El papa Francisco falleció este lunes a las 7.35 horas (5.35 GMT) en su residencia de la Casa Santa Marta, anunció en un vídeo mensaje el camarlengo, el cardenal Kevin Joseph Farrel.
«Con profundo dolor tengo que anunciar que el papa Francisco ha muerto a las 7.35 horas de hoy, el obispo de Roma ha vuelto a la casa del padre, su vida entera ha estado dedicada servicio del Señor y de su Iglesia y nos ha enseñado el valor del evangelio con fidelidad, valor y amor universal y en manera particular a favor de los más pobres y marginados», anunció Farrel.
Y continúo: «Con inmensa gratitud por su ejemplo como discípulo del Señor Jesús recomendamos el alma del papa Francisco al infinito amor misericordioso de Dios Uno e trino».
En el vídeo, grabado en la capilla de la Casa Santa Marta también aparecen el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, y el sustituto de la secretaria de Estado, el venezolano Edgar Peña Parra, y el maestro de ceremonias, Diego Ravelli.
A las 9.45 horas llegó un mensaje al canal Telegram de los periodistas acreditados ante el Vaticano en el que se anunciaba una transmisión desde la capilla de la Casa Santa Marta y que se podía seguir por los medios vaticanos.
En la transmisión aparecían con gesto serio y vestidos de oscuro y anunciaba la noticia Farrel, que cómo camarlengo es el encargado de las gestiones en el momento de la llamada Sede Vacante, el periodo que va desde la muerte de un papa hasta a la elección de su sucesor.
Francisco, que había estado ausente en todos los ritos de la Semana Santa al seguir convaleciente tras su hospitalización, apareció este domingo en el balcón de la logia central de la fachada de la basílica de San Pedro para la bendición Urbi et Orbi.
Después recorrió la plaza en papamóvil a pesar de sus condiciones de salud en lo que ahora puede considerarse su último adiós a los fieles.
Francisco no había participado en ninguno de los ritos de la Semana Santa debido a que sigue recuperándose tras haber pasado 38 días en el hospital por una neumonía bilateral y haber sido dado de alta el 23 de marzo.
El papa recorrió la plaza de San Pedro en papamóvil durante varios minutos e incluso detuvo el vehículo para bendecir a algunos niños, aunque se le notaba muy ausente y con dificultad en los movimientos.
Durante la mañana, recibió al vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, en su residencia de casa Santa Marta para un breve saludo e intercambiar una felicitación por la Pascua, informó la oficina de prensa del Vaticano.
Funcionarios de organismos de seguridad han privado de libertad a Jeiranyela Gabriela Bello Rojas, de 29 años, y Yeisson Omar Ramírez Nieves, de 27 años, tras la trágica muerte de su hija de cuatro años de edad. La menor falleció luego de caer desde un séptimo piso de unas residencias ubicadas en San Agustín del Norte, Caracas.
Según información difundida por el reportero Román Camacho a través de sus redes sociales, investigaciones preliminares llevadas a cabo por el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) revelaron que la pareja habría dejado a la niña sola durmiendo en el apartamento mientras ellos se ausentaban. Al despertar, la pequeña se asomó a una ventana del inmueble, sufriendo la fatal caída.
Vecinos del edificio actuaron con rapidez y trasladaron a la niña al Hospital Doctor José María Vargas de Caracas, donde lamentablemente ingresó sin signos vitales debido a la gravedad de las lesiones sufridas en el impacto.
Tras el suceso, los padres de la menor fueron detenidos por las autoridades y puestos a disposición del Ministerio Público para las investigaciones correspondientes y la determinación de responsabilidades en este lamentable hecho.
La noticia ha generado una profunda consternación en la comunidad, con numerosas reacciones a través de las redes sociales. Usuarios han expresado su pesar ante la tragedia. «Es una tragedia, tanto para la sociedad como para los padres y para ellos doble porque además de perder una hija, pierden su libertad. Ojalá tengan mucha fortaleza para superar esto», comentó una usuaria. Otra añadió: «Que tragedia, jamás he entendido esas personas que viven en pisos altos y no tienen rejas en las ventanas».
Las autoridades competentes continuarán con las investigaciones para esclarecer completamente las circunstancias que rodearon este trágico incidente.
