La mujer soportó golpizas y abusos sexuales. Comía arroz, huevos o lentejas. En casa dejaron de verla en diciembre del ’88. El pasado 26 de enero volvieron a tener noticias de ella. El hombre, Miguel Salazar, fue imputado. Conozca esta impactante historia.
Panorama
Una historia de terror vivió Morella. Sobrevivió a tres décadas de encierro, de golpizas, vejámenes y abusos sexuales. A la mujer, hasta parientes resignados, la comenzaron a pensar en pasado. Mientras, ella sufrió los últimos 31 años viviendo en cautiverio. A Morella la tuvo secuestrada desde 1988 su pareja.
El drama de Morella –reseñado por la periodista Yohanna Marra– impacta al estado Aragua y al país entero.
La mujer fue raptada por su pareja, Mathías Salazar Moure. Al hombre –a finales de los ’80– no lo aceptaba la familia de su novia. Ella lo conoció cuando tenía 17 años y él, 23.
Planeó todo pero contó una parte. En vísperas de la Navidad de 1988 Salazar se la llevó. Ninguno dejó rastros.
Salazar le propuso huir de su familia bajo la excusa de que no lo aceptaban y una vez se encontraron en el terminal de Valencia (Carabobo) la amenazó.
Parientes de la jovencita notaron que era agresivo y por eso le mostraron rechazo.
Morella pasó 31 años encerrada en un apartamento del piso 4 de la torre C en el conjunto residencial Los Mangos, en la avenida Constitución de Maracay (Aragua). No podía ver la luz del día ni asomarse a la ventana. Estuvo más de tres décadas en la oscuridad, oyendo la radio y viendo canales regionales en la televisión.
Marra, para el sitio web Crónica.Uno, describe que el apartamento no tenía sócates, cuando se ocultaba el sol quedaba a oscuras. Las cortinas eran gruesas, no podía hacer ruido y las pocas veces que los vecinos escucharon algo, Mathías respondió que era la señora de limpieza.
Morella vivía –sufría– sola. «El Gordo Mathías» –como llaman al hombre– iba al apartamento para darle de comer un menú que en todo ese tiempo no varió: arroz, huevos o lentejas. Allí abusaba sexualmente de ella, la amenazaba y le daba severas golpizas. Si no accedía a tener sexo con él, la privaba de agua o alimentos.
Morella comenzó su relación con Mathías cuando apenas había culminado el bachillerato. Su familia no lo quería porque ya se había mostrado agresivo. Un año después el hombre le propuso irse de Valencia con la excusa de «luchar por su amor».
«La golpeaba mucho, la amenazaba y la traumatizó tanto que ella tenía miedo de levantarse. En dos oportunidades él dejó unas llaves, que no eran las del apartamento, y ella intentó abrir la puerta, pero él al regresar se dio cuenta y las golpizas fueron brutales. Ella ya tenía miedo de hacer cualquier cosa y que él la matara», contó a Crónica.Uno Óscar Hernández, un sobrino de la víctima.
Apenas el 24 de enero de 2020 volvió a ver unas llaves en el apartamento mientras Mathías no estaba. Probó en la cerradura y, a diferencia de las ocasiones anteriores, estas sí abrieron. La ‘suerte’ estaba de su lado… Morella escapó.
Contó que caminó durante dos horas. De tanto escuchar programas de radio un nombre quedó grabado en su mente.
Su ruta, aunque desconocida, era muy clara: llegar al Instituto de La Mujer del estado Aragua. En una de las tantas veces que pasó el día escuchando radio prestó atención a un programa de violencia contra la mujer y grabó en su mente el nombre de esa institución.
En la institución la historia sorprendió, aunque de entrada no parecía real.
Morella relató su vida de terror a dos mujeres que no le creyeron, acota Crónica.Uno. Sin embargo, Rosa Perdomo, coordinadora, le prestó atención y se dio cuenta de que no mentía. La ayudó, la llevó a su casa y remitió el caso al Ministerio Público.
La reportera dice que la familia de esta víctima de tres décadas de abusos, hambre y golpizas no dejó de buscarla.
«La madre de Morella falleció hace ocho años. Nunca perdió la esperanza de que su hija estuviera viva. Por eso jamás se mudó ni cambió el número telefónico. Su casa de Valencia era la única dirección que Morella nunca olvidó durante los 31 años de cautiverio».
A la joven dejaron de verla el 23 de diciembre de 1988. Los parientes denunciaron su desaparición ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc). Poco sabían del hombre que la raptó. Buscando información y atando cabos dieron con la dirección de la casa de Salazar: el sector Las Mayas de El Limón, en Maracay.
«Su mamá estaba en la casa y dijo que no sabía nada, que lo dejáramos tranquilo. Mathías mantuvo a mi tía aislada completamente, de ella no había registros en el Consejo Nacional Electoral, en un banco, o algún rastro público», narró el sobrino de Morella.
El pasado 26 de enero, la familia, como si de un milagro se tratara, tuvo noticias de ella.
Hace unos días, Mathías Salazar acudió a la Fiscalía a denunciar que supuestamente habían secuestrado a su «esposa». Al retirarse se encontró con Morella y se acercó a amenazarla. «¡Cuidado con lo que dices!».
Morella gritó por ayuda y el hombre de 56 años fue detenido. Actualmente, está en la cárcel de Alayón, luego de que le dictaran medida privativa de libertad.
A ‘El Gordo Mathías» lo imputaron por los delitos de violencia sexual, esclavitud sexual, inducción al suicidio y violencia psicológica. Los exámenes practicados a la víctima, por orden de la Fiscalía, confirmaron lo anterior.
«Morella es asistida por un equipo multidisciplinario de especialistas. Presenta un cuadro de desnutrición que se está tratando y carencia de vitaminas. Psicólogos y psiquiatras han estado cerca de la víctima», se lee en Crónica.Uno.
En la intimidad familiar, Morella hizo una petición especial: quería ver una película de Disney, Pocahontas. Fue inmediatamente complacida.
Una vida oscura
La periodista Marra expuso: «Luego de que la familia de Morella diera a conocer el caso, por las redes sociales recibieron comentarios de vecinos que siempre sospecharon que ‘El Gordo Mathías’ encerraba a mujeres. Hay otras tres víctimas confirmadas.
La primera mujer es su esposa. Ella estuvo 32 años en cautiverio en la casa materna de Mathías, en el sector Las Mayas.
Era custodiada por su mamá y se investiga si esta le suministró alguna sustancia psicotrópica.
La segunda víctima la raptó hace 23 años, usó un arma de fuego para someterla. Durante la privación de libertad la mujer quedó embarazada de una niña, que actualmente tiene 20 años.
La joven, tercera víctima, fue al colegio porque su papá la buscaba y llevaba. No la dejaba tener amistades ni salir de su casa y lo describió como un hombre agresivo. Actualmente, la muchacha es estudiante universitaria.
Salazar vivía con esta mujer y su hija en la torre B del conjunto residencial Los Mangos. Desde ese balcón mantenía vigilada a Morella en la torre de en frente».