Ser docente en Venezuela: entre la vocación, la lucha y el rebusque

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A más de 100 días de manifestaciones continuas de maestros, TalCual, junto a medios del interior del país entrevistaron a ocho docentes y un estudiante de Educación para conocer sus realidades y expectativas sobre las protestas, el futuro de la educación en Venezuela y los posibles anuncios del próximo 1° de Mayo, Día del Trabajador

TalCual

Repostería, costura, venta de productos alimenticios y otros oficios son las actividades paralelas a las que han tenido que recurrir muchos docentes venezolanos –activos, jubilados, de Educación Básica, Técnica y Universitaria– para poder completar su sueldo y así subsistir.

Las protestas de este gremio –por mejoras salariales y laborales– no han faltado durante el último lustro y se intensificaron en 2022 y este 2023; luego de la aparición del instructivo de la Onapre y la migración de nóminas regionales al Ministerio de Educación. Muchos docentes salieron el pasado 9 de enero a protestar y hoy siguen en las calles exigiendo sueldos dignos y restitución de beneficios robados por la revolución bolivariana.

Tras más de 100 días de protestas continuas, TalCual, junto a El Tiempo, Correo del Caroní, La Mañana, El Impulso, La Nación, Yaracuy al Día, La Verdad y Radio Fe y Alegría, entrevistaron a ocho docentes y una estudiante de Educación para conocer sus realidades y expectativas sobre las protestas, los posibles anuncios del próximo 1° de Mayo –Día del Trabajador– y el futuro de la educación en Venezuela.

Recuerda que en la década de los 90 compró dos vehículos 0 kilómetros. Eso la hace sonreír, pero esa curva en el rostro se va y entra la nostalgia cuando piensa en su carro accidentado desde hace siete meses. «Ni los repuestos he podido comprar», señala.

Como jubilada cobra 800 bolívares mensuales. Y como docente activa de primaria, Bs. 378.

Por esa razón, durante la pandemia decidió incursionar en el comercio: vende casabe, queso, miel, cacao y en ocasiones, café artesanal. Cuando le va bien, obtiene hasta $200 semanales.

«¡Asisto y promuevo las protestas! Es la forma que tenemos de manifestar nuestro descontento a los representantes actuales del Gobierno que no quieren darnos respuestas cuando tienen como darlas. Además, que es una responsabilidad constitucional y contractual asignar a los docentes salarios dignos y suficientes para tener calidad de vida», explica.

Marín dice que el futuro es de preocupación y de ocupación. No sólo para los maestros, sino también para los representantes y todos los venezolanos.

«Todos tenemos un nivel de corresponsabilidad en el tema de la educación. La defendemos o cada día la ignorancia se irá imponiendo», apunta.

Elba recorre 30 kilómetros para ir a dar clases
Dar clases en un pueblo o comunidad rural del ya abandonado estado Apure es toda una proeza. Elba Judith Garzón, docente de seis de la escuela Simón Rodríguez, de El Nula (municipio fronterizo José Antonio Páez); da fe de ello.

La maestra se encuentra en proceso de jubilación, cobraba 486 bolívares hasta que el instructivo Onapre, que suprimió sus primas, le bajó el sueldo a Bs 374. Luego, la migración de la nómina docente de la gobernación de Apure a la del Ministerio de Educación, se lo dejó en Bs 360.

Pero además a Elba la conversión de bolívares a pesos colombianos, –moneda imperante en esa franja–, le hace perder cuatro dólares de su salario. Es decir, los Bs 360 bolívares –equivalentes a $14,60, de acuerdo a la taza del Banco Central de Venezuela, del 24 de abril (24,61 BS/$)– se convierten en 54.000 pesos: $10 en Colombia.

«¿Qué puedo comprar yo con eso para mantenerme 15 días? Un litro de gasolina cuesta 4.000 pesos y si no tengo gasolina para la moto no me puedo trasladar», se lamenta Elba.

La educadora, además, tiene que trasladarse unos 30 kilómetros, de ida y vuelta, de donde vive a la escuela en la que da clases.

Por ello, convino con los padres de los niños asistir solo dos días a la semana para evitar tanto desgaste.

«Claro, esos dos días que voy me dedico completo a los muchachos», afirma. Dice tener unos 60 estudiantes de varios grados. Otra realidad que le toca sortear a los maestros rurales.

Reina Álvarez, entre la docencia y la costura
Reina Álvarez, docente del colegio Libertador Bolívar, ubicado en la comunidad Doña Bárbara de San Félix, es educadora especializada en Educación Física y desde hace un tiempo de compartir su trabajo como docente con labores de costura, para subsistir.

Álvarez asevera que para los profesores de cátedras prácticas la situación de los liceos es aún más preocupante, toda vez que no cuentan con los implementos necesarios para impartir sus asignaturas.