La cancillería de Colombia informó este domingo que cerca de 140 colombianos están detenidos en cárceles de El Salvador, a propósito del reciente llamado del presidente Gustavo Petro a ese país para que sean repatriados.
AFP
Petro pidió el sábado a su homólogo salvadoreño, Nayib Bukele, que entregue a los colombianos encarcelados en ese país, que el mes pasado estableció un acuerdo con Estados Unidos para recluir a migrantes deportados.
«Son cerca de 140, pero NINGUNO de esos colombianos está detenido el CECOT, están en otros centros de detención», dijo a la AFP la cancillería, en referencia a la megacárcel salvadoreña donde hay migrantes deportados presos y que acumula denuncias por hacinamiento, malas condiciones y restricciones en las visitas.
«El consulado de Colombia en El Salvador ha dado seguimiento constante a la situación de estas personas», añadió la cancillería.
El sábado, la Corte Suprema de Estados Unidos suspendió hasta nuevo aviso las deportaciones de migrantes supuestamente vinculados a pandillas venezolanas a El Salvador, una estrategia del presidente Donald Trump para expulsar a miles de indocumentados del país.
Decenas de familias de deportados y abogados defensores de derechos humanos denunciaron las condiciones de los migrantes en el país centroamericano y aseguraron que no pertenecen a ninguna banda criminal.
El mandatario colombiano sostiene que «los migrantes no son criminales» y que atentar contra sus derechos es atentar contra la «humanidad».
Bukele inauguró el Cecot en 2023 como parte de su estrategia de mano dura contra las pandillas. Diseñada para albergar hasta 40.000 reclusos, es considerada la prisión más grande de América Latina.
La Florida State University (FSU) enfrenta críticas intensas tras confirmar la reanudación de clases este lunes 21 de abril, apenas cuatro días después del tiroteo que dejó dos muertos y seis heridos en las inmediaciones del centro estudiantil, en Tallahassee. La decisión, inicialmente comunicada por el presidente universitario Richard McCullough en un correo masivo, provocó una reacción inmediata de rechazo entre el alumnado, que exigió mayor sensibilidad ante la magnitud del hecho. “Nos solidarizamos con las familias y amigos que perdieron a alguien que amaban”, escribió McCullough en su primera declaración, difundida el sábado por la mañana.
El ataque ocurrió el jueves 17 de abril, cerca del Oglesby Student Union, donde un hombre armado abrió fuego contra estudiantes y trabajadores de la universidad. El presunto autor, Phoenix Ikner, tiene 20 años, es estudiante de la propia FSU e hijastro de una oficial del sheriff. De acuerdo con los informes, utilizó un arma registrada a su madre en el tiroteo. La policía lo detuvo con heridas no mortales y se encuentra bajo custodia. Cinco de las seis víctimas heridas siguen hospitalizadas en Tallahassee Memorial HealthCare, todas en buen estado, según reportó el hospital el viernes.
En redes sociales, estudiantes comenzaron a compartir sus testimonios y a organizar acciones de presión para retrasar el retorno a clases. Algunos lanzaron peticiones digitales solicitando que se excusaran las ausencias, otros denunciaron públicamente el daño emocional que representa volver tan pronto al campus. “Dudo que pueda concentrarme en clases donde hace unos días estaba atrincherándome y haciendo las paces con Dios”, declaró Madelynn Duggar, estudiante de tercer año, al medio NBC News.
Reacciones a la reapertura y presión estudiantil
El anuncio inicial de McCullough, que confirmaba la vuelta a clases y operaciones el lunes 21, fue recibido con incredulidad por parte del alumnado. Comentarios como “¿¿¿EN SERIO??? CORRÍ POR MI VIDA Y ¿TENGO QUE VOLVER DÍAS DESPUÉS???” inundaron el perfil oficial de la universidad en Instagram. Muchos expresaron sentirse desamparados y forzados a continuar con la rutina sin tiempo suficiente para procesar el trauma.
Ante el creciente malestar, la universidad difundió un segundo comunicado el mismo sábado, en la que se flexibilizaban las condiciones académicas: las asistencias no serán obligatorias, no se exigirá documentación para justificar ausencias y se abrirán opciones remotas para algunas materias, aunque esto no aplicará para clases prácticas como laboratorios, de acuerdo con Fox News. También se permitirá a los estudiantes solicitar una nota incompleta si no se sienten en condiciones de terminar el semestre.
