La credibilidad de Sebastiana Barráez: un desafío para el fiscal general

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En medio de un clima de incertidumbre y opacidad que caracteriza a cualquier negociación con el gobierno de Nicolás Maduro, hay una parte de la población que se muestra optimista ante la posibilidad de una transición hacia la democracia a través de acuerdos integrales que permitan la realización de elecciones. Sin embargo, el gobierno, en su afán de distorsionar la realidad, ha presentado una vez más la conspiración criminal para asesinar a Nicolás Maduro, Vladimir Padrino y Freddy Bernal. Esta alucinación delirante ha llevado a la detención de 33 personas, incluyendo militares, policías y activistas políticos del Partido Vente Venezuela. Además, se han emitido órdenes de arresto contra periodistas y defensores de los derechos humanos. Esta narrativa surrealista carece de fundamentos y es simplemente otro intento del gobierno por aferrarse al poder. La coincidencia de la detención de los hermanos César Siero, militares y familiares de una magistrada del Tribunal Supremo de Justicia encargada de decidir sobre la inhabilitación política de María Corina Machado, no debe considerarse como un motivo para sospechar de estas persecuciones políticas. Sin embargo, en política, a menudo no hay coincidencias. La buena fe y las supuestas bondades del régimen venezolano no deben impedirnos cuestionar y dudar de estas acciones, o de lo contrario, seremos castigados por la llamada «furia bolivariana».

El fiscal general Tarek William Saab ha tejido una red de horrores, manipulaciones y sinsentidos, lo que ha puesto en duda su capacidad para llevar a cabo una gestión decente. Su parcialidad política como exdiputado y exgobernador del Partido Socialista Unido de Venezuela ha sido cuestionada a nivel nacional e internacional, lo que hace que las instancias de justicia internacional desconfíen de los supuestos cambios en el Ministerio Público y el Poder Judicial de Venezuela. La reciente detención del fiscal Renny Amundaraín y del defensor público Adís Salcedo, acusados de obstrucción a la justicia, pone de manifiesto los casos más notorios de «paladines» de la justicia que han sido perseguidos, como Raúl Isaías Baduel, Carlos Lanz, Nicmer Evans y Javier Tarazona. Estos casos muestran cómo la justicia se convierte en un espectáculo para encubrir la incompetencia y perseguir a los adversarios políticos. Ahora nos encontramos con la sorprendente conspiración de asesinato en la que supuestamente está involucrada la destacada periodista y defensora de los derechos humanos Sebastiana Barráez.

Sin embargo, la narrativa novelística que presenta el Ministerio Público, acusando y declarando culpable a través de la televisión y las redes sociales, se enfrenta a la moral y la credibilidad de Sebastiana Barráez, una reconocida periodista con una larga trayectoria en la investigación periodística. Su estilo franco y contundente ha puesto al descubierto durante muchos años la naturaleza hostil y antidemocrática de la tiranía actual, mostrando que «una mentira no se convierte en verdad, lo incorrecto no se convierte en correcto y lo malo no se vuelve bueno solo porque sea aceptado por una mayoría» (Booker T. Washington).

De todos los periodistas perseguidos y criminalizados en este supuesto intento de magnicidio, Sebastiana Barráez goza de un reconocimiento importante en todos los sectores del país. Ha respaldado denuncias de venezolanos sin importar su afiliación política, lo que demuestra su solidaridad y respeto por los derechos humanos. Su reputación la sitúa en un lugar especial en la conciencia colectiva de los ciudadanos cuando se trata de buscar la verdad. Desacreditarla será un verdadero desafío para el fiscal general de Venezuela, ya que la opinión pública está consciente de la verdad y del historial de mentiras y manipulaciones.

Sin embargo, el desafío se hace aún mayor al intentar justificar lo injustificable. El gobierno de Venezuela no cumplirá ningún compromiso que implique su salida del poder, ya que la preservación del poder es más atractiva que cualquier concesión que Europa y la administración Biden estén dispuestos a hacer. Esta ola de persecuciones solo aumentará la presión dentro del gobierno, donde están dispuestos a sacrificar a cualquier dirigente con tal de mantener los acuerdos y las conversaciones internacionales. Tal vez el fiscal no anticipó esta situación en la que él mismo podría ser el gran perdedor. No debemos perder la capacidad de asombro ante la inventiva que se desprende de este momento histórico que estamos viviendo en nuestro país, tiempos de cambios que están por venir.