«No hay materiales deportivos, no hay balones, no hay implementos. Nos tienen amedrentados y no podemos trabajar en paz, nos tienen hostigados», denuncia.

La educadora señala con insistencia sus zapatos desgastados, los mismos que debe usar para impartir clases cada semana, ya que su quincena, de apenas 140 bolívares, no le permite comprar zapatos nuevos.

«Reparo pantalones, hago remiendos, construyo piezas. Mi salario no me da. Tengo tres niños y hay días que me acuesto sin cenar y voy a dar clases sin desayunar. Debo armarme de valor porque los alumnos también pasan por situaciones fuertes», relata.

Álvarez protesta para que sus hijos puedan tener un país mejor, y para reclamar el derecho del profesional a una vida digna.

Carmen Tovar aspira a una jubilación $500
Carmen Tovar Contreras es licenciada en Educación, graduada en la Universidad del Mácaro (Aragua). Con la ayuda de sus familiares se costeó sus estudios.

Actualmente, Carmen tiene 12 años como docente jubilada, luego que impartió clases por 32 años en la escuela rural El Guay, municipio San Francisco (Falcón). Hoy su jubilación es de 450 bolívares.

Este monto no cubre sus necesidades más básicas, por eso Carmen comenzó a dedicarse a la elaboración de dulce de lechosa, que vende a un 1 dólar el vaso; también vende tortas, debudeque y paledonias, las cuales deja a crédito y posteriormente las cobra.

Se planteó la «reinvención» y sacó a relucir sus talentos en la elaboración de dulces, para poder subsistir. Por este emprendimiento percibe alrededor de $20 semanales.

La docente ha asistido a todas las protestas convocadas este año, incidas el pasado 9 de enero de 2023.

«Espero que el gobierno de Maduro recapacite, que se ponga en los zapatos del venezolano de a pie quienes. Clamamos un salario justo, de por lo menos $500. La clase trabajadora hoy está padeciendo hambre, miseria y sin esperanzas de recuperar la salud, amén de no poder adquirir bienes, ni servicios para un mejor vivir como lo manda la Constitución», son sus expectativas –y mensaje– para el 1° de Mayo, Día del Trabajador.

«Me siento decepcionada de mi sueldo»
Lara es uno de los estados que ha sido escenario de un gran número de manifestaciones de docentes, donde el gremio con música, canto y hasta por medio de un vía crucis ha elevado su voz y dramatizado la situación que atraviesan.

Yudith Mora es profesora de educación inicial egresada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), tiene seis años ejerciendo la profesión y a sus 39 años de edad se siente decepcionada de no poder cubrir sus necesidades básicas con su salario.

Actualmente, trabaja en el C.E.I. Brisas De Carorita 2 (norte de Barquisimeto), pero hace dos años decidió también laborar en un cafetín de otra institución: en la mañana se desempeña como docente y en la tarde vende pasteles, postres y jugos.

«Me vi en la necesidad de tener dos trabajos para poder sobrevivir, ya que como profesora recibo solo 190 bolívares quincenales y necesitaba un ingreso adicional», cuenta.

En el cafetín percibe cerca de 20 dólares a la semana.

«Estoy luchando por mis derechos, por la firma de contratación colectiva y un sueldo que me dignifique. Tengo una hija con una discapacidad congénita y no puedo costear sus medicinas pues lo que gano se me va en alimentación», apunta.

Afirma que la educación en el país se encuentra «atropellada».

Un jubilado universitario y más activo que nunca
Omar Medina Luzardo es licenciado en Comunicación Social desde hace 35 años y abogado desde hace siete. Tiene dos maestrías. Trabajó en el Instituto Universitario de Tecnología Agroindustrial (IUT), hoy Universidad Politécnica Territorial Agroindustrial. El 31 de julio de 2019 pasó a la nómina de docente jubilado.

Su tiempo ahora lo reparte entre el cuidado de su mamá, de 100 años, y el ejercicio del Derecho, profesión que ejerce para tratar de cubrir sus necesidades y las de su familia. Aunque no es un ingreso fijo ni estable, ser abogado le ha permitido sobrevivir. Su madre, doña Juanita, demanda cuidados especiales, mucho tiempo y dinero.

Devenga 665 bolívares como docente jubilado. Con su otra actividad cubre alimentación, medicamentos y algunas emergencias. Y durante la pandemia por covid-19 vendió cigarrillos por las inmediaciones del terminal de pasajeros de San Cristóbal: «Necesitaba dinero ya que el ingreso de la jubilación es muy bajo».