McCullough explicó en un video publicado en la red social X que “este no será un cierre típico del semestre, muchos de ustedes aún están procesando lo ocurrido”. Agregó que los docentes “deberán ofrecer opciones adaptadas a cada grupo, en lo posible antes del lunes en la noche”, según indicó en un comunicado interno dirigido a profesores y recogido por el Tallahassee Democrat. La institución recomendó a los estudiantes contactar directamente a sus instructores para acordar soluciones personalizadas.
Un sujeto que presuntamente agredió a su hija con discapacidad y a su sobrina fue detenido por oficiales del Cuerpo de Policía Bolivariana del estado Zulia (Cpbez), en el sector Andrés Eloy Blanco, San Carlos del Zulia, municipio Colón, en el Sur del Lago.
Según una nota de prensa del Cpbez, Elías de Jesús Ribera Sánchez, de 54 años, fue señalado de golpear con puños a su joven hija que padece de esquizofrenia.
La sobrina del indiciado trató de evitar la agresión del individuo contra la joven con discapacidad, sin embargo también recibió fuertes golpes, agrega el organismo policial.
En el Cpbez, los funcionarios recibieron la denuncia, y una comisión llegó hasta el sector Andrés Eloy Blanco para llevarse detenido a Ribera Sánchez y ponerlo bajo custodia en el Centro de Coordinación Policial Sur del Lago Este, a disposición de la Fiscalía 16ª del Ministerio Público.
Las víctimas recibieron atención médica en el Hospital General de Santa Bárbara, y fueron remitidas al Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses, destacó la nota de prensa de la institución policial.
La aerolínea brasileña GOL ha anunciado la reanudación de sus operaciones hacia Caracas, Venezuela, a partir del próximo 5 de agosto. La nueva ruta conectará el Aeropuerto Internacional de São Paulo-Guarulhos (GRU) con la capital venezolana, marcando el retorno de la compañía al país sudamericano tras una suspensión de vuelos que se remonta a 2016.
Inicialmente, GOL había планировала restablecer la conexión a través de Brasilia, con una escala en Bogotá, Colombia. Sin embargo, debido a la falta de los permisos necesarios para operar bajo la figura de la 5ta libertad en la ruta Bogotá-Caracas, la aerolínea se vio obligada a rediseñar su plan operativo.
La nueva ruta Sao Paulo (GRU) – Caracas contará con tres frecuencias semanales, operadas con aviones Boeing 737-8. Esto significará una oferta de 1.056 asientos semanales en ambos sentidos, facilitando el tránsito de pasajeros entre Brasil y Venezuela. Los vuelos están programados para los martes, jueves y sábados, con salidas desde Sao Paulo a las 17:05 horas (hora local) y llegadas a Caracas a las 22:40 horas (hora local). Los vuelos de regreso partirán de Caracas a las 23:40 horas (hora local), aterrizando en São Paulo a las 06:55 horas (hora local). Los horarios han sido diseñados para permitir conexiones convenientes con la extensa red de vuelos de GOL en Brasil y también con Argentina.
La reanudación de esta ruta es significativa para la conectividad de Venezuela, que había visto interrumpida esta conexión directa con Sao Paulo desde la salida de LATAM en mayo de 2016. GOL, que llegó a operar con hasta 28 frecuencias semanales en esta misma ruta desde 2007, busca así recuperar un mercado importante y ofrecer una nueva opción de viaje para los pasajeros.
Luego de intensas precipitaciones que causaron el desbordamiento de ríos y quebradas, así como deslizamientos de tierra que incomunicaron varias vías en el estado Barinas, se ha logrado restablecer parcialmente el tránsito en la importante carretera nacional Barinas-Mérida.
La alcaldesa Mayra Jaramillo informó durante las primeras horas de hoy sobre la reapertura parcial para vehículos y peatones, gracias a arduas labores de remoción de escombros y sedimentos. A través de las redes sociales de Mintranesporte Barinas, se dio a conocer el despliegue de un operativo conjunto entre la gobernación del estado, el Ministerio de Transporte y la Corporación Socialista Barinesa de Infraestructura (Corsobain) para atender la emergencia vial.
