¡PLASMANDO LA TRANQUILIDAD! Esteban Castillo: 60 años de sereno arte

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Esteban Castillo lleva el arte de la pintura en los genes y el corazón. Él ha expresado que si volviera a nacer sería de nuevo pintor. Una vocación que brota a los 8 años de edad cuando plasma su primera obra: una mansa paloma que observa en un almanaque en el local de un comerciante del mercado Bella Vista. Entonces frecuentaba también el mercado El Manteco donde su padre tenía un comercio al detal de artesanías.

En 1955 decide ingresar a la Escuela de Artes Plásticas Martín Tovar y Tovar donde hace amistad con Servideo López y recibe la influencia del maestro José Requena. Entonces imperaba en el ambiente de la plástica local la corriente del paisajismo, por lo que pinta bodegones, retratos y paisajes de una manera tibia. Era todo sueño, pero planeaba viajar a la capital mundial del arte: París.

El país vivía momentos de terror y miedo por la existencia de la represiva dictadura de Marcos Pérez Jiménez que todo lo vigilaba con sus agentes de la policía política (SN) y confidentes. Hechos que reseñamos en nuestro libro “La dictadura perezjimenista en Lara” publicado en 2016. No obstante, su amigo López era todo un volcán político movido por sus ideas de izquierda, mientras que Castillo se mantenía observador y cauteloso, al decir del pintor Pastor Barragán. Un registro cronológico de su trayectoria comprende las etapas figurativa, las máquinas y abstracta.

Etapa figurativa
Este período de su carrera artística lo llena paisajes, rostros y bodegones. Algunos de los paisajes reflejan motivos observados en La Cuesta Lara lugar al que Requena solía llevar a sus alumnos a realizar sus prácticas lo cual le genera problemas con la dictadura. Pues al secretario general de gobierno Aníbal Lisandro Alvarado no le gustaba esa actividad por tratarse de uno de los sitios más deprimidos de la ciudad donde resaltaban los contrastes sociales de la miseria y riqueza. En consecuencia, la censura no se hizo esperar siendo recriminado y advertido de una sanción el profesor Requena de persistir en dicha práctica. Es decir, que involuntariamente Castillo quebranta esa disposición oficial al pintar esos parajes que bordean la meseta donde está asentada la ciudad.

A nuestro entender, en esos paisajes es notorio el uso por Castillo de colores como beige, amarillo y verde degradado. En algunos es apreciable una luminosidad. El signo iconográfico de los mismos son las destartaladas viviendas y los árboles que aborda minuciosamente sin prisa alguna. Mientras que en las figuras humanas es menor la laboriosidad sin pretensiones perfeccionistas con una coloración blanca, rosada y unos juegos con el azul con tendencia al oscuro. Son unas obras donde predomina una atmósfera sicológica del sosiego que le acompañará en lo sucesivo con una leve merma durante la experiencia de Las máquinas.

Las máquinas
La etapa de la figuración la abandona luego de un viaje en 1964 a Nueva York donde entra en contacto con una sociedad industrial como la norteamericana. En esa época estaban en marcha los viajes espaciales por parte de los norteamericanos y rusos que influyó en el arte mundial. La influencia de los mismos no se hizo esperar en su producción cuando regresa al país.

En las máquinas, pese a la existencia de un equilibrio en el conjunto, se percibe un estado de caos y agitación por la proliferación de colores fuertes y figuras de las que se percibe apenas un esbozo. El maquinismo está asociado al desplazamiento del hombre siendo tal vez lo que intentaba expresar el barquisimetano. Según nuestro punto de vista, es pintura próxima al expresionismo por la carga de subjetividad interior del autor. Aquí hay signos de cierto caos que rompe con la calma. En algunas de estas obras se vislumbra la inclinación por el arte abstracto cuando asoman los triángulos lo cual vendrá luego en Europa.

Lo geométrico y tranquilidad
Continúa evolucionando cuando en 1967 decide viajar a París a proseguir estudios becado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INCIBA). Entonces en la capital francesa estaba en boga el arte cinético y geométrico al que se entrega con vehemencia. Esta forma de arte tiene detractores que la consideran ajeno a la realidad geográfica y humana de los países del llamado Tercer Mundo por su presunta frialdad. Se trata de un arte metódico, cerebral, calculador y extremadamente ordenado en los detalles sin aparentemente ningún mensaje explícito. Su mensaje hay que descifrarlo desde el mundo de lo implícito pues en el mismo está presente la sensibilidad del artista atento al entorno y tocado por éste.

Aunque parezca un contrasentido, se trata de pintura elemental que se resuelve por la vía del círculo, triángulo, cuadrado, rectángulo y aun un manchón siempre con profusión de cuidados colores por cada imagen. Castillo copa los espacios con un sentido y pericia de la proporcionalidad que requiere un paciente trabajo mediante la distribución de los componentes visuales de la obra. De tal manera que lo resuelve a partir de esa premisa en que observamos el uso de triángulos para transmitir una variedad de saludables emociones y sentimientos propios de un hombre de bien y lucha.

El arte casi intimista por la resolución detallada del terma planteado en pequeños espacios en que prevalece el poder del color. Para nada se trata de una complicada operación de laberintos que si encontramos en la obra de Kafka, Sábato y Borges por esa angustia que provoca el sufrimiento del hombre. Por el contrario, cuando el espectador se adentra en sus cuadros vive la gratificante experiencia de la tranquilidad Allí radica su clave al desmenuzar desde la escrutadora observación de un solo objeto o color. La resultante es un conjunto equilibrado con sustancial a las formas geométricas, que requiere ingenio y creatividad que se alcanzan con mucha práctica, persistencia, estudio, trabajo diario y rigurosa disciplina.
De una obra pictórica nos motiva en parte: composición (perspectiva), color,forma y sensaciones que comunica y le dan sentido. En la de Castillo existe una variedad de sensaciones, entre las que sobresale de inmediato la tranquilidad. Esa es una constante a lo largo de su obra que bien se le puede catalogar de un logro y mérito de su creación.

A nuestro parecer es una de sus características. Una evidencia de su bien conformada personalidad y carácter que le impulsaron a persistir en esa vida de artista del pincel. Es que ni siquiera en los momentos más difíciles desmayó dedicándose a oficios como el de la buhonería, mesonero y pintor de brocha gorda de lo cual se refiere con orgullo y enseñanza de vida.

Esteban Castillo es uno de nuestros máximos valores de la barquisimetaneidad en el arte abstracto en el cual ha encontrado su camino a Damasco o realización. Un digno representante en el mundo junto a los pintores: Teodoro T. Arce, Rafael Monasterios, Edgar Sánchez, César Andrade y Enrique Hernández.

Freddy Torrealba Z.

Fuente: El Impulso