¿QUIÉN GANÓ LAS ELECCIONES DEL 21N? ¿Hay una respuesta clara?…Creo que no (Aporrea)

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Hay muchas cuentas que sacar. Si uno observa con detenimiento, en todo hay poco o mucho, pero también hay de lo bueno y de lo malo. Si uno se pone un poco pretencioso y habla como quien se viste para una fiesta de gala, diría, hay cosas que se miden cuantitativamente y otras de manera cualitativa. Es decir, hay cantidad y calidad. Y todo ello entra en la vida y sirve para evaluar los resultados. En mi última novela, «Los perdedores», uno de los tantos personajes pierde varias jugadas, preparando el terreno para, al final, intentar ganar. Ahora mismo leo un libro sobre el Mariscal Sucre, quien fue hábil en este tipo de maniobras en el ámbito militar.

Puede uno quedarse con un montón de cosas, pero de poco valor y significado, como que puede uno hasta ganar perdiendo y viceversa. Un plato de loza trizado nunca valdrá más que una pequeña pepita de oro

Hay quienes ganan desde una óptica, pero pierden desde otra y ganadores del respaldo de tres o cuatro pusilánimes, que en cualquier momento hacen sus trastadas o se pasan para el enemigo y al mismo tiempo, y por lo mismo, como hacerles concesiones a estos, se pierde uno o dos hombres de alta catadura intelectual y moral, como que Bolívar se hubiese ganado a Santander, Córdova y hasta a Páez, perdiendo al Mariscal Sucre, por poner mayor empeño y afán en aquéllos.

En la Cumaná de mi tiempo, se solía decir a quienes asumían malas compañías o hacían negocios dudosos, «no te arriendo la ganancia».

En principio, en lo inmediato, pareciera que el presidente Maduro salió ganancioso, pues por mucho que el Departamento de Estado, con anterioridad haya dicho que estas elecciones, al margen de sus resultados no lo «legalizaría», porque, según ellos pese eso no está en lo constitucional, sino en su juicio, de hecho, la participación de una amplísima gama opositora, que de paso no ha cantado fraude, de lo que sí parece se van a ocupar los veedores de la UE, después que estén en Europa, atendiendo a lo exigido por EEUU, no hizo otra cosa que reconocer la legalidad venezolana.

Y esa participación que incluye a gente de López, Guaidó, Capriles y Ramos Allup, sin hablar de Manuel Rosales, de quien nos ocuparemos aparte, significa que pese pataleen, en el gobierno norteamericano se vieron obligados a reconocer la realidad, bajar un poco sus banderas de guerra y lo en exceso hostil, a riesgo de quedarse solos, sin gente y sin banderas.

Si aquí hay alguien derrotado, por lo menos después de esta escaramuza y al parecer, dados los nuevos liderazgos, lo seguirán siendo después, según una percepción elemental y lógica, Leopoldo López y Guaidó, pese EEUU, más por fingir y ganar tiempo para sacar sus nuevas cartas, finja.

Este cambio de actitud, aunque sea a regañadientes, un simple movimiento táctico, como un paso atrás, para dar dos adelante, en lo que el triunfo de Rosales es significativo, lleva inexorablemente, aunque no lo digan a un reconocimiento de Maduro y, sobre todo, a un triunfo de quienes luchan por la paz en Venezuela.

Pero si vamos a lo puramente cuantitativo, sacamos cuentas, sin ser muy precisos porque ahora Internet no me ayuda, sabemos que la abstención rozó el 60 por ciento. Si aún le restamos el número de venezolanos con derecho a voto que está en el exterior, la mayoría se abstuvo, de donde el «triunfo» se lo disputaron las minorías que, de paso, no constituyen un bloque sino están separadas, bien por bastante racionalidad, como distintas maneras de ver la vida, la sociedad y la coyuntura o por razones puramente viscerales y «porque el candidato debo ser yo o el mío y no tú o el tuyo».

Y si se quiere, pudiéramos afirmar que perdió la «revolución», si de esta se trata, porque en ninguna parte del mundo, un cambio de esta naturaleza, que es transformar la sociedad, es asunto de minoría o minorías; ese proceso es inherente al pueblo todo o por lo menos a la determinante mayoría. No hay ni habrá revolución donde la mayoría de la gente no la asuma, construya con entusiasmo, amor y hasta laboriosidad.

Si partimos de la idea que quienes gobiernan encarnan la idea revolucionaria, el ideal chavista que sería la misma cosa, pese ganaron la determinante mayoría de las alcaldías y gobernaciones, en cada entidad lo lograron con la minoría y así es entonces en el país todo.

Y esto demanda de parte ellos una revisión profunda, dentro de los parámetros coherentes a lo revolucionario, distinto a lo personal, convencional, ventajoso y momentáneamente; y, como el bonguero del río Arauca que transportaba a Santos Luzardo, pero también al «Brujeador», agente de la «dañera», «Doña Bárbara», preguntarse, ¿con quién vamos? Como preguntarse ¿en verdad ganamos? Y hasta ¿a quién o quienes dejamos en el camino? ¿No es posible una revisión y un desandar para volver andar hacia adelante con pasos firmes, seguros y bien acompañados? ¿Ganamos o estamos perdiendo?