Las maniobras incluyeron el uso de maquinaria pesada para la remoción de más de 600 metros cúbicos de sedimentos y material rocoso. Se logró despejar un total de siete derrumbes en la vía hacia Mérida y seis en el Ramal-Altamira. La alcaldesa Jaramillo, acompañada por una comisión de Corsobain, inspeccionó el sector de La Yuquita, el más afectado por los deslizamientos. Funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, la Policía Nacional Bolivariana, Bomberos Municipales y Protección Civil brindaron apoyo y supervisión en el terreno.
Actualmente, los trabajos continúan en la vía Altamira – Calderas con el objetivo de restablecer la conectividad total en la región. La alcaldesa Jaramillo enfatizó que todas las acciones se están llevando a cabo bajo las instrucciones del presidente Nicolás Maduro y se espera una pronta solución a la situación.
Dos menores de edad de dieciséis y siete años fallecieron ahogados mientras se encontraban en un sitio donde se surten de agua potable las familias del sector La Compuerta en la vía Cumaná-Cumanacoa, estado Sucre.
Los fallecidos fueron identificados como Jorge Marín de dieciséis e Isaías Díaz.
En el caso del adolescente Jorge Marín, que vivía en la urbanización Campeche, se encontraba bañándose en el lugar. Al momento de la tragedia sus familiares lo trasladaron en un vehículo particular hasta el Hospital Universitario Antonio Patricio de Alcalá, donde se confirmó su fallecimiento.
Mientras que el niño Isaias Díaz fue llevado por sus familiares al Ambulatorio de Cantarrana, sin signos vitales. Díaz vivía en la urbanización Bebedero.
Transcurridas las horas de este lamentable suceso, aún se espera por las autoridades, que no han aportado mayor información porque están en el proceso de investigación.
El papa Francisco, aún convaleciente de su infección respiratoria, apareció en el balcón de la logia central de la basílica de San Pedro para la bendición Urbi et Orbi tras la misa del Domingo de Resurrección y después quiso saludar desde el papamóvil a los cerca de 50.000 fieles congregados en la plaza de San Pedro.
Francisco no ha participado en ninguno de los ritos de la Semana Santa debido a que sigue recuperándose tras haber pasado 38 días en el hospital por una neumonía bilateral y haber sido dado de alta el 23 de marzo.
Durante la bendición, el pontífice argentino permaneció sentado en la silla de ruedas, no llevaba las cánulas nasales para el oxígeno, deseó una «Buena Pascua» y pidió al maestro de ceremonias, Diego Ravelli, que leyese el mensaje de la Pascua.
Posteriormente, por sorpresa, el papa recorrió la plaza de San Pedro en papamóvil durante varios minutos e incluso detuvo el vehículo para bendecir a algunos niños, aunque se le notaba con dificultad en los movimientos.
Francisco había apareció de nuevo por sorpresa este sábado cuando acudió a rezar a la basílica de San Pedro antes de la celebración de Vigilia del Sábado Santo y se detuvo a saludar a algunos grupos de peregrinos estadounidenses que estaban en esos momentos en el templo.
El papa ha estado ausente en todos los ritos de la Semana Santa vaticana y sólo acudió en la tarde del Jueves Santo a la cárcel romana de Regina Coeli, cerca del Vaticano, para un saludo a los reclusos cómo había hecho desde el inicio del pontificado.
«La vivo como puedo», respondió el pontífice, con un hilo de voz, desde la ventanilla del coche a su salida de la prisión, preguntado por los medios sobre cómo vive esta Semana Santa en estos momentos delicados de su salud. EFE
El 15 de marzo, Donald Trump y Nayib Bukele convirtieron 238 historias diferentes en una sola. Un día antes, Luis Carlos José Marcano Silva, de 26 años, llamó a su madre desde un centro de detención para migrantes en Texas (Estados Unidos).
Adelys Del Valle Silva estaba de cumpleaños en la Isla de Margarita, en Venezuela, y se alegró de oír la voz de su hijo, pero notó algo raro. Unas horas más tarde, entró otra llamada. Su hijo estaba llorando. No quería arruinarle la celebración a su mamá, pero tenía que contarle que lo iban a deportar a Venezuela al día siguiente. No entendía, si él no había hecho nada malo en el casi año y medio que llevaba viviendo con permiso temporal en Estados Unidos tras cruzar la frontera y haber solicitado asilo, decía entre llantos. Si lo expulsaban del país, pensaba, allí se quedarían solas su esposa y sus dos hijas, de ocho y tres años, que habían llegado con él. Adelys trató de consolar a su hijo. Encontrarían una solución para estar juntos una vez estuviera de nuevo en su casa, prometió. Pero Luis Carlos nunca volvió. Fue expulsado de Estados Unidos a El Salvador e internado en una infame cárcel de máxima seguridad. Su madre y su esposa no han vuelto a saber nada de él.
