martes, julio 8, 2025
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¡TOCANDO FONDO! Muchas empresas venezolanas no van a poder recuperarse después de la crisis del coronavirus

Para el primer vicepresidente de Conindustria, Francisco Acevedo, muchas empresas en Venezuela no van a poder levantarse después de la crisis derivada por el Coronavirus debido a la falta de medidas económicas que apoyen al sector industrial.

La Patilla

Indicó que en otros países se han implementado apoyo a las empresas, acceso al crédito “y en Venezuela lamentablemente no”. Informó que respecto al año 2019 hubo una reducción del 18% de las empresas que operaban en el país.

“A principios de 2020 habían aproximadamente 2 mil 209 establecimientos industriales activos en Venezuela y en 2019 cerraron unos 400. En 1998 éramos cerca de 12 mil 600 empresas industriales en el país y el objetivo era para esta década tener más de 20 mil si la política económica e industrial hubiese sido la correcta”.

Señala que Venezuela inició el 2020 con una “crisis económica muy fuerte”, ya la hiperinflación tenía data desde diciembre de 2017, también la caída del Producto Interno Bruto promediaba dos años mayor a 60%.

Explicó que anterior al Coronavirus, el parque industrial venezolano trabajaba al 20% de su capacidad y la paralización, debido al brote infeccioso, “golpeó más a un sector ya dañado”.

Desde Conindustria instan al Ejecutivo nacional encontrar un equilibrio entre economía y salud durante el brote infeccioso. “Nuestra propuesta es que podamos mantener la operatividad corrida cuidando la salud de los colaboradores, dando rotación al personal con el fin de aislarlos durante un período suficiente y así poder detectar si hay alguno contagiado de Coronavirus”.

¡IMPERDIBLE! ¿Qué sociedades queremos cuando pase la pandemia?, por Maristella Svampa

bandonar el discurso bélico y asumir las causas ambientales de la pandemia, nos ayudaría a prepararnos positivamente para responder al gran desafío de la humanidad, la crisis climática, y a pensar en un gran pacto ecosocial y económico.

Maristella Svampa / TalCual

Pandemias hubo muchas en la historia, comenzando por la peste negra en la Edad Media y pasando por las enfermedades que vinieron de Europa y arrasaron con la población autóctona en América en tiempos de la conquista. Se estima que entre la gripe, el sarampión y el tifus murieron entre 30 y 90 millones de personas.

Más recientemente, todos evocan la gripe española (1918-1919), la gripe asiática (1957), la gripe de Hong Kong (1968), el VIH / sida (desde la década de 1980), la gripe porcina AH1N1 (2009), el SARS (2002), el ébola (2014), el MERS (coronavirus, 2015) y ahora el covid-19.

Sin embargo, nunca vivimos en estado de cuarentena global, nunca pensamos que sería tan veloz la instalación de un Estado de excepción transitorio, un Leviatán sanitario, por la vía de los Estados nacionales.

En la actualidad, casi un tercio de la humanidad se halla en situación de confinamiento obligatorio. Por un lado, se cierran fronteras externas, se instalan controles internos, se expande el paradigma de la seguridad y el control, se exige el aislamiento y el distanciamiento social.

Por otro lado, aquellos que hasta ayer defendían políticas de reducción del Estado hoy rearman su discurso en torno de la necesaria intervención estatal, se maldicen los programas de austeridad que golpearon de lleno la salud pública, incluso en los países del Norte global…

Resulta difícil pensar que el mundo anterior a este año de la gran pandemia fuera un mundo «sólido», en términos de sistema económico y social. El coronavirus nos arroja al gran ruedo en el cual importan sobre todo los grandes debates societales: cómo pensar la sociedad de aquí en más, cómo salir de la crisis, qué Estado necesitamos para ello; en fin, por si fuera poco, se trata de pensar el futuro civilizatorio al borde del colapso sistémico.

Quisiera en este artículo contribuir a estos grandes debates, con una reflexión que propone avanzar de modo precario en algunas lecciones que nos ofrece la gran pandemia y bosquejar alguna hipótesis acerca del escenario futuro posible.

El Leviatán sanitario y sus dos caras
Reformulando la idea de Leviatán climático de Geoff Mann y Joel Wainwright, podemos decir que estamos hoy ante la emergencia de un Leviatán sanitario transitorio, que tiene dos rostros. Por un lado, parece haber un retorno del Estado social. Así, las medidas que se están aplicando en el mundo implican una intervención decidida del Estado, lo cual incluye desde gobiernos con Estados fuertes –Alemania y Francia– hasta gobiernos con una marcada vocación liberal, como Estados Unidos.

La situación es de tal gravedad, ante la pérdida de empleo y los millones de desocupados que esta crisis generará, que incluso los economistas más liberales están pensando en un segundo New Deal.

Por ejemplo, Ángela Merkel anunció un paquete de medidas sanitarias y económicas por 156.000 millones de euros, parte del cual va como fondo de rescate para autónomos sin empleados y empresas de hasta diez trabajadores; en España, las medidas movilizarán hasta 200.000 millones de euros, 20% del PIB; en Francia, Emmanuel Macron anunció ayudas por valor de 45.000 millones de euros y garantías de préstamos por 300.000 millones.

La situación es de tal gravedad, ante la pérdida de empleo y los millones de desocupados que esta crisis generará, que incluso los economistas más liberales están pensando en un segundo New Deal en el marco de esta gran crisis sistémica. A mediano y largo plazo, la pregunta siempre es a qué sectores beneficiarán estas políticas.

Por ejemplo, Donald Trump ya dio una señal muy clara; la llamada Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica contra el Coronavirus (CARES, por sus siglas en inglés) es un paquete de estímulos de dos billones de dólares para, entre otros objetivos, rescatar sectores sensibles de la economía, entre los cuales está la industria del fracking, una de las actividades más contaminantes y más subsidiadas por el Estado.

Por otro lado, el Leviatán sanitario viene acompañado del Estado de excepción. Mucho se escribió sobre esto y no abundaremos. Basta decir que los mayores controles sociales se hacen visibles en diferentes países bajo la forma de violación de los derechos, de militarización de territorios, de represión de los sectores más vulnerables.

En realidad, en los países del Sur, antes que una sociedad de vigilancia digital al estilo asiático, lo que encontramos es la expansión de un modelo de vigilancia menos sofisticado, llevado a cabo por las diferentes fuerzas de seguridad, que puede golpear aún más a los sectores más vulnerables, en nombre de la guerra contra el coronavirus.

Una pregunta resuena todo el tiempo: ¿hasta dónde los Estados tienen las espaldas anchas para proseguir en clave de recuperación social? Esto es algo que veremos en los próximos tiempos y a este devenir no serán ajenas las luchas sociales, esto es, los movimientos desde abajo, pero también las presiones que ejercerán desde arriba los sectores económicos más concentrados.

