CAP en Miraflores.

En 1990 el presidente norteamericano, George Bush, aterrizó en la capital venezolana, en la última etapa de su gira de una semana por cinco países latinoamericanos destinada a apoyar los regímenes democráticos en el hemisferio.

Carlos Andrés Pérez lo recibió y tenia un calendario muy concreto: la situación energética en el mundo como consecuencia de la crisis del golfo y la liberación del comercio interamericano.

El clima de amistad que reina entre los dos presidentes no se reflejó en la calle, donde, concretamente en el recinto universitario de Caracas, se registraron duros enfrentamientos.

El presidente George Bush establecía un nuevo clima en las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos continentales, marcadas durante años por incomprensiones, recelos y desconfianzas, cuando no antagonismos y enfrentamientos abiertos. Impulsaba la Iniciativa de las Américas, el proyecto propiciado para crear una zona de libre comercio entre Alaska y la Tierra del Fuego.

En su escala en Venezuela Bush se esforzó en todos sus discursos en resaltar ante sus audiencias la importancia que su presidencia concedía a sus relaciones con Iberoamérica y el futuro prometedor que esperaba al hemisferio si todos los países terminaban con el proteccionismo y las trabas al libre comercio.

En 1997, el presidente estadounidense, Bill Clinton, llegó a la leal Venezuela, primer abastecedor de petróleo de Estados Unidos aun en circunstancias históricas comprometidas, cuyo principal objetivo era evitar que la Unión Europea cerrara el paso a las inversiones y exportaciones norteamericanas en una región de grandes posibilidades económicas e inmersa en un ambicioso programa de privatizaciones. «En el siglo XXI, las Américas serán un modelo para el mundo con democracia y mercados abiertos», declaró a su llegada al aeropuerto de Caracas.

Clinton insistió en la necesidad de agrupar a unas naciones «unidas por valores compartidos desde Alaska a la Patagonia» que sirvieran de ejemplo al mundo, y destacó también la histórica amistad con Venezuela, país con el que compartía, dijo, «la democracia, el desarrollo energético, la música y el beisbol».

Clinton, pidio en privado al jefe de Gobierno venezolano, Rafael Caldera, de 81, garantías para sus inversiones, medidas contra la corrupción judicial, y la revisión de la reglamentación nacional sobre patentes y propiedad intelectual. Las empresas estadounidenses, que también protestaban la piratería de Brasil y Argentina, denunciaban pérdidas de 206 millones de dólares por la falsificación de sus productos.

Sin sobresaltos, el presidente estadounidense había aterrizado en Caracas con directores de compañías petroleras y un nutrido equipo de ministros, asesores en la lucha contra el narcotráfico, relaciones exteriores, legales y medio ambiente.

Clinton, trataba de lograr la contribución de Venezuela en la promoción del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) para el año 2005, dedicará un día al país que generosamente bombeó crudo para paliar las necesidades del Norte durante la II Guerra Mundial, años en que cargueros en ruta hacia puertos norteamericanos eran hundidos por submarinos alemanes en el Caribe, y también en 1968, cuando tras negar su apoyo al boicoteo petrolero de las naciones árabes tras su conflicto con Israel aumentó al máximo su producción para aliviar la escasez de Estados Unidos y Europa.

Con Información de El Nacional