Luis Carlos se encuentra junto a otros 237 venezolanos en el Centro de Confinamiento del Terrorismo, conocido como Cecot, después de que el Gobierno de Donald Trump los deportara bajo el supuesto de que son miembros de la pandilla El Tren de Aragua, una organización declarada como terrorista en el primer día del republicano de regreso en la Casa Blanca. Y lo hizo al país centroamericano gracias a la complicidad de uno de sus mayores aliados en América Latina, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien se ha vanagloriado del acuerdo de recibir supuestos criminales desde Estados Unidos. Esta práctica de expulsar personas a un tercer país es cada vez más utilizada y no es ilegal, en principio, pero ninguno de los deportados pasó ante un juez y, desde que están en la cárcel, ninguno de sus familiares ha recibido prueba alguna de su estado.
En el caso de al menos 137 de los 238 venezolanos deportados ese día, Trump invocó la Ley de Enemigos Extranjeros, promulgada en 1798 y solamente activada anteriormente en la guerra contra Reino Unido de 1812 y en las dos guerras mundiales. Esta ley permite expulsar a ciudadanos extranjeros si se puede probar que hacen parte de una fuerza invasora. El argumento de la Administración estadounidense, en línea con su dialéctica antiinmigrante, es que estos hombres, a los que tilda de pandilleros —sin pruebas, en la mayoría de los casos—, equivalen a un ejército conquistador.
Luis Carlos José Marcano Silva, venezolano deportado a El Salvador.
Los familiares de los deportados defienden que no es así. Muchos reconocieron a sus hijos, hermanos, sobrinos o esposos en las imágenes que publicó Bukele cuando llegaron al Cecot. En ellas, el presidente salvadoreño, que va a recibir por parte del Gobierno estadounidense 20.000 dólares anuales por cada preso, presume de cómo recibían engrilletados de muñecas, caderas y tobillos a estos hombres junto con 23 salvadoreños acusados, por su parte, de ser miembros de la pandilla MS-13.
Al igual que centenares como él, Noel Guape, tío del deportado Roger Eduardo Molina, sospecha que la suerte de su sobrino fue echada en el momento en el que vieron el tatuaje de una corona que tiene en el pecho. Estaba siendo interrogado por agentes migratorios de manera aparentemente rutinaria en el aeropuerto de Houston el pasado 8 de enero, donde había llegado desde Bogotá con sus papeles en regla tras seguir un programa para conseguir asilo de la mano de ACNUR (agencia de la ONU). “Los funcionarios le dijeron que habían investigado y que podían ver que él no tenía antecedentes penales. ¿Y es que qué antecedentes va a tener si era su primera vez pisando Estados Unidos?”. Aun así, desde ese día Roger solo ha dormido en centros de detención o cárceles, y no ha vuelto a ver a su novia, que viajaba con él y fue regresada inmediatamente a Colombia.
Que los tatuajes son para las autoridades estadounidenses uno de los indicios para identificar presuntos miembros del Tren de Aragua se confirmó a finales de marzo, cuando la American Civil Liberties Union (ACLU) publicó como prueba judicial en una demanda una guía del Departamento de Seguridad Nacional que establece un sistema de puntos para determinar si un sospechoso pertenece a una pandilla criminal. Alcanzar los ocho puntos es equiparable a ser pandillero, una suma muy fácil de lograr de acuerdo a los criterios detallados en el documento. Por ejemplo, tener tatuajes como una corona, un tren, un reloj, o la popular frase “Real hasta la muerte”, del reguetonero Anuel AA, da cuatro puntos. Usar ropa deportiva de equipos estadounidenses como los Chicago Bulls o de la marca Jordan otorga otros cuatro.
Guardias escoltan a venezolanos deportados desde Estados Unidos hacia el Centro de Confinamiento del Terrorismo, en Tecolula, El Salvador, el pasado 12 de abril.SECOM (via REUTERS)
Esos tatuajes y esa vestimenta son muy comunes entre los jóvenes venezolanos. Para Adelys del Valle, la conclusión es sencilla: “Ya ser venezolano es un delito”.