Por otro lado, es claro que los Estados periféricos tienen muchos menos recursos, ni que hablar Argentina, a raíz de la situación de cuasi default y de desastre social en que la ha dejado el último gobierno de Mauricio Macri. Ningún país se salvará por sí solo, por más medidas de carácter progresista que implemente.

Todo parece indicar que la solución es global y requiere de una reformulación radical de las relaciones Norte-Sur, en el marco de un multilateralismo democrático, que apunte a la creación de Estados nacionales en los cuales lo social, lo ambiental y lo económico aparezcan interconectados y en el centro de la agenda.

Las crisis como aprendizaje para no caer en falsas soluciones
La pandemia pone de manifiesto el alcance de las desigualdades sociales y la enorme tendencia a la concentración de la riqueza que existe en el planeta. Esto no constituye una novedad, pero sí nos lleva a reflexionar sobre las salidas que han tenido otras crisis globales. En esa línea, la crisis global que aparece como el antecedente más reciente, aun si tuvo características diferentes, es la de 2008.

Causada por la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, la crisis fue de orden financiero y se trasladó a otras partes del mundo para convertirse en una convulsión económica de proporciones globales. También persiste como el peor recuerdo en cuanto a la resolución de una crisis, cuyas consecuencias todavía estamos viviendo.

Salvo excepciones, los gobiernos organizaron salvatajes de grandes corporaciones financieras, incluyendo a los ejecutivos de estas, que emergieron al final de la crisis más ricos que nunca.

Así, en términos sociales y a escala mundial, la reconfiguración fue regresiva. Suele decirse que la economía volvió a recuperarse, pero el 1% de los más ricos pegó un salto y la brecha de la desigualdad creció. Recordemos el surgimiento del movimiento Occupy Wall Street, en 2011, cuyo lema era «Somos el 99%».

Millones de personas perdieron sus casas en el mundo y quedaron sobre-endeudadas y sin empleo, la desigualdad se profundizó, los planes de ajuste y la desinversión en salud y educación se expandieron por numerosos países, algo que ilustra de manera dramática un país como Grecia, pero que se extiende a países como Italia, España e incluso Francia.

En vísperas del Foro de Davos, en enero de 2020, un informe de Oxfam consignaba que de solo «2.153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4.600 millones de personas (60% de la población mundial)». En términos políticos globales, produjo enormes movimientos tectónicos, ilustrados por la emergencia de nuevos partidos y liderazgos autoritarios en todo el mundo: una derecha reaccionaria y autoritaria, que incluye desde el Tea Party hasta Donald Trump, desde Jair Bolsonaro hasta Scott Morrison, desde Matteo Salvini hasta Boris Johnson, entre otros.

Por otro lado, si hasta hace pocos años se consideraba que América Latina marchaba a contramano del proceso de radicalización en clave derechista que hoy atraviesan parte de Europa y Estados Unidos, con sus consecuencias en términos de aumento de las desigualdades, xenofobia y antiglobalismo, hay que decir que, en los últimos tiempos, nuevos vientos ideológicos recorren la región, sobre todo luego de la emergencia de Bolsonaro en Brasil y el golpe en Bolivia.

Latinoamérica es la región donde se registra un mayor proceso de concentración y acaparamiento de tierras, además de ser la zona del mundo más peligrosa para activistas ambientales y defensores de derechos humanos.

A esto hay que añadir que América Latina, si bien sobrevivió en pleno «Consenso de los Commodities» a la crisis económica y financiera de 2008 gracias al alto precio de las materias primas y la exportación a gran escala, poco logró conservar de aquel periodo de neoextractivismo de vacas gordas.

En la actualidad, continúa siendo la región más desigual del mundo (20% de la población concentra 83% de la riqueza), es la región donde se registra un mayor proceso de concentración y acaparamiento de tierras (gracias a la expansión de la frontera agropecuaria), además de ser la zona del mundo más peligrosa para activistas ambientales y defensores de derechos humanos (60% de los asesinatos a defensores del ambientes, cometidos en 2016 y 2017, ocurrieron en América Latina) y, por si fuera poco, es la región más insegura para las mujeres víctimas de femicidio y violencia de género.

Así, la resolución de la crisis de 2008 y sus efectos negativos se hacen sentir hoy con claridad. Estas salidas, que acentuaron la concentración de la riqueza y el neoliberalismo depredador, deben funcionar hoy como un contraejemplo eficaz y convincente para apelar a propuestas innovadoras y democráticas que apunten a la igualdad y la solidaridad.

Al mismo tiempo, deberían hacernos reflexionar acerca de que ni siquiera aquellos países del Sur que durante el «Consenso de los Commodities» sortearon la crisis y aprovecharon la rentabilidad extraordinaria a través de la exportación de las materias primas, utilizando las recetas del neoextractivismo, funcionaron ni pueden presentarse como la encarnación de un modelo positivo.

Ocultamiento de las causas ambientales e híper-presencia del discurso bélico
Anteriormente afirmé que la reconfiguración social, económica y política después de la crisis de 2008 fue muy negativa. Quisiera ahora detenerme un poco en las causas ambientales de la pandemia. Hoy leemos en numerosos artículos, corroborados por diferentes estudios científicos, que los virus que vienen azotando a la humanidad en los últimos tiempos están directamente asociados a la destrucción de los ecosistemas, a la deforestación y al tráfico de animales silvestres para la instalación de monocultivos.

Sin embargo, pareciera que la atención sobre la pandemia en sí misma y las estrategias de control que se están desarrollando no han incorporado este núcleo central en sus discursos. Todo eso es muy preocupante.

¿Acaso alguien escuchó en el discurso de Merkel o Macron alguna alusión a la problemática ambiental que está detrás de esto? ¿Escucharon que Alberto Fernández, quien ha ganado legitimidad en las últimas semanas gracias a la férrea política preventiva y a su permanente contacto y toma de decisiones con un comité de expertos, haya hablado alguna vez de las causas socioambientales de la pandemia?

Las causas socioambientales de la pandemia muestran que el enemigo no es el virus en sí mismo, sino aquello que lo ha causado. Si hay un enemigo, es este tipo de globalización depredadora y la relación instaurada entre capitalismo y naturaleza. Aunque el tópico circula por las redes sociales y los medios de comunicación, no entra en la agenda política. Esta «ceguera epistémica» –siguiendo el término de Horacio Machado Aráoz– tiene como contracara la instalación de un discurso bélico sin precedentes.

Los virus que vienen azotando a la humanidad en los últimos tiempos están directamente asociados a la destrucción de los ecosistemas, a la deforestación y al tráfico de animales silvestres para la instalación de monocultivos.

La proliferación de metáforas bélicas y el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial atraviesan los discursos, desde Macron y Merkel hasta Trump y Xi Jinping. Algo que se repite en Alberto Fernández, quien habla constantemente del «enemigo invisible».

En realidad, esta figura puede fomentar la cohesión de una sociedad frente al miedo del contagio y de la muerte, «cerrando filas ante el enemigo común», pero no contribuye a entender la raíz del problema, sino más bien a ocultarlo, además de naturalizar y avanzar en el control social sobre aquellos sectores considerados como más problemáticos (los pobres, los presos, los que desobedecen al control).

