Primarias #Oct22: Recta final

0
494

Ya se dobló la esquina y se perfila el último trecho para la realización de la primaria el próximo 22 de octubre de la que saldrá la candidatura unitaria de la oposición venezolana. Una recta final corta, con mucho aún por hacer como implica toda elección masiva y más en esta, que es a la vez un acto de reafirmación y de desobediencia. El régimen, dueño absoluto de todos los poderes públicos, ve como una amenaza que los ciudadanos ejerzan sus derechos políticos y juega con cartas marcadas, por lo que la incertidumbre permanecerá hasta el último minuto. Se camina sobre zanjas.

El Nacional

La candidatura unitaria que se escogerá exactamente dentro de un mes competirá en las elecciones presidenciales previstas en principio para 2024. Pero eso tampoco se sabe. El régimen esconde la fecha, que es el primer acto entre tantos de ventajismo electoral. Lo que de manera persistente recogen los estudios de opinión es el consolidado y amplio rechazo de la población a Nicolás Maduro. En todos los escenarios pierde. Por tanto, enredar esos escenarios y las rutas para llegar a ellos es una tarea a la que Maduro y su combo se dedican con obstinación.

Desde hace casi un año se puso a rodar en el ámbito opositor la intención de realizar la elección primaria para la escogencia de su candidatura única, en una consulta en la que pudieran participar todos los venezolanos inscritos en el registro electoral, dentro y fuera del país, que lo desearan. En octubre de 2022 la Plataforma Unitaria dio a conocer el reglamento nacional de la primaria y unas semanas después nombró la Comisión Nacional de Primaria bajo la presidencia de Jesús María Casal, abogado constitucionalista de amplio reconocimiento académico y que ha mostrado desde entonces prudencia, sensatez, independencia y compromiso con la tarea encomendada.

Y vaya tarea. La primaria es un desafío al régimen porque implica en su esencia la recuperación de la vida democrática del país y, a la vez, pretende reconquistar la confianza de los venezolanos en el cambio político, indispensable para sobre los escombros en los que se encuentra Venezuela sumar voluntades para un proceso de salvamento y sanación nacional.

En febrero pasado se anunció el cronograma para llegar a ese anhelado 22 de octubre, se abrieron las puertas a la participación de las organizaciones políticas y de la sociedad civil, surgieron los candidatos y candidatas que comenzaron a recorrer el país –algunos de dudosa procedencia, y otros, que se dicen «opositores» de la boca para fuera, desistieron en el camino o nunca dieron el paso–, se abandonó la vía de la participación del Consejo Nacional Electoral cuando el régimen lo intervino con descaro y se optó por la primaria autogestionada, y se suscribieron compromisos de respeto al resultado electoral, un programa mínimo de gobierno y la declaración de principios democráticos. No es poca cosa, aunque pudo ser más.

La primaria, y es una certeza compartida en los ámbitos político, mediático y social, ha calado hondo. Hay juntas electorales en todos los estados del país, se escogieron 80 ciudades en más de 30 países para que voten venezolanos en el exterior, se prevé la instalación de 3.100 centros electorales con unas 5.000 mesas de votación en el territorio nacional y, sin duda lo fundamental, los candidatos y candidatas –13 en total, un número excesivo pero los votos pondrán a cada uno en su lugar– han visitado pueblos y ciudades, universidades y mercados, casas y plazas para difundir su mensaje político con sus respectivos matices y enfoques. Enfrentando, no hay que olvidarlo, amenazas y agresiones desde el Estado, sus órganos y funcionarios, que tanto pueden torcer la justicia para inhabilitar candidaturas sin base alguna, como ofrecer golpizas a quien ose pisar un «territorio rojo».

Pedirle al régimen que recapacite y respete el proceso de la elección primaria es llover sobre mojado. No está en su naturaleza. Pero el mundo democrático debe seguir atento a lo que ocurre en Venezuela, para favorecer la resolución democrática y pacífica del largo y penoso conflicto que ha arrojado a casi 8 millones de venezolanos fuera de su país: un país con tanto talento como recursos para dejar de padecer una emergencia humanitaria compleja.