La periodista venezolana Ronna Rísquez, autora del libro El Tren de Aragua: La banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina (Editorial Dahbar), sobre los entresijos de la pandilla, asegura que de acuerdo a su propia investigación, los tatuajes o la vestimenta no son una seña de identidad de los miembros de la banda y también pone en duda que los deportados realmente sean miembros del grupo. “Es probable que haya miembros del Tren de Aragua en Estados Unidos, pero no hay detalles ni pruebas oficiales que salgan de una investigación policial. Cuando tratas de indagar son como retazos que dijo un funcionario en algún momento”.
Además, añade Rísquez, desde que un operativo de las autoridades venezolanas en 2023 en la cárcel de Tocorón, en el Estado venezolano de Aragua, desmanteló su centro de operaciones, el grupo se ha debilitado y sus actividades y dinámicas no son claras, mientras que el paradero de sus cabecillas es desconocido. “Denominarlo una organización terrorista es absolutamente desproporcionado. No le llegan ni a la suela de los zapatos a Al Qaeda y tampoco si lo comparamos incluso con los carteles mexicanos [también declarados como terroristas por el Gobierno Trump], que son señalados de introducir toneladas de drogas que han matado a miles de estadounidenses. Eso no significa que El Tren de Aragua sean unos santos, claro”.
La organización Human Rights Watch (HRW), que está llevando a cabo su propia investigación, ha confirmado por ahora la ausencia de antecedentes criminales de muchos de los deportados venezolanos a El Salvador. Han sido exhaustivos, y han buscado esos historiales en Venezuela, en Estados Unidos, a nivel federal y en cada uno de los 50 Estados de la nación, así como en otros países por donde han pasado en algún momento los deportados, como Colombia, Perú o Chile. Hay algunos sobre los que sí pesan órdenes de captura por delitos graves, y otros cuantos que han cometido infracciones leves. La conclusión de la organización, sin embargo, es que se trata de un caso masivo de detención arbitraria y desaparición forzada.
Esmeralda Morillo, tía del cantante venezolano Arturo Suárez, en una protesta en Caracas, el 24 de marzo.Gaby Oraa (REUTERS)
El subdirector de la División de las Américas de HRW, Juan Pappier, justifica la aplicación de estas categorías: “En ningún momento les avisaron de que iban a ser deportados a El Salvador. Y de la noche a la mañana fueron enviados allí. Las autoridades migratorias de Estados Unidos borraron sus casos de la base de datos que utilizan los abogados y las familias para ubicar a las personas que tienen casos abiertos o están detenidas. Cuando llaman al ICE (el servicio de Control de Inmigración y Aduanas, por sus siglas en inglés), en el mejor de los casos les dicen que sus familiares fueron deportados, pero nada más. Es decir, hay una negativa constante a confirmar el paradero de estas personas y su suerte, lo cual constituye una desaparición forzada conforme al derecho internacional”.
El Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela comparte en este caso los argumentos de una organización que lo ha denunciado reiteradamente. El 24 de marzo, un bufete salvadoreño contratado por la vicepresidencia venezolana presentó un habeas corpus ante la Corte Suprema de El Salvador para exigir la liberación inmediata de los venezolanos presos en la megacárcel de Bukele. Altos mandos del régimen venezolano han estado en contacto con familiares de detenidos y han prometido hacer lo posible por asegurar su retorno a Venezuela. Sin embargo, el país no mantiene relaciones diplomáticas con El Salvador, por lo cual hay mucha incertidumbre sobre el éxito de la misión.
Después de un mes sin noticias, la angustia de los familiares crece. Todos saben de las denuncias de malos tratos y violaciones de derechos humanos que ocurren en el Cecot, la cárcel donde están detenidos los deportados. Y estas se hacen más temibles cuando ya los han escuchado describir las terribles condiciones de los centros de detención estadounidenses.