El discurso bélico confunde y oculta las raíces del problema, atacando el síntoma, pero no las causas profundas, que tienen que ver con el modelo de sociedad instaurado por el capitalismo neoliberal, a través de la expansión de las fronteras de explotación y, en este marco, por la intensificación de los circuitos de intercambio con animales silvestres, que provienen de ecosistemas devastados.

Por último, la fórmula bélica se asocia más al miedo que a la solidaridad y ha conllevado incluso una multiplicación de la vigilancia ante el incumplimiento de las medidas dictadas por los gobiernos para evitar los contagios. No son pocos los relatos, en Argentina así como en otros países, que dan cuenta de la asociación entre el discurso bélico y la figura del «ciudadano policía», erigido en atento vigía, dispuesto a denunciar a su vecino al menor desliz en la cuarentena.

En suma, es necesario abandonar el discurso bélico y asumir las causas ambientales de la pandemia, junto con las sanitarias, y colocarlas en la agenda pública, lo cual ayudaría a prepararnos positivamente para responder al gran desafío de la humanidad: la crisis climática.

El año de la gran pandemia nos instala en una encrucijada civilizatoria. Frente a nuevos dilemas políticos y éticos, nos permite repensar la crisis económica y climática desde un nuevo ángulo, tanto en términos multiescalares (global/nacional/local) como geopolíticos (relación Norte/Sur bajo un nuevo multilateralismo). Podríamos formular el dilema de la siguiente manera.

O bien vamos hacia una globalización neoliberal más autoritaria, un paso más hacia el triunfo del paradigma de la seguridad y la vigilancia digital instalado por el modelo asiático, tan bien descrito por el filósofo Byung-Chul Han, aunque menos sofisticado en el caso de nuestras sociedades periféricas del Sur global, en el marco de un «capitalismo del caos», como sostiene el analista boliviano Pablo Solón.

O bien, sin caer en una visión ingenua, la crisis puede abrir paso a la posibilidad en la construcción de una globalización más democrática, ligada al paradigma del cuidado, por la vía de la implementación y el reconocimiento de la solidaridad y la interdependencia como lazos sociales e internacionales; de políticas públicas orientadas a un «nuevo pacto ecosocial y económico», que aborde conjuntamente la justicia social y ambiental.

Las crisis, no hay que olvidarlo, también generan procesos de «liberación cognitiva», como dice la literatura sobre acción colectiva y Doug McAdam en particular, lo cual hace posible la transformación de la conciencia de los potenciales afectados; esto es, hace posible superar el fatalismo o la inacción y torna viable y posible aquello que hasta hace poco era inimaginable.

Esto supone entender que la suerte no está echada, que existen oportunidades para una acción transformadora en medio del desastre. Lo peor que podría ocurrir es que nos quedemos en casa convencidos de que las cartas están marcadas y que ello nos lleve a la inacción o a la parálisis, pensando que de nada sirve tratar de influir en los procesos sociales y políticos que se abren, así como en las agendas públicas que se están instalando.

Hay que partir de la idea de que estamos en una situación extraordinaria, de crisis sistémica, y que el horizonte civilizatorio no está cerrado y todavía está en disputa.

Lo peor que podría suceder es que, como salida a la crisis sistémica producida por la emergencia sanitaria, se profundice «el desastre dentro del desastre», como afirma la feminista afroaestadounidense Keeanga-Yamahtta Taylor, recuperando el concepto de Naomi Klein de «capitalismo del desastre». Hay que partir de la idea de que estamos en una situación extraordinaria, de crisis sistémica, y que el horizonte civilizatorio no está cerrado y todavía está en disputa.

En esa línea, ciertas puertas deben cerrarse (por ejemplo, no podemos aceptar una solución como la de 2008, que beneficie a los sectores más concentrados y contaminantes, ni tampoco más neoextractivismo), y otras que deben abrirse más y potenciarse (un Estado que valorice el paradigma del cuidado y la vida), tanto para pensar la salida de la crisis como para imaginar otros mundos posibles.

Se trata de proponer salidas a la actual globalización, que cuestionen la actual destrucción de la naturaleza y los ecosistemas, que cuestionen una idea de sociedad y vínculos sociales marcados por el interés individual, que cuestionen la mercantilización y la falsa idea de «autonomía». En mi opinión, las bases de ese nuevo lenguaje deben ser tanto la instalación del paradigma del cuidado como marco sociocognitivo como la implementación de un gran pacto ecosocial y económico, a escala nacional y global.

En primer lugar, más que nunca, se trata de valorizar el paradigma del cuidado, como venimos insistiendo desde el ecofeminismo y los feminismos populares en América Latina, así como desde la economía feminista; un paradigma relacional que implica el reconocimiento y el respeto del otro, la conciencia de que la supervivencia es un problema que nos incumbe como humanidad y nos involucra como seres sociales.

Sus aportes pueden ayudarnos a repensar los vínculos entre lo humano y lo no humano, a cuestionar la noción de «autonomía» que ha generado nuestra concepción moderna del mundo y de la ciencia; a colocar en el centro nociones como la de interdependencia, reciprocidad y complementariedad.

Esto significa reivindicar que aquellas tareas cotidianas ligadas al sostenimiento de la vida y su reproducción, que han sido históricamente despreciadas en el marco del capitalismo patriarcal, son tareas centrales y, más aún, configuran la cuestión ecológica por excelencia.

Lejos de la idea de falsa autonomía a la que conduce el individualismo liberal, hay que entender que somos seres interdependientes y abandonar las visiones antropocéntricas e instrumentales para retomar la idea de que formamos parte de un todo, con los otros, con la naturaleza.

En clave de crisis civilizatoria, la interdependencia es hoy cada vez más leída en términos de ecodependencia, pues extiende la idea de cuidado y de reciprocidad hacia otros seres vivos, hacia la naturaleza.

En este contexto de tragedia humanitaria a escala global, el cuidado no solo doméstico sino también sanitario como base de la sostenibilidad de la vida cobra una significación mayor. Por un lado, esto conlleva una revalorización del trabajo del personal sanitario, mujeres y hombres, médicos infectólogos, epidemiólogos, intensivistas y generalistas, enfermeros y camilleros, en fin, el conjunto de los trabajadores de la salud, que afrontan el día a día de la pandemia, con las restricciones y déficits de cada país, al tiempo que exige un abandono de la lógica mercantilista y un redireccionamiento de las inversiones del Estado en las tareas de cuidado y asistencia.

Por otro lado, las voces y la experiencia del personal de la salud serán cada vez más necesarias para colocar en la agenda pública la inextricable relación que existe entre salud y ambiente, de cara al colapso climático. Nos aguardan no solo otras pandemias, sino la multiplicación de enfermedades ligadas a la contaminación y al agravamiento de la crisis climática.