Decidió salir a la calle en reclamo de las reivindicaciones salariales y sociales, porque considera que es la única manera de dar a conocer el descontento del gremio docente «por la aplicación de unas medidas de un Gobierno que lo que hace es azotar y lesionar desde todo punto de vista los derechos humanos», aclara.

No se muestra optimista a una posible respuesta para el próximo 1° de mayo. «El pueblo trata en lo posible de buscar una salida, pero hay mucha restricción que nos pone en un estado de indefensión».

«La educación es la que sacará al país del foso»
Alexis Gamarra es docente graduado en la especialidad de Inglés, desde hace varios años alterna sus labores académicas en una escuela en el municipio Sucre del estado Yaracuy con un trabajo remoto en Estados Unidos, en el que agenda cita para agentes inmobiliarios por llamadas telefónicas.

Sostiene que a nivel de ingresos económicos el oficio que presta en Estados Unidos es su principal fuente de ingreso para el sustento de él, su madre y su núcleo familiar.

El profesor agrega que pese a la dura y crítica situación que atraviesa el magisterio venezolano, él se mantiene en las aulas porque está convencido de que mediante la educación es que «podremos sacar el país del foso en el que se encuentra». «Es mi forma de aportar por el país y por la sociedad», dijo.

«Hay que seguir luchando»
Osmar Guanipa es licenciado en Educación Preescolar, magíster en Psicología Educacional y doctor en Ciencias Políticas. Es profesor activo de la Universidad del Zulia y presidente de la Seccional Humanidades y Educación de la Asociación de Profesores de la Universidad del Zulia (Apuz). Su sueldo actual está por debajo de los 40 dólares.

Para poder complementar su salario, Guanipa desde hace tres años se ayuda ocasionalmente con ventas de garage y lavado de muebles. Sin embargo, revela que lo que percibe en su emprendimiento realmente le ayuda un poco, pero no es suficiente para poder sufragar los gastos propios de consumo que le exige su núcleo familiar.

Asiste con regularidad a las jornadas de protestas en Maracaibo, «por las justas reivindicaciones salariales y exigir que se cumplan con los acuerdos establecidos en nuestros contratos colectivos, que por derecho adquiridos históricamente y sustentados en todo sentido jurídico: sueldos dignos, el dinero de nuestra Caja de Ahorros y del IPPLUZ».

Aspira a que el Ejecutivo entienda que es urgente mejorar la situación laboral del profesor universitario y todos los trabajadores de las casas de estudio.

Sobre el futuro de la educación en el país, recalca que «está en un momento de crisis muy agudo, hay la percepción de que este Gobierno pretende desaparecer nuestras instituciones», asegura.

«Me regresé de EEUU a estudiar Educación en Venezuela»
«Me regresé de Estados Unidos a estudiar Educación en Venezuela», cuenta entre risas y timidez Jimena Valdiviezo, estudiante de Educación Especial en el Instituto Universitario Avepane (Asociación Venezolana de Padres y Amigos de Niños Excepcionales). Y es que al principio sus padres, familiares y amigos no entendían su decisión: «Te vas a morir de hambre». Hoy la apoyan y aceptan.

Pero la pregunta ¿por qué estudias Educación?, con tono de extrañeza y recelo, siempre surge cuando conoce a alguien y le cuenta lo que hace. «Es mi vocación», la respuesta más corta y determinante.

La joven de 22 años, oriunda de Maturín (Monagas), se instaló en Caracas hace poco más de 12 meses, luego de estudiar Terapia de Lenguaje en la Florida International University. Para el momento de su arribo a la capital venezolana ya las protestas de los docentes eran periódicas y multitudinarias.

Jimena no es ajena a esta situación, aunque no ha participado en ninguna protesta de calle, en varios trabajos de campo y visitas a escuelas ha podido ver y conocer de primera mano las condiciones de algunos planteles y de los maestros.

«Educación no es una profesión menor, es muy importante para el desarrollo de una sociedad; por eso los docentes deben ser tratados con respeto, tener sueldos que les permitan vivir bien», afirma.

Al consultarle si cree que las demandas de los maestros serán atendidas, se encoge de hombros y responde lentamente: «No sé. Espero que sí. Esto tiene que cambiar».

Mientras, reparte sus días entre clases y horas de trabajo en una organización que atiende niños con condición especial. Al terminar el nivel técnico irá por la licenciatura, quiere revalidar su título estadounidense y le gustaría enseñar en una institución pública.

Créditos: María Virginia Matute (El Tiempo); Alexander Medina (Radio Fe y Alegría); Francesca Díaz (Correo del Caroní); Magalys Hassam (La Mañana); Bleima Márquez (La Nación); Valentina Faría (La Verdad); Valentina Rodríguez Rodríguez (TalCual) y redacción ElImpulso.com y Yaracuy al Día