Esta última pregunta tiene más sentido, si tomamos en cuenta que las elecciones presidenciales pudieran provocar un cambio cualitativo en cuanto a las alianzas, que pudieran ser en un sentido u otro, como provocar cambios en los ordenamientos, depende de la definición de nuevas estrategias y tácticas de parte de cada opción. Y lo cualitativo tiene la virtud, que puede impactar lo cuantitativo, tanto como de una semilla puedan emerger mil flores. Entonces la mesa está servida y hay espacios y oportunidades para perder o ganar.

La pérdida del Zulia, sobre todo con un candidato como Manuel Rosales, cuyo discurso de última hora, aún después de haber ganado, parece conciliador y en la idea de unir las fuerzas opositoras para lo electoral, constituye una pérdida de calidad incuestionable, invalorable desde el punto de vista estratégico para el gobierno y hasta la soberanía.

Táchira y Zulia, son dos escenarios que la ultra derecha venezolana, manejada por Estados Unidos, con la ayuda de Colombia, más factores históricos de distinto tipo, como el centralismo, que tradicionalmente se ha tragado el ingreso nacional, ha tenido en sus planes para la conspiración y las amenazas secesionistas.

En Táchira, si bien es verdad que, según los números, con la mayor abstención de toda Venezuela y esto es muy significativo, ganó Freddy Bernal, lo hizo en minoría con respecto a la suma de dos candidatos opositores que antes habían estado en el mismo bando. Es decir, ganó basado en la abstención y en la división opositora. De donde uno podría decir, tomando en cuenta el enorme respaldo que tuvo desde el gobierno nacional, dada su condición de Protector y lo estratégico de ese espacio, que casi fue un derrotado. Pues antes el gobierno había ganado las elecciones dos veces en aquel espacio, la última vez con Vielma Mora y hasta con cierta comodidad.

Y hablando de perdedores, vale mencionar a Dante Rivas. Fue este joven todavía, quien siendo ministro alcanzó un alto prestigio por su gestión al frente del Saime, donde tomó iniciativas que desentrabaron la burocracia, el papeleo y el cobro de coimas, pero puesto en roles posteriores como candidato en varias oportunidades en su Estado natal, Nueva Esparta y hasta de Protector en el mismo, no ha sabido conectarse con una población llena de calamidades y, la derrota ha sido tal que, la sufrió de manos de un carcamal de la política, de la vieja AD, bueno, según dicen, en lo del juego de gallos e inversiones turísticas en Margarita y hasta en España, llamado Morel Rodríguez. Creo a mi pesar, y esto lo digo con toda sinceridad, que, a Dante, ya «se le acabó su cuarto de hora», es uno de los peormente derrotados.

¿Pero qué pudiera haber de ganancia o pérdida en la manera de asumir esos resultados?

Al responder esta pregunta uno sabe que una opción de calidad, como la de reconocer al otro, deslastrase del sectarismo, grupalismo y abrirse a los demás con generosidad e inteligencia, que son valores cualitativos, pudieran convertirse en miles de votos de esos que se abstuvieron. Porque, es falsa la creencia que, el mayor volumen de esos abstencionistas de hecho, forman un universo potencialmente votante a favor de la oposición, entendiendo como tal, a aquella que, usando distintas formas de lucha, se ha enfrentado al gobierno para intentar derrocarle, siguiendo el guion dictado desde EEUU.

Es cierto que, Venezuela es una codiciada presa del capital internacional y de la diplomacia de las grandes potencias, no sólo por el petróleo, dado que no es totalmente cierto que ese combustible dejó de ser un gran negocio, si no pregúntenle a los expertos como Einstein Millán Arcia y Mendoza Potella, ese es un discurso convencional para prepararnos por adelantado para un nuevo modelo, lo es además, por los tantos recursos que poseemos de orden mineral, agua, tierra, la favorable posición astronómica y algo muy sustancial, nuestra envidiable y muy estratégica posición geográfica. No digamos nada, solo veamos el mapa.

Pregunté a un amigo al parecer muy inclinado, «¿no es posible pensar que el gobierno logró contener la violencia, posibilidad de colocar en otro plano sus relaciones diplomáticas con el mundo del capital, dividió más a la oposición y creo puentes de entendimiento con un buen espacio?

Y esto último sirve para comprender que, hay mucho espacio para encontrarse y reencontrarse los patriotas, nacionalistas, honrados, antiimperialistas y demócratas de este país; pero para eso, también habría que revisar las políticas, empezando por las de carácter social, que permitan sintonizarse con las mayorías. El abordaje de la coyuntura de aquí en adelante, en verdad, definirá ganadores y perdedores a largo plazo. Pero sin sectarismo.

Por: Eligio Damas

Eligio Damas

Fuente: Aporrea