Hay que pensar que la medicina, pese a la profunda mercantilización de la salud a la que hemos asistido en las últimas décadas, no ha perdido su dimensión social y sanitarista, tal como podemos ver en la actualidad, y que de aquí en más se verá involucrada directamente en los grandes debates societales y, por ende, en los grandes cambios que nos aguardan y en las acciones para controlar el cambio climático, junto con sectores ecologistas, feministas, jóvenes y pueblos originarios.

En Argentina, el gobierno de Alberto Fernández dio numerosas señales en relación con la importancia que otorga al cuidado como tarea y valor distintivo del nuevo gobierno. Una de ellas fue la creación del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual, así como la inclusión en el gobierno de destacadas profesionales, cuyo aporte en clave feminista atraviesa de manera transversal distintas áreas del Estado.

Este gesto hacia la incorporación del feminismo como política de Estado debe traducirse también en una ampliación de la agenda pública en torno del cuidado. Es de esperar que las mujeres hoy funcionarias asuman la tarea de conectar aquello que hoy aparece obturado y ausente en el discurso público, esto es, la estrecha relación entre cuidado, salud y ambiente.

En segundo lugar, esta crisis bien podría ser la oportunidad para discutir soluciones más globales, en términos de políticas públicas. Hace unos días la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés), propuso un nuevo Plan Marshall que libere 2,5 billones de dólares de ayuda a los países emergentes, que implique el perdón de las deudas y un plan de emergencia en servicios de salud, así como programas sociales.

Lo peor sería legislar contra el ambiente para reactivar la economía, acentuando la crisis ambiental y climática y las desigualdades Norte-Sur.

La necesidad de rehacer el orden económico mundial, que impulse un jubileo de la deuda, aparece hoy como posible. Aparece también posible impulsar un ingreso ciudadano, debate que se ha reactivado al calor de una pandemia que destruye millones de puestos de trabajo, además de profundizar la precarización laboral, mediante esquemas de teletrabajo que extienden la jornada laboral.

Sin embargo, es necesario pensar este New Deal no solo desde el punto de vista económico y social, sino también ecológico. Lo peor sería legislar contra el ambiente para reactivar la economía, acentuando la crisis ambiental y climática y las desigualdades Norte-Sur. Son varias las voces que ponen de manifiesto la necesidad de un Green New Deal como el lanzado por la diputada demócrata Alexandria Ocasio-Cortez en 2019. Desde Naomi Klein hasta Jeremy Rifkin, varios han retomado el tema en clave de articulación entre justicia social, justicia ambiental y justicia racial.

En el contexto de esta pandemia, ha habido algunas señales. Por ejemplo, Chris Stark, jefe ejecutivo del Comité sobre Cambio Climático del Reino Unido (CCC), sostuvo que la inyección de recursos que los gobiernos deben insuflar en la economía para superar la crisis del covid-19 debe tener en cuenta los compromisos sobre el cambio climático, esto es, el diseño de políticas y estrategias que no sean solo económicas sino también un «estímulo verde».

En Estados Unidos un grupo de economistas, académicos y financistas agrupados bajo la consigna del estímulo verde (green stimulus) enviaron una carta en la que instaron al Congreso a que presione aún más para garantizar que los trabajadores estén protegidos y que las empresas puedan operar de manera sostenible para evitar las catástrofes del cambio climático, especialmente en una economía marcada por el coronavirus.

Con Enrique Viale, en nuestro último libro Una brújula en tiempos de crisis climática (de próxima publicación por la editorial Siglo Veintiuno), apuntamos en esta dirección y por ello proponemos pensar en términos de un gran pacto ecosocial y económico. Sabemos que, en nuestras latitudes, el debate sobre el Green New Deal es poco conocido, por varias razones que incluyen desde las urgencias económicas hasta la falta de una relación histórica con el concepto, ya que en América Latina nunca hemos tenido un New Deal, ni tampoco un Plan Marshall.

En Argentina, lo más parecido a esto fue el Plan Quinquenal bajo el primer gobierno peronista, que tuvo un objetivo nacionalista y redistributivo. Sin embargo, Argentina no venía en ese entonces del desastre, tenía superávit fiscal y los precios de las exportaciones de cereales eran altos. Era un país beneficiado económicamente por la guerra europea y eso le dio al gobierno peronista una oportunidad para generar condiciones de cierta autonomía relativa, orientando su política de redistribución hacia los sectores del asalariado urbano.

Así, no hay aquí un imaginario de la reconstrucción ligado al recuerdo del Plan Marshall (Europa) o el New Deal (Estados Unidos). Lo que existe es un imaginario de la concertación social, ligado al peronismo, en el cual la demanda de reparación (justicia social) continúa asociada a una idea hegemónica del crecimiento económico, que hoy puede apelar a un ideal industrializador, pero siempre de la mano del modelo extractivo exportador, por la vía eldoradista (Vaca Muerta), el agronegocio y, en menor medida, la minería a cielo abierto.

La presencia de este imaginario extractivista/desarrollista poco contribuye a pensar las vías de una «transición justa» o a emprender un debate nacional en clave global del gran pacto ecosocial y económico. Antes bien, lo distorsiona y lo vuelve decididamente peligroso, en el contexto de crisis climática.

Esto no significa que no haya narrativas emancipatorias disponibles ni utopías concretas en América Latina. No hay que olvidar que en la región existen nuevas gramáticas políticas, surgidas al calor de las resistencias locales y de los movimientos ecoterritoriales (rurales y urbanos, indígenas, campesinos y multiculturales, las recientes movilizaciones de los más jóvenes por la justicia climática), que plantean una nueva relación entre humanos, así como entre sociedad y naturaleza, entre humano y no humano.

En el nivel local se multiplican las experiencias de carácter prefigurativo y antisistémico, como la agroecología, que ha tenido una gran expansión, por ejemplo, incluso en un país tan transgenizado como Argentina. Estos procesos de reterritorialización van acompañados de una narrativa político-ambiental, asociada al «buen vivir», el posdesarrollo, el posextractivismo, los derechos de la naturaleza, los bienes comunes, la ética del cuidado y la transición socioecológica justa, cuyas claves son tanto la defensa de lo común y la recreación de otro vínculo con la naturaleza como la transformación de las relaciones sociales, en clave de justicia social y ambiental.

De lo que se trata es de construir una verdadera agenda nacional y global, con una batería de políticas públicas, orientadas hacia la transición justa. Esto exige sin duda no solo una profundización y debate sobre estos temas, sino también la construcción de un diálogo Norte-Sur, con quienes están pensando en un Green New Deal, a partir de una nueva redefinición del multilateralismo en clave de solidaridad e igualdad.

Nadie dice que será fácil, pero tampoco es imposible. Necesitamos reconciliarnos con la naturaleza, reconstruir con ella y con nosotros mismos un vínculo de vida y no de destrucción.

El debate y la instalación de una agenda de transición justa pueden convertirse en una bandera para combatir no solo el pensamiento liberal dominante, sino también la narrativa colapsista y distópica que prevalece en ciertas izquierdas y la persistente ceguera epistémica de tantos progresismos desarrollistas.