Nayib Bukele junto a Donald Trump durante su visita oficial a Estados Unidos, el 14 de abril en Washington.ZUMA vía Europa Press (ZUMA vía Europa Press)
Julio Rafael Fernández Sánchez estuvo internado durante ocho meses en uno de estos centros en el Estado de Arizona, después de ser detenido en la ciudad fronteriza de Nogales el 18 de julio del año pasado junto a su esposa, Carolina, y su hijo de 17 años. Entraron al país con una cita que sacaron por la aplicación de CBP One, que el Gobierno Biden lanzó para agilizar las entradas y las peticiones de asilo, después de seis años viviendo en Perú, donde montaron un pequeño negocio de mototaxis, y varios meses trabajando en una taquería de Ciudad de México. La mujer y el adolescente fueron liberados, pero Julio no salió. En el momento en que le vieron un reloj tatuado en el brazo, un regalo de aniversario de Carolina, sus caminos se separaron.
Pasaron cuatro días antes de que ella pudiera hablar con él. “Dijeron que lo iban a interrogar y todo salió bien. Pero ahí seguía. Hasta le conseguí los antecedentes penales porque él pensaba que por eso era que no salía. Y pasaban los meses y nada”, cuenta la esposa, que se comunicaba con Julio a diario. “Decía que no podía hablar mucho porque las llamadas son grabadas. Pero en un momento dijo que le dolía mucho alzar el brazo, que tenía un desgarro. Y yo no entendía, si decía que dormía bien. Pero él se hacía el fuerte para no angustiarme a mí. Lo que sí le preocupaba era que no podía ir al baño [por problemas estomacales], pasaba 20 días sin ir, y pedía una pastilla o algo y no le daban nada”, cuenta Carolina con la voz quebrada de imaginar sufriendo a su esposo, que ha cumplido 35 años el pasado jueves en el hoyo negro del Cecot.
Varios familiares llegaron al punto de temer que sus hijos o maridos cometerían suicidio por las miserables condiciones. Por eso, en estos momentos, como si se tratara de un secuestro, lo mínimo que piden es una prueba de vida de los detenidos por parte del Gobierno salvadoreño.
Amine Ester Benavides y Erly Palencia, padres de Brayan Palencia, muestran una fotografía de su hijo en Bogotá, Colombia, el 6 de abril.Diego Cuevas
La batalla en Estados Unidos es ahora jurídica y gira en torno a la negación del debido proceso. Mientras los vuelos cargados de migrantes acusados de ser pandilleros invasores partían, un juez federal llamado James Boasberg dictó la suspensión de la ley que justificaba la deportación, pues los detenidos no habían pasado frente a un magistrado, como requiere la normativa. El Gobierno ignoró aquella orden —el mensaje de Bukele burlándose de Boasberg, compartido por varios altos cargos de la Administración de Trump, encapsuló ese momento: “Upsi… Demasiado tarde”, escribió en X— y eso ha precipitado un enfrentamiento legal que ha llegado rápidamente hasta el Tribunal Supremo.
La cuestión todavía puede derivar en una crisis constitucional sobre el límite del poder del Ejecutivo de Trump si este decide desoír las órdenes judiciales. Un Tribunal Supremo dividido permitió el uso de la Ley de Enemigos Extranjeros, pero también determinó que una deportación debe ser ordenada por un magistrado. El juez Boasberg esta semana ha dicho que hay indicios para declarar en desacato al Gobierno, mientras que el Supremo ha prohibido en la madrugada de este sábado la expulsión de un nuevo grupo de alrededor de 50 venezolanos detenidos en Texas mientras su caso se analiza en los tribunales.
Por otro lado, asociaciones defensoras de derechos lideradas por ACLU han demandado al Gobierno con el argumento de que no se dan las condiciones para invocar la antigua ley: una guerra o una invasión real. El mes pasado, la jueza de apelaciones Patricia Millet fue tajante: “Los nazis recibieron mejor trato bajo la Ley de Enemigos Extranjeros”.
Pero mientras esa batalla se libra en los más altos tribunales de la justicia estadounidense, los familiares de los detenidos viven con el silencio del Cecot. En el último mes, EL PAÍS ha contado las historias de varios detenidos, como Arturo Suárez-Trejo, Frizgeralth Cornejo, Brayan Palencia Benavides, Alirio Belloso o Mervin Llamares. En todos estos casos, los familiares en Venezuela, Colombia o Estados Unidos mantienen la voz en alto para hacer públicas sus situaciones y aumentar la presión sobre las autoridades. En privado, aguantan el dolor de la incertidumbre.
“No saber nada es lo más difícil”, dice Nataly Villalobos, cuñada del deportado Alirio Belloso, de 30 años y originario de la ciudad petrolera de Maracaibo, en el oeste de Venezuela, que entró a Estados Unidos por la frontera sur en noviembre de 2023. “Toda la familia está muy triste y desesperada por no tener ningún tipo de noticias”. Han tenido que dividirse. El hermano de Alirio se ha quedado en Maracaibo, pero su esposa y su mamá se han mudado temporalmente a Caracas para poder seguir las gestiones que intenta hacer el Gobierno venezolano. A Alirio lo detuvieron en una redada policial en Utah cinco días después de que Trump asumiera la presidencia. Llevaba unos meses trabajando como conductor de Uber y no tenía ningún historial policial, como constaba en su registro migratorio.
Alirio Belloso, venezolano detenido en el Estado de Utah pocos días después de que Donald Trump asumiera la presidencia por segunda ocasión.
En Colombia, donde vive toda la familia de Brayan Palencia Benavides, de 24 años, desde hace una década, su madre, Amine Ester Benavides, ha perdido el apetito: siente culpa si come tres veces al día cuando no sabe si su hijo es alimentado correctamente. Brayan fue detenido el 30 de enero en Los Ángeles cuando acudía a una cita migratoria para regularizar su estatus después de más de un año en el país, durante el cual trabajó en la construcción con un tío en Miami. “Estoy muy triste”, dice llanamente Amine. Su esposo, Erly Palencia, usa otro adjetivo: “Está pasmada”. Los consulados no responden por Brayan. Tampoco han sido contactados por el bufete de abogados contratado por el Gobierno venezolano. “El único con el que hablo es Dios. Él es el que me da fuerza y él va a defender a Brayan”, sostiene la madre.
La esperanza para las familias de los deportados ha tomado la forma de Kilmar Abrego García, el migrante salvadoreño enviado por error a su país natal en los mismos vuelos que los 238 venezolanos, a pesar de que contaba con una orden judicial que prohibía su expulsión de Estados Unidos. Su caso ha ocupado las primeras planas de los medios estadounidenses e internacionales recientemente y el Tribunal Supremo ha ordenado su regreso a Estados Unidos de forma unánime, una votación poco común en una corte claramente dividida 6 a 3 en líneas ideológicas.
Hasta ahora ni la Administración de Trump ni el Gobierno de Bukele han mostrado disposición de hacerlo. En el Despacho Oval, durante la visita del presidente centroamericano a la Casa Blanca del lunes pasado, la prensa preguntó varias veces por este tema. Tanto Bukele como la fiscal general estadounidense, Pam Bondi, rechazaron la idea burlonamente. Unos días más tarde, el congresista Chris Van Hollen visitó El Salvador para luchar por el retorno de Abrego García a Maryland, donde lo reclaman su esposa estadounidense y tres hijas, y hacer frente al contraataque del Gobierno que lo retrata, con dudosos indicios, de ser un peligro para la sociedad.
En el caso de los venezolanos, aunque figuras como Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de Trump, hayan dicho que deberían pasar el resto de sus vidas en el Cecot, HRW opina que la opción más prometedora es la presión judicial y mediática al Gobierno estadounidense. La vía venezolana tiene el profundo obstáculo de la inexistente relación entre los regímenes de Maduro y Bukele. La falta de independencia judicial en El Salvador enfanga todavía más el camino. Mientras, ni siquiera hay un amago de respuesta de la comunidad internacional.
La secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem (centro), durante su visita al Centro de Confinamiento del Terrorismo, el 26 de marzo de 2025.Gobierno de El Salvador (EFE)
La maquinaría migratoria puesta en marcha por Trump desde que tomó la presidencia por segunda vez ha demostrado en apenas dos meses que su crueldad no es tímida. Todo lo contrario. La política del terror performativo desata en millones de personas en Estados Unidos el temor a verse envueltas en las garras del Gobierno republicano y arrojadas en una cárcel de máxima seguridad que, en una coincidencia dialéctica digna de análisis, se jacta de ser la guardiana del terrorismo.
De sus murallas no sale nada de información. No se conoce cómo están los hombres deportados o si saben de la angustia de sus familias. Afuera, el mundo habla de ellos a ratos, mientras el orden global es sacudido por el mismo hombre que los envió allí y de un momento para otro hizo que 238 vidas independientes tuvieran un solo futuro.