La pandemia del coronavirus y la inminencia del colapso abren a un proceso de liberación cognitiva, a través del cual puede activarse no solo la imaginación política tras la necesidad de la supervivencia y el cuidado de la vida, sino también la interseccionalidad entre nuevas y viejas luchas (sociales, étnicas, feministas y ecologistas), todo lo cual puede conducirnos a las puertas de un pensamiento holístico, integral, transformador, hasta hoy negado.

[VIDEO] Activista política colombiana pone en aprietos a Fabiana Rosales

Una activista política colombiana pone en aprietos a Fabiana Rosales: ¿Qué ha hecho por las mujeres migrantes venezolanas que sufren los efectos no solamente del covid-19 sino en general?


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La pregunta surgió durante el “Foro Internacional sin mujeres no: Participación y liderazgo de las mujeres”, realizado de modo online, en la cual también participaron la Senadora colombiana Paola Valencia, Natalia Moreno, Feminista y experta en Economía del Cuidado y la activista y promotora de los DDHH, Mafe Carrascal, quien realizó la pregunta.
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Las mujeres venezolanas que se encuentran en Colombia y otros países del mundo enfrentan fuertes presiones xenofóbicas y violencia de género, un gran número de ellas ha perdido la vida en el extranjero a causa de la violencia machista, además de los altos índices de pobreza y desempleo que padecen en los países de América Latina
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Durante otro momento incómodo, Carrascal ofreció disculpas a Fabiana por haberse referido en la entrevista a Juan Guaidó como presidente autoproclamado: “quisiera disculparme si se sintió ofendida, pero creo que un cargo autoproclamado, no creo que deba sentirse ofendida por eso (…) digamos que Juan Guaidó ni siquiera es el presidente de la Asamblea Nacional hoy para que nos autoproclamemos algo (…) y eso lo tenía que decir porque así como ella (Fabiana) reivindica sus luchas en todos los espacios a donde va, acudiendo a lugares comunes, también nosotros debemos hacerlo”.
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Fabiana aseguró que el gobierno interino ha trabajado en “muchas cosas por la mujer venezolana”, para enfrentar la crisis y la emergencia humanitaria. Pese a que Guaidó no ha pagado el Bono Héroes de la Salud prometido hace casi tres meses, Rosales indicó que en este tiempo se han dedicado a “darle seguridad a los médicos y enfermeras” en medio de esta pandemia.

Por último, la esposa de Guaidó enfatizó “realmente a mí no me ofende una persona a quien yo nunca le pediría un consejo, no me desgasto en conflictos que no sean fructíferos para la reconstrucción”.

Donald Trump sobre Guaidó: Es la persona elegida, pero perdió poder

El mandatario estadounidense aseguró que apoyará al líder que decidan los venezolanos, que en este caso es el presidente interino. Sin embargo, agregó que no descarta reunirse con Maduro

El Nacional

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, aclaró que no ha dejado de apoyar a Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela. Sin embargo, indicó que el líder opositor perdió fuerza.

“Apoyo al que tenga el apoyo de los venezolanos. En este momento, Guaidó parece ser la persona elegida, pero que perdió cierto poder”, dijo en una entrevista para Telemundo.

Cuando se le preguntó sobre cuál sería la solución para la crisis en Venezuela respondió: “Era un país rico hace 15 años y fue destruido por dos personas, pero por un sistema, un sistema horrible, llámelo como quiera, pero es un sistema horrible, y algo va a pasar con Venezuela, eso es todo lo que puedo decirle, algo va a pasar”.

En junio, en una entrevista con la web informativa Axios, el presidente estadounidense dijo que no descarta reunirse en algún momento con Nicolás Maduro, a quien durante años la Casa Blanca acusó de oprimir a los venezolanos con un régimen dictatorial. “Quizá lo pensaría… A Maduro le gustaría. Y yo nunca me opongo a las reuniones. Sabes, rara vez me opongo a las reuniones”, aseguró entonces.

En ese momento, Trump mostró poca confianza respecto a Guaidó, al que Estados Unidos llegó a considerar presidente legítimo: “Podría haber vivido con o sin eso”, dijo sobre si se arrepentía de haberlo respaldado, “pero estaba firmemente en contra de lo que está pasando en Venezuela”, agregó.

Un día después de aquella entrevista, Trump indicó en su cuenta de Twitter lo siguiente: “Al contrario que la izquierda radical, yo siempre he estado en contra del socialismo y con la gente de Venezuela. ¡Mi Administración siempre ha estado del lado de la libertad y en contra del régimen opresivo de Maduro! Sólo me reuniría con Maduro para discutir una cosa: ¡una salida pacífica del poder!”.

Donald Trump: Algo va a pasar en Venezuela, es lo único que puedo decir

El presidente de Estados Unidos aclaró que no ha dejado de apoyar a Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela. Sin embargo, indicó que el líder opositor perdió fuerza.

El Nacional

“Algo va a pasar con Venezuela, eso es todo lo que puedo decirle, algo va a pasar”. Así lo aseguró Donald Trump, presidente de Estados Unidos. Las declaraciones de Trump se dan luego de reunirse con funcionarios del Comando Sur para hablar sobre la operación antidrogras que se realiza en El Caribe.

“Venezuela era un país rico hace 15 años y fue destruido por dos personas, pero por un sistema, un sistema horrible, llámelo como quiera, pero es un sistema horrible”, dijo.

También aclaró que no ha dejado de apoyar a Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela. Sin embargo, indicó que el líder opositor perdió fuerza.

“Apoyo al que tenga el apoyo de los venezolanos. En este momento, Guaidó parece ser la persona elegida, pero que perdió cierto poder”, aseguró en una entrevista para Telemundo.

En junio, en una entrevista con la web informativa Axios, el presidente estadounidense dijo que no descarta reunirse en algún momento con Nicolás Maduro, a quien durante años la Casa Blanca acusó de oprimir a los venezolanos. “Quizá lo pensaría… A Maduro le gustaría. Y yo nunca me opongo a las reuniones. Sabes, rara vez me opongo a las reuniones”.

En ese momento, Trump mostró poca confianza respecto a Guaidó, al que Estados Unidos llegó a considerar presidente legítimo: “Podría haber vivido con o sin eso”, dijo sobre si se arrepentía de haberlo respaldado, “pero estaba firmemente en contra de lo que está pasando en Venezuela”, agregó.

¡ENTÉRATE! Cuáles son las señales más comunes y las más extraordinarias que delatan la presencia de la COVID-19

Cuáles son las señales más comunes y las más extraordinarias que delatan la presencia de la COVID-19 en el cuerpo, a seis meses del reporte de los primeros casos

Infobae

“Sabemos ahora mucho más sobre cómo enferma a la gente” el coronavirus, indicó el experto en enfermedades infecciosas William Schaffner este viernes a la periodista Sandee LaMotte, de la cadena estadounidense CNN.

Han pasado poco más de seis meses desde el inicio de la pandemia de coronavirus, cuyo lugar y fecha de origen aún se discuten, y la comunidad científica ha avanzado mucho en el entendimiento de la nueva enfermedad que provoca, la COVID-19.

La fiebre alta, la tos y la dificultad para respirar, los primeros síntomas identificados casi al comienzo de la pandemia, siguen siendo los principales para descubrir la presencia de la enfermedad. Pero en la actualidad se conocen muchos otros signos que pueden indicr un contagio.

En algunos casos los síntomas que se presentan son similares a un cuadro gripal, mientras que en ocasiones la COVID-19 se presentan como un resfrío. También, hay ocasiones en que su manifestación en sencillamente bizarra, indica el artículo de CNN.

“Hemos aprendido sobre los ‘dedos de Covid’, la pérdida del gusto y el olfato. Hemos aprendido que puede causar delirios”, explicó Schaffner. “No estamos enteramente seguros cómo es que afecta al sistema nervioso central, pero está claro que algunas personas han presentado delirios”, agregó.

Los síntomas pueden aparecer entre los dos y 14 días de la infección, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), y esta característica es la base para el aislamiento por 14 días de casos sospechosos que se practica en numerosos países del mundo.

Pero los doctores señalan que en la mayoría de los casos los síntomas aparecen dentro de la semana después del contagio.

Schaffner indicó que la evidencia apunta a que, en promedio, el período de incubación sea menor que 14 días. “Es entre cinco y siete días, y ocasionalmente puede darse un poco después”, consideró.

Muchos ni siquiera presentarán síntomas, a pesar de haber sido infectados.

La existencia de estos pacientes asintomáticos fue advertida al comienzo de la pandemia, aunque no está del todo claro que porcentaje representan ni la capacidad que tienen para contagiar a otros.

Aunque algunos estudios indican que al menos un tercio del total de contagiados serían asintomáticos o con síntomas tan leves que la persona ni se de cuenta de su estado.

“Esta es la racionalidad detrás del uso general de tapabocas, y ese es otro detalle que hemos aprendido: las mascarillas realmente ofrecen protección tanto para el que la usa como para los demás”, indicó Schaffner. “Es importante que la gente lo entienda”, agregó.

La multiplicidad de síntomas es una de las características más notables de la COVID-19, que parece ser capaz de afectar prácticamente cualquier órgano. La lista de manifestaciones no ha dejado de crecer desde el inicio de la pandemia.

Síntomas usuales

Entre los 10 principales y más recurrentes síntomas se encuentran la pérdida de la capacidad respiratoria, uno de los más graves que causa la enfermedad, así como también la fiebre alta y la tos profunda y seca.

También los dolores corporales y los escalofríos son síntomas recurrentes, así como la sensación de estar exhaustos.

La diarrea y las náuseas son muestras de que la COVID-19 afetca también al sistema gastrointestinal.

Además, el dolor de garganta y de cabeza y la congestión nasal, clásicos síntomas del resfrío y de la gripe, están presentes también en cuadros leves de coronavirus.

¿Cuándo se debe sospechar por un posible casos de COVID-19? La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala en base a diferentes recomendaciones que cuando dos de cualquiera de estos síntomas se presentan al mismo tiempo, aunque esto no descarta que la presencia de uno sólo pueda darse por un cuadro de coronavirus.

Síntomas poco comunes

Menos recurrentes, estos síntomas han estado también asociados al nuevo coronavirus.

El más conocido a esta altura de la pandemia es la pérdida sorpresiva del gusto y el olfato, conocida como anosmia, un fenómeno que puede ocurrir con otras enfermedades respiratorias.

Hasta el momento la evidencia indica que la anosmia aparece en casos leves o moderados de COVID-19, y se suele dar al principio del cuadro.

Otro síntoma de poca aparición son los “dedos de Covid”, extremidades del pie hinchadas y enrojecidas debido a la formación de coágulos en la sangre.

“Parece que el virus está creando respuestas inflamatorias locales que llevan a estos eventos trombóticos”, indicó el Dr. Sean Wengerter, jefe de cirugía vascular en el Centro Médico Westchester, a la CNN.

También, el coronavirus ha estado asociado a la conjuntivitis, un condición altamente contagiosa que afecta a los ojos, enrojeciéndolos y causando dolor.

De acuerdo a estudios realizados en China y Corea del Sur, entre el 1% y el 3% de los contagiados con COVID-19 tenían además conjuntivitis.

Esta presencia no es abrumadora y la conjuntivitis es causada por muchos virus, por lo que suele señalar que la aparición de este síntoma sólo debería crear sospechas de tener COVID-19 si se presenta con otra señal entre las ya mencionadas.

Un último síntoma poco recurrente que fue detectado es la consciencia alterada o confusión, e incluso el delirio y las alucinaciones.

Esta condición suele aparece en los casos más graves, y estudios publicados en el New England Journal of Science y medRxiv muestran que entre el 60% y el 75% de los internados en unidades de terapia intensiva sufrieron algún efecto en sus sistemas nerviosos centrales.

Aunque poco comunes, expertos alertan que la aparición de estos síntomas es un fuerte indicador de presencia de coronavirus y que se debe contactar a los servicios de emergencia, especialmente debido a que poco se conoce sobre el efecto a largo plazo de estos cuadros, que podrían llevar a la depresión o la demencia o el estrés pos-traumático.

¡LECTURA OBLIGADA! Twitter o la neurosis colectiva, por Gustavo Tovar-Arroyo

“I’ve been around for a long, long year
Stole many a man’s soul to waste.”
The Rolling Stones

La idea o el desangramiento
No entiendo al país, pienso que la Venezuela que hoy somos es vigorosamente distinta a la que dejé cuando me vi obligado a partir al destierro. No conozco a mi gente. No sé qué siente, no puedo imaginar ni conceptualmente el apocalíptico caos que está padeciendo. Los que vivimos en el exilio tenemos una idea abstracta del horror nacional, pero muy distinta es la idea al desangramiento. Los venezolanos en general estamos desgarrados, heridos de gravedad, pero los que aún viven en Venezuela padecen además sed, hambre, enfermedad, no tienen luz ni gasolina ni seguridad. Lo peor: saben que su situación empeora cada día, viven sin esperanza.
El virus chino y la peste chavista nos han descompuesto.

¿Dónde está la civilización?
He incursionado clandestinamente en Venezuela, pero la perturbación y el nervio por no ser capturado por la narcotiranía sumados a la fugacidad de cada visita me han impedido colocar el oído con calma sobre la faz de mi tierra venezolana para auscultar el pulso del corazón social. Para entender una nación se necesita tiempo, conversación diaria y larga, aliento y desaliento, la intuición que da la observación, caminar, notar los gestos, escuchar, ver rostros, atender necesidades y anhelos, visitar museos, pasear pueblos y ciudades, andar campos, embriagarse en una cantina urbana. Desde una ventana al mar la distancia social es aún mayor: ¿dónde está la civilización?
Lo único que acerca a la realidad es la angustia.

Twitter o la neurosis colectiva
Los gritos e insultos en twitter –no miento– me sofocan, pierdo el aire. Cada día me acerco menos a esa gallera global para auscultar el pulso del mundo, es inútil, desconfío de él, de verdad, asfixia. Lo uso poco, estimo que informa sobre realidades, pero no las interpreta, además, los gritos, la polarización, la tragicomedia, la indolencia, la urgencia por hacerse sentir, por alcanzar un “me gusta” o un comentario, es absolutamente delirante, los habitantes del establo global que es twitter viven en neurosis colectiva. Su realidad es virtual, imaginan que el mundo es un estadio de dimes y diretes permanente. Sufren si no hay “popularidad”, limosnean “likes”. El reconocimiento los aturde, los trastorna: su ansiedad es un like o un retweet.
No jodan, apaguen el aparato, vean el mundo.

El mal aliento del corazón
Pienso que los venezolanos –y la humanidad en general– tenemos suficientes problemas reales como para agregarle a estos problemas imaginarios. En Venezuela sólo un 7% de la población accede a twitter y mucho de ese porcentaje está influenciado por laboratorios, trolles (personas con identidades ficticias) y un universo de manipulación e histeria que no contribuyen en nada a la verdad. Pensar que lo que pasa o se dice en twitter es la realidad de una nación es tan descabellado como aberrante. Es como si un médico intentase reconocer el ritmo cardiaco de una persona oliéndole el aliento, midiendo el nivel de estridencia de sus gritos o escuchando las egocentricidades de los pseudo filósofos de meadero virtual. Insisto: no tiene sentido.
La realidad está en el 90% que no sigue ni atiende twitter. ¿Qué dice?

Un hombre de hace 2 mil años
La rebelión popular nacional, tan necesaria y urgida para liberar a Venezuela de la peste chavista –el peor y más ruinoso mal que hayamos conocido en la historia–, no se gestará jamás en twitter. Es una mentecatez abrumadora, una brutalidad enciclopédica, pensar que lograremos impulsar, movilizar u organizar una insurrección popular por esa red social. Los opinadores –¿Influencers?– que vegetan en ese corral global piensan que sus gritos “retuiteados”, “gustados” o comentados son el principio y el fin del mundo, pero la realidad es otra, no significan un carajo, son a veces –sólo a veces– masturbaciones verbales frente al espejo de la esterilidad cultural. No transforman realidades humanas ni sociedades, sólo histerizan.
Un hombre cambió el destino de la humanidad hace dos mil años, la civilización es antes y después de él. Lo hizo visitando y organizando cada poblado, trasmitiendo una “buena nueva” que desafiaba la tiranía de su tiempo. ¿Seguimos su ejemplo o el de los “Influencers”?

Vida o muerte del país
Vienen los tiempos más espinosos y cruciales de la historia contemporánea de Venezuela, si honestamente queremos salir de la letal pesadilla chavista habrá que escuchar más el latido del corazón nacional en sus caseríos y pueblos que la neurastenia twitteriana. Pese al virus chino, habrá que idear modos de comunicación, organización y activación popular porque serán la vida o la muerte del futuro del país. La política tendrá que desatender la histeria de las redes sociales y atender la rabia o la esperanza popular que se encuentra en las calles, barrios, poblados y ciudades de Venezuela. La verdadera nación que somos está sufriendo lo indecible en territorio venezolano, no escribiendo lecciones de tweets desde Colombia, Estados Unidos o España (me incluyo).
Por más que podamos apoyar desde el destierro la causa de la libertad, el verdadero desenlace final de la lucha se desarrollará en Venezuela y no la librarán los twitterianos, sino los venezolanos organizados y movilizados.
¿Triunfarán?

¡TIEMPOS OSCUROS! Luis Vicente León: gobierno ha puesto a la oposición en posición de "perder-perder"

El presidente de Datanálisis, economista y analista de entorno, Luis Vicente León, advierte que la estrategia electoral del gobierno de Nicolás Maduro ha puesto a la oposición en una posición de «perder-perder», que coloca a las facciones que se enfrentan al chavismo en un riesgo real de irrelevancia interna y externa.

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En un breve comentario presentado en su cuenta de Instagram, León sostiene que «no hay ninguna sorpresa con la nueva intervención del directorio, está vez de Voluntad Popular, por parte del TSJ. Forma parte de la misma estrategia oficial para estimular desgaste institucional opositor y fractura que le impida una estrategia unitaria, para abstenerse o participar».

El economista asegura que la elección parlamentaria se realizará el próximo 6 de diciembre, aunque el gobierno es consciente de que sus resultados no serán reconocidos por buena parte de la comunidad internacional.

«… pero también sabe que sus movimientos en el CNE y los partidos le permiten escoger una oposición a la medida que participe (sin confianza de las bases) y una que se abstenga (sin oferta alternativa). La estrategia chavista es clara: habrá una elección convocada por el gobierno, participará una oposición sin confianza de la población opositora y habrá una oposición institucional, también debilitada, que rechazará la elección y apelará a la continuidad de las autoridades para quedarse como está».

No obstante, el presidente de Datanálisis subraya que «pero el tiempo sin legitimacion electoral la pone (a la oposición) en graves peligros futuros. ¿Cuánto tiempo más, sin elegirse ni producir resultados de cambio, puede pasar antes de que se haga irrelevante adentro y afuera? El gobierno ha puesto a la oposición en una situación de perder-perder. Si llama a votar no la acompañarán la bases y la abstencion será demoledora. Si llama a la abstención, muestra sus fracturas (porque unos van a abstenerse pero otros van a participar) y no tiene una estrategia alternativa que genere nuevas esperanzas, lo que la debilitará».

Para Luis Vicente León, el riesgo político fundamental para la administración de Nicolás Maduro, en particular, y para el poder chavista es que surja «una propuesta de protesta civil a través del voto irreverente. Ese que no persigue ganar una elección ficticia, sino castigar, mover a la población del todo el país el día de la elección, aunque no sea competitiva, sólo para crear un momentum de lucha».

Según un experto italiano, “el coronavirus se está debilitando y podría morir solo sin una vacuna”

El profesor Matteo Bassetti, jefe de enfermedades infecciosas del Hospital General de San Martino en Génova, Italia, aseveró que que los pacientes ahora sobreviven a las infecciones que los habrían matado al comienzo de la pandemia

Infobae

El coronavirus, que una vez fue un “tigre agresivo” de una enfermedad, se ha debilitado y se ha convertido más en un “gato salvaje”, según un importante médico italiano.

De acuerdo al profesor y doctor Matteo Bassetti, jefe de enfermedades infecciosas del Hospital General de San Martino en Génova, Italia, el virus está “cambiando de gravedad” y aseguró que los pacientes ahora están sobreviviendo a infecciones que los habrían matado antes.

“Si el debilitamiento del virus es cierto, COVID-19 podría incluso desaparecer sin una vacuna al volverse tan débil que se extingue por sí solo”, afirmó.

Él ha dicho varias veces en los últimos meses que los pacientes con coronavirus parecen estar mucho mejor de lo que estaban al comienzo de la epidemia en Italia.

Para el investigador, esto podría deberse a una mutación genética en el virus que lo hace menos letal, debido a tratamientos mejorados o porque las personas no se están infectando con dosis tan grandes debido al distanciamiento social.

Sin embargo, otros científicos respondieron a las afirmaciones en el pasado y dijeron que no hay evidencia científica de que el virus haya cambiado en absoluto.

Bassetti dijo: “Fue como un tigre agresivo en marzo y abril, pero ahora es como un gato salvaje. Incluso los pacientes de edad avanzada, de 80 o 90 años, ahora están sentados en la cama y respiran sin ayuda, los mismos pacientes habrían muerto dos o tres días antes”.

Italia fue uno de los países más afectados en el mundo durante las primeras etapas de la pandemia, y ahora registra más de 238.500 casos positivos y 34.634 muertes a raíz del COVID-19.

Los científicos italianos han vaticinado que la población de ancianos allí, la propagación del virus en las zonas rurales y la repentina aparición del brote contribuyeron al elevado número de muertes del país.

El profesor Bassetti sugiere que una de las razones por las cuales el virus podría estar causando enfermedades menos graves es una mutación genética que lo ha hecho menos dañino para los pulmones de las personas. También cree que las personas pueden simplemente recibir cantidades más pequeñas del virus SARS-CoV-2 cuando se infectan, debido a las reglas de distanciamiento social vigentes.

Esta teoría depende de la gravedad de la enfermedad de alguien que se ve afectada por su “carga viral”: la cantidad de virus que ingresa al cuerpo de alguien cuando es atacado por primera vez.

El profesor Bassetti dijo: “La impresión clínica que tengo es que el virus está cambiando en gravedad”.

“En marzo y principios de abril, los patrones eran completamente diferentes. Las personas acudían al departamento de emergencias con una enfermedad muy difícil de manejar y necesitaban oxígeno y ventilación, algunas desarrollaron neumonía y ahora, en las últimas cuatro semanas, la imagen ha cambiado por completo en términos de patrones”, agregó.

Asimismo, sostuvo que “podría haber una carga viral más baja en el tracto respiratorio, probablemente debido a una mutación genética en el virus que aún no se ha demostrado científicamente”.

El médico especialista en enfermedades infecciosas ha hecho afirmaciones similares en el pasado, pero provocó críticas por ser demasiado optimista. Dijo a principios de junio: “La fuerza que tenía el virus hace dos meses no es la misma fuerza que tiene hoy”. Pero otros científicos no aceptaron la idea y dijeron que no había evidencia para respaldar las afirmaciones del profesor Bassetti.

Para el doctor Gideon Meyerowitz-Katz, de la Universidad de Wollongong en Australia, la idea de que el virus haya desaparecido “parece dudosa”. El epidemiólogo advirtió que Italia, que fue el centro de la crisis europea de coronavirus en marzo, todavía estaba registrando nuevos casos y muertes de COVID-19, lo que demuestra que el virus seguía siendo un peligro.

A principios de junio, en respuesta a la afirmación del profesor Bassetti, la doctora Angela Rasmussen, de la Universidad de Columbia, tuiteó: “No hay evidencia de que el virus esté perdiendo potencia en ninguna parte”, y agregó que “menos transmisión significa menos hospitalizaciones y muertes”, pero advirtió: “Eso no significa menos virulencia”.

De acuerdo al doctor Oscar MacLean, de la Universidad de Glasgow, “estas afirmaciones no están respaldadas por nada en la literatura científica, y también parecen bastante inverosímiles por razones genéticas”.

“La gran mayoría de las mutaciones del SARS-CoV-2 son extremadamente raras, por lo que aunque algunas infecciones pueden atenuarse por ciertas mutaciones, es muy poco probable que sean lo suficientemente comunes como para alterar la naturaleza del virus a nivel nacional o global, hacer estas afirmaciones sobre la base de observaciones anecdóticas de pruebas de hisopos es peligroso”, insistió.

“Si bien el debilitamiento del virus a través de mutaciones es teóricamente posible, no es algo que deberíamos esperar, y cualquier afirmación de esta naturaleza necesitaría ser verificada de una manera más sistemática”. explicó MacLean.

“Sin evidencia significativamente más sólida, nadie debería minimizar innecesariamente el peligro que representa este virus altamente virulento y arriesgarse a la respuesta continua de toda la sociedad”, concluyó.

“Los nuevos positivos de coronavirus tienen una carga viral muy baja, no contagiosa”, aseguró uno de los máximos expertos italianos

Un experto italiano asegura que el coronavirus se está agotando solo

En Italia aseguran que el coronavirus “está perdiendo fuerza” y que “ya no tiene el poder destructivo” que tenía

Fox News: Viróloga huyó de Hong Kong y acusó a China de encubrir el covid-19

La doctora afirmó que el gobierno registró su apartamento e interrogó a sus padres. “Sé cómo tratan a los denunciantes”

El Nacional

Li-Meng Yan, doctora viróloga china especializada en inmunología, huyó de Hong Kong y manifestó que China intentó encubrir la verdad sobre el covid-19.

Yan informó a Fox News que fue una de las primeras doctoras en comenzar a estudiar el novedoso coronavirus. Añadió que empezó a investigar la enfermedad a finales de diciembre mientras trabajaba para la Escuela de Salud Pública de Hong Kong.

Aseguró que el gobierno chino no permitiría que expertos externos, incluidos los de Hong Kong, estudiaran el virus en persona. Por ello, empezó a contactar a sus conocidos profesionales en China para obtener más información al respecto. El 31 de diciembre, Yan señaló que un amigo le informó que los investigadores estaban notando la transmisión de persona a persona. Cuando ella informó de los hallazgos a su jefe, “él solo asintió con la cabeza”.

Pronto, sus colegas fueron menos propensos a responder a sus preguntas. Tanto los médicos como los investigadores que antes hablaban abiertamente del virus se callaron, al igual que los de Wuhan, donde se cree que se originó el virus. Mientras tanto, otros recibieron advertencias en contra de pedirles detalles.

Yan afirmó que los médicos le respondieron: “No podemos hablar de ello, pero tenemos que usar mascarillas”.

Cuando informó a su jefe de los nuevos hallazgos, Yan indicó que él respondió con una advertencia.

“No toques la línea roja”, señaló en referencia al gobierno chino. “Nos meteremos en problemas, y estaremos desaparecidos”.

Cuando Yan se dio cuenta de que su vida corría peligro por hablar, decidió dejar el país y huir a Estados Unidos. Fox News explicó que “planeó su escape, empacando su maleta, y pasando a escondidas los censores y cámaras de video en el campus”.

La doctora afirmó que el gobierno registró su apartamento e interrogó a sus padres, quienes le rogaron que volviera a casa. Ella no cree que sea seguro hacerlo.

“Sé cómo tratan a los denunciantes